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México, la Revolución, Nash

Puede llamarse tequio, justicia social o juegos colaborativos, es lo mismo. Es la esencia del pueblo mexicano; es la forma de ser de las comunidades que sabían, desde el más remoto pretérito, que si no se salva uno, no se salvan nadie. Que el trabajo del hombre debe servir a uno y servir a todos.

A diferencia de las culturas que realizaron obras magníficas, que hasta la fecha son asombro de la humanidad, mediante la esclavitud, en México el trabajo comunitario, gratuito pero altamente gratificante, hizo posible las colosales obras de irrigación, las enormes edificaciones, el notable avance científico con la medición del tiempo y la periodicidad estacional. Hubo esclavitud entre los pueblos guerreros, como los aztecas; pero, existió la solidaridad como sentimiento cordial.

México, la Revolución, Nash

Dice el estudio realizado por Roselia Bustillo Marín y Enrique Inti García Sánchez: “En las comunidades indígenas tradicionales, las formas de cooperación y solidaridad desempeñan un papel fundamental, y el tequio es quizá el principal de los instrumentos solidarios. Rebasa las fronteras regionales y étnicas; ha estado presente a lo largo de la historia en casi todos los contextos indígenas. El tequio es una expresión de solidaridad según los usos de cada pueblo y comunidad indígena, así que existen muchas formas de hacer tequio. Sin embargo, las que normalmente se identifican son el trabajo gratuito, cuotas y servicio en el sistema de cargos. Generalmente, se entiende el tequio como el trabajo comunal no remunerado en beneficio de la colectividad que se da con una cierta temporalidad o por alguna necesidad. La labor se centra en obras de beneficio común, como reparaciones de escuelas, del palacio municipal y de la iglesia, o la construcción de caminos, sistemas de irrigación, limpias de los terrenos, etcétera”.

En los dolores del parto del México independiente, don Marcelino Castañeda, gobernador del estado de Durango, dijo en una carta a don Valentín Gómez Farías, presidente de la República Mexicana, en 1847: “Los grandes capitales se tragarán irremisiblemente a los pequeños; de ahí vendrá la ruina general; de ahí la inmoralidad más escandalosa; de ahí que los poderosos opriman y sacrifiquen a su placer la clase media; de ahí por último la concentración de la riqueza en muy pocas manos, que hará dividirse a nuestra sociedad en dos clase únicas; opulentos y mendigos: esto causará necesariamente la destrucción absoluta del sistema democrático”.

El notable texto de José Carlos Ortega sobre la Revolución, señala que: “Este es el primer documento a nivel mundial que estableció derechos sociales, y sirvió de modelo para la Constitución Weimar en Alemania de 1919 y la de Rusia en 1918. Los pasajes más importantes en la mexicana son los artículos 3, 27 y 123, que abarcan un profundo cambio en la política y la filosofía mexicana y que ayudaron a enmarcar el fondo de la política social del país en el siglo veinte. El artículo 3 elimino la lista de libros prohibidos para los ciudadanos, además estableció las bases para una educación libre, mandataria y laica. El artículo 27 llevo a la fundación para la reforma de tierras y el 123 fue designado para fortalecer el sector laboral”.

Esto que sabían los indígenas, confirmaron los defensores de la República y los revolucionarios, lo enunció el notable matemático norteamericano John Nash, Premio Nobel de Economía 1994. Su teoría de los juegos no colaborativos, en los que siempre va a resultar la suma cero en todas las actividades, derivó en la idea de que no siempre debe haber un ganador mientras el resto es perdedor, como en el juego de póker; sino que, las ganancias de uno, deben dejar también un beneficio para el resto, de tal manera que el conjunto salga ganando y sea ganar-ganar.

Dijo el propio Nash, a quien se atribuye la autoría del equilibrio de Nash, aunque no fue él quien lo definió con claridad y lo aplicó a la vida real, especialmente en la economía: “La Teoría de los Juegos es tener en cuenta el impacto de mis decisiones en los otros cuando las voy a tomar”. Lo que, traducido a las terribles circunstancias que vive el país, con el hombre más rico del planeta y un presidente que viaja con cualquier pretexto en el lujoso avión presidencial que no tiene ni Trump, indica que hay que recuperar la esencia de ser mexicano y de que es tiempo ya de que la gente común pueda comer todos los días y con manteca.