Las cuentas claras

Uno de los grandes temores que había en México era el poder de las ‘‘fake news’’ trasmitidas por medios profesionales convertidos en voz oficial y oficiosa de los poderes fácticos, sobre todo el gran capital que ha logrado un lucro irracional por la omisión de los gobiernos para cumplir y hacer cumplir la ley; sin embargo el estilo personal de AMLO lo ha conjurado.

La conferencia mañanera, en al que cualquier periodista venido de cualquier lugar del mundo puede hacer la pregunta que desee, así sea de mala leche o con aviesas intenciones, y recibe una respuesta adecuada, ordinariamente precisa, aunque no concisa, ha permitido no solo librar los escollos de la información tendenciosa o mal interpretada; sino que ha acrecentado los niveles de comunicación y de entendimiento entre gobierno y gobernados.

Si a esa conferencias matutinas se agrega el permanente contacto con la gente de todo el país, cuyo territorio recorre cotidianamente para conocer y hacer frente a los problemas de cada lugar, el resultado no puede ser otro que un alza constante de la aprobación de su gobierno y de su estilo de gobernar. Desde luego, eso no es casualidad, porque el presidente lo dijo textualmente: “Voy a gobernar con la gente y para la gente y los voy a oír siempre".

Dentro de cinco días, contados a partir de hoy, el presidente cumple los primeros 100 de su mandato y, como es costumbre en los asuntos políticos, se antoja un buen momento para hacer una reflexión y una crítica. AMLO llega a este once de marzo con los mayores niveles de aprobación que ha tenido un presiente de la República en los tiempos modernos. Los mexicanos no únicamente están satisfechos con las iniciativas que ha tenido, van más allá y acendran cada día más la confianza y la certidumbre de una real 4ª. Transformación.

Los tres grandes movimientos que ha realizado, la cancelación del fraude colosal que iba a ser el Nuevo Aeropuerto de México y la renegociación con los tenedores internacionales de bonos; la creación del tren maya como un detonador del desarrollo del sureste del país, tradicionalmente abandonado y puesto en manos de las camarillas de caciques regionales; y la creación de la Guardia Nacional por consenso en el Senado y Mayoría en la Cámara baja, más el apoyo de la mayor parte de los Congresos estatales, son una clara evidencia de su capacidad de negociación y del acierto de sus propuestas para sacar el país del atolladero.

Falta mucho por hacer; pero, cien días son un buen indicador del rumbo que seguirá el gobierno. Un rumbo que se ha definido por la habilidad política del presidente y de la capacidad de la mayoría de sus colaboradores que están dando mucho de sí que quizá puedan dar más antes de que se pongan en la circunstancias se que les den las gracias y los manen a sus casas a cavilar acerca de lo que no lograron entender o de lo que hicieron mal.

En la sesión de preguntas y respuestas de la conferencia mañanera de ayer, una reportera de El Financiero le pregunto sobre las calificadoras de deuda, que están hostigando al país y a las empresas del Estado, la respuesta no podía ser más aguda y certera: "Lo que considero acerca de esta calificación es que está castigando al país por la política neoliberal que se aplicó en los últimos 36 años, que fue un rotundo fracaso; sobre todo en los últimos años, y para ser más preciso el año pasado que no teníamos nosotros nada que ver con el gobierno; pero, nos toca pagar los platos rotos. Para que esto también quede claro: fue una política económica ineficiente, caracterizada por el saqueo, por la corrupción...".

Y, agregó: "...Lo único que puedo reprochar de manera fraterna, respetuosa, a las calificadoras es que durante todo ese tiempo que imperó la corrupción en Pemex y en la Comisión Federal de Electricidad permanecieron callados. Calificaban con 10, con excelencia, como es que decíamos antes en las calificaciones en la universidad, que era MB, B, S y NA. Entonces, todo era MB en esos tiempos...".

Llegará el presidente a sus 100 días con un 100.