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Crisis de confianza

Los últimos acontecimientos ocurridos a lo largo de este octubre, que secundan las tragedias de septiembre, muchos de ellos altamente cuestionables

Los últimos acontecimientos ocurridos a lo largo de este octubre, que secundan las tragedias de septiembre, muchos de ellos altamente cuestionables, no abonan al fortalecimiento de la confianza de los mexicanos en el gobierno federal, que sigue empeñado en llevar agua a su molino sin atender las voces que demandan cuando menos una rectificación en lo sustancial, para paliar los daños de pobreza y violencia.

Las instancias del poder público no sólo han permanecidos indolentes a los reclamos de justicia y de atención a las demandas populares, especialmente los pobres, los jóvenes y las mujeres, a los que se obstaculiza el acceso a las oportunidades que pudieran traducirse en un mejoramiento substancial de su nivel de vida; han actuado con desparpajo y cinismo, provocando irritación popular que no dará buen resultado.

Crisis de confianza

El cese del fiscal para asuntos electorales sin una explicación satisfactoria que, puede no estar contenida dentro de las obligaciones que corresponden a quien tomó esa medida; pero que, por elemental atención a los aborígenes, bien pudo darse sin perjudicar en lo más mínimo el resultado final. Luego, el embrollo en el Senado, donde se insiste que la votación sobre el caso sea cerrada y sin discusión, polarizando a los grupos políticos.

En el mismo viaje, la aprobación de la iniciativa que quita poder al Instituto Federal de Telecomunicaciones, a efecto de que no pueda actuar en defensa del derecho de las audiencias, como se habían señalado inicialmente, porque ello perjudica a la poderosa industria de la televisión, que domina prácticamente los espacios noticiosos, de entretenimiento y de publicidad. Han convertido a Ifetel en agua de borrajas.

Para acabarla de amolar, los senadores aprobaron, por aplastante mayoría, el presupuesto de ingresos del gobierno federal para el año próximo, haciendo cuentas que están muy por encima de la realidad, como esa de elevar el presupuesto mediante una amañada cotización del petróleo y tasar la paridad cambiaria peso/dólar en 18 pesos con 40 centavos. De nada valieron los razonamientos en contra, fue un alud.

Ayer mismo, el Banco de México anunció que debió aumentar substancialmente la cantidad de dólares de su reserva para apuntalar las coberturas cambiarias de quienes requieren de divisas para sus operaciones. De mil millones de dólares iniciales, pasó a 5 mil, con lo que el peso tuvo ligero repunte; pero, sin bajar del tope de los 19 pesos.

Al mismo tiempo que anunciaba que: “recientemente, el mercado cambiario en nuestro país ha registrado episodios de mayor volatilidad, lo cual se ha reflejado en una depreciación de la moneda nacional frente al dólar y en un ligero deterioro de las condiciones de operación de dicho mercado”, el ínclito Agustín Carstens manifestó que no hay intenciones de intervenir en operaciones para fijar los tipos de cambio.

Además de la devaluación peso, la Bolsa Mexicana de Valores se desplomó, hasta llegar a los 49,500 puntos arrastrada por las pérdidas de las acciones del trust de telecomunicaciones América Móvil, y se disparan los índices de violencia en buena parte del territorio nacional, donde la población ya no ve lo duro sino lo tupido.

Todo ello, ha llevado a que en la encuesta del Pew Research Center, con sede en Washington, que mide el índice de satisfacción de la población en 38 países, México haya quedado en una posición absolutamente endeble, con apenas un 93 por ciento de confianza de los mexicanos en su gobierno. Esa posición es la más baja en el sondeo de estos días; pero, también es sorprendentemente la peor en términos generales; muy por debajo de El Líbano y de Venezuela. El índice habla de otros índicadores peligrosos.

Para completar el cuadro, se ha arraigado profundamente la idea de que el proceso electoral del año próximo será, en términos absolutos, una elección de Estado, como la ocurrida en las entidades que este año tuvieron comicios, con resultados favorables al sistema por acción, comisión u omisión. Todas las instancias estuvieron prestas a la voz del amo y los resultados fueron vencer sin convencer. De ahí la crisis de confianza.