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La tozudez estéril

La semana que concluye se llevó a cabo la quinta ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte

La semana que concluye se llevó a cabo la quinta ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte y el negociador estadounidense fue claro y tajante: “Hasta el momento no hemos visto evidencia de que Canadá o México estén dispuestos a comprometerse seriamente con disposiciones que conduzcan a un acuerdo equilibrado, de forma seria, para ver avance significativo antes de fin de año”.

Previo al inicio de las plática, el representante Comercial de EU, Robert Lighthizer, fue claro, siguiendo las instrucciones concretas del presidente Donald Trump, una persona acostumbrada a llamar a las cosas por su nombre y a no dejar por ahí rincones oscuros que puedan convertirse en afectaciones para la nación que gobierna: “el déficit automotriz es la razón número uno en este proceso, por las reglas de origen y qué cantidad de partes debe producirse en la zona para comerciarse sin aranceles”.

La tozudez estéril

En respuesta a ello, Ildefonso Guajardo, secretario de Economía de México, expresó que: “siempre se ha sabido que la delegación estadounidense tiene como objetivo rebalancear el comercio, un objetivo que no compartimos; pero, que sí estamos dispuesto a negociar. Independiente de que México esté de acuerdo o no en que un déficit comercial es por sí mismo un objetivo, siempre hemos dicho que con todo gusto podemos reconsiderar el rebalanceo del comercio”. Lo dice, pero no lo hace.

Hace muchos años que se ha venido diciendo que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá convirtió a México en una inmensa maquiladora que sólo deja beneficios a un grupo reducido de inversionistas asociados con las empresas trasnacionales que dominan los sectores más importantes de la economía mundial.

Lo saben los de adentro que han debido sufrir una drástica caída de sus niveles de vida y un deterioro progresivo de su poder de compra; lo saben los de afuera que también han resentido la migración de sus industrias clave a los paraísos laborales; lo sabe el presidente que ha decidido poner un alto a esta inicua forma de explotación.

Nunca ha sido tan favorable la circunstancia como ahora para corregir las serias deformaciones de las relaciones industriales, comerciales, financieras y laborales que ha traído como consecuencia un tratado que fue firmado en condiciones de total asimetría en el desarrollo; que ha conducido hacia una total subordinación y supeditación. Llegó a hora de tomar las cosas en serio para no apretar más el nudo.

Las palabras del presidente del banco más importante de Estados Unidos, JP Morgan, Jamie Dimon, en cuanto a las políticas de su gobierno, son inequívocas y muestran el talante que campea en el poderosos sector financiero del vecino país: “Cinco mil empresas que tenían su matriz en Estados Unidos ahora están afincadas en el extranjero, sobre todo a través de adquisiciones. Estados Unidos debería haber puesto atención a la posición ventajosa que dimos a otros países, donde para ellos es más fácil que para los estadounidenses comprar empresas estadounidenses. Eso movió empleos y capital al extranjero. Nos damos de bruces con el hecho de que las compañías estadounidenses tienen dos billones de dólares en el extranjero”.

Primero fueron amenazas, luego intentos de coacción y ahora afirmaciones de que sí se desea una negociación; pero, ‘que no duela’. Los negociadores mexicanos liderados por el ínclito Guajardo, el que ha impedido que los salarios crezcan en México, ya no tienen para dónde hacerse y más vale que se porten serios y busquen rescatar para México lo más posible.

Ya no puede seguir vendiéndose al país como una maquiladora barata ni a los mexicanos como los esclavos del siglo XXI. El mismo Dimon da la fórmula cuando dice del próximo presidente de México: “Que continúe con las reformas, industriales, laborales; pero, procurando ayudar a todos, no solo a las grandes empresas. Tienen temas pendientes en educación, enormes recursos naturales por explotar, y la tarea de vencer la delincuencia. Espero que el gobierno estadounidense y el mexicano trabajen estrechamente en estos ámbitos”.

Le faltó puntualizar en el hecho probado y comprobado de que la delincuencia no se combate con balas y violencia, sino con educación, empleo y justicia social, que no es otra cosa que la adecuada retribución del trabajo. Seguir con la tozudez de Guajardo, sólo conduce al fracaso total.