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La sombra de la duda

Uno de los propósitos enunciados por el presidente Enrique Peña Nieto con mayor simpatía entre la población, era la certeza jurídica. De haberla hecho realidad, se habría ganado un buen trecho en la recuperación del país, la restauración del Estado de Derecho, prácticamente nulificado durante los regímenes de locura, en que todo fue simulación, y en la imagen del gobernante que recomendó aguantar a una de sus colaboradoras más polémica.

Tres ejemplos notables echan de ver la ligereza con que se conducen los aparatos de procuración y administración de la justicia; en los tres casos, hay irresponsabilidad en la toma de decisiones: el retrazo en la designación del fiscal general que contempla la nueva legislatura anticorrupción; el nombramiento del fiscal carnal Raúl Cerventes, su intento de convertirlo en fiscal general, su dimisión y la renuencia a designar a su sucesor; el cese del fiscal electoral y el sainete llevado a cabo por los partidos políticos en el Senado.

La sombra de la duda

Como parte del presunto empeño en combatior la corrupción, se han integrado expedientes en contra de varios gobernadores; pero, cuando menos los más allegados a Los Pinos, siguen sin recibir sentencia y otros se mantienen lejos del brazo de la justicia, gozando del exilio dorado mientras dilapidan las fortunas sustraídas al erario con costosas defensas que los libren de la extradición.

De antología es el caso de Emilio Lozoya Austin, señalado sin lugar a dudas por altos ejecutivos de la empresa brasileña Odebrecht de haber recibido más de diez millones de dólares, algunos de los cuales fueron entregados ante de la elección del actual presidente y pudieron haber parado en la bolsa de la campaña. Con respecto a Pemex, la más grande cueva de corrupción, se acepta que hay robos y saqueo y están en la cárcel algunos pillos menores; pero, de directores para arriba, no hay quien pueda tocarlos, al igual que los disque representantes sindicales. 

No esperan los mexicanos que se desate una cacería de brujas, ni que el gobierno de Enrique Peña Nieto se la pase persiguiendo a quienes faltaron a sus deberes; pero, que no se deje crecer la impresión de que este es el régimen de la impunidad. Lo que está por delante es más importante que lo pasado. El tiempo, que todo lo cura, pondrá a cada quien en su lugar. Ya lo dijo nuestro señor Don Quijote, cuando responde que: “Es un bálsamo (de Fierabrás) de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna”.

Los códigos procesal y penal mexicanos, son claros y precisos; a ellos debe apegarse la actuación de las autoridades para demostrar que, efectivamente, vivimos en una nueva etapa en que, como propuso el Presidente, habrá de lograrse la certeza jurídica, que es la piedra angular de todo el andamiaje institucional. Que los ciudadanos sepan qué van a obtener de las autoridades y de las instutuciones que se han venido creando a lo largo de la historia.

No hacerlo está dando lugar a que crezca la especulación y tome derroteros que resultan de un cariz muy peligroso. Como no queriendo, Bloomberg publicó ayer, como por simple azar, que el presidente prepara su reelección. Lo dijo sin un contexto previo y posterior; pero, dado el manejo de los asuntos del país, no puede dejar de tomarse en cuenta, hábida cuenta de que los sátrapas más nocivos al país, incluyendo a Carlos Salinas y a Vicente Fox a través de su mujer, tantearon el agua a los camotes para ver la posibilidad de una reelección.

Si esa fuera la voluntad de actual mandatario, como señaló Bloomberg, ¿quién podría impedirlo? Ya en el lejano 2014, Sergio Negrete en El Financiero, decía que: “Es muy probable que entonces, como con Salinas en 1992-93, empiecen a cantar las sirenas reeleccionistas –música celestial para los oídos presidenciales. Y, a diferencia del sexenio salinista, hay factores internos y externos que apoyarían la noción de reelección por una sola ocasión (sumando 12 años)”.

Si en aquellos años se veía la posibilidad; ahora, que las instituciones concurrentes están al garete, la afirmación toma cuerpo y se materializa de forma ominosa. Esa sería una palada más de tierra en la tumba de la democracia mexicana.