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Abaratar el dinero

Por fin, se han iniciado las negociaciones para para regular las comisiones bancarias, ese nudo gordiano que tanto perjudica al sector productivo por los exagerados costos del crédito, muy por encima de los que rigen en otros países especialmente los Estados Unidos. El pasado jueves, el coordinador de los senadores de Morena en el Senado, Ricardo Monreal les entregó el proyecto de dictamen de 33 artículos, con las reformas a tres leyes financieras.

Aseguró que: "No queremos afectar a nadie, ni tampoco que el mercado se asuste; porque cada vez que se hace la propuesta, la Bolsa de Valores pierde y se desploman sus acciones. Esa no es la intención, es mejor que lleguemos a un acuerdo", luego de reunirse con miembros de la Asociación de Banqueros de México.

Abaratar el dinero

Cabe señalar que hasta ahora se habla de democracia y de libre mercados, formas de idealismo utilizadas como la zanahoria atada frente a la cabeza del burro para obligarlo a caminar y hacerlo que trabaje para otros, estimulado por la esperanza de alcanzar el preciado alimento. Democracia y libre mercado que sólo han servido para ahondar la brecha entre los ahítos y los miserables.

La idea de democracia surge en la Grecia antigua y hace referencia al gobierno (cratos) del pueblo (demos), aunque al paso del tiempo ha sufrido importantes cambios en su interpretación. Quizá de los más importantes sea el de la Revolución Francesa, que propone el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como fórmula para llegar al idea de libertad, igualdad y fraternidad, en que el ser humano puede alcanzar su máximo potencial de desarrollo físico, intelectual y espiritual.

Actualmente, la democracia se entiende en dos sentidos: electoral y funcional. Se dice que hay democracia porque existen leyes, aparatos, recursos y personas encargadas de ver que los ciudadanos manifiesten sus simpatías y voten por tal o cual persona para llevar a los puestos públicos y cargos de representación popular; y porque hay participación ciudadana en las decisiones de gobierno (idealismo puro, desde luego).

La realidad, que insiste en estrellarse en la cara del ciudadano de a pie, es que la democracia termina donde los poderes fácticos ejercen su influencia, ya sea de manera subliminal, como los medios hertzianos que bombardean permanente a sus televidentes y radioescuchas, o directa, mediante ordenes perentorias para estar presente en determinado lugar y sufragar por tal o cual. La televisión ha convertido en perro del mal a quien desea.  

El libre mercado no existe como tal; el mercado está dominado no por la ley de la oferta y la demanda, sino por los poderes económicos, políticos, sectarios y sociales. El poder económico ha hecho que un mismo aparato, fabricado por el mismo industrial, vendido por el mismo comerciante, valga tres veces más en México que en los Estados Unidos, no obstante que allá se pagan salarios más elevados que permiten un mayor poder adquisitivo para los consumidores.

La ausencia del libre mercado es lo que ha permitido a los monopolios ser clientes distinguidos de la revista Forbes, mientras más de la mitad de la población de México padece hambre. Según las estadísticas del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), a nivel nacional, el porcentaje de población que dispone de ingresos inferiores de la línea de bienestar va en aumento. 

Orita mismo, cuando el gobierno, las fuerzas políticas y una buena parte de las cámaras que integran el Congreso, han decidido a poner freno a los abusos de los potentados, saltan a la arena los adalides de la democracia y los defensores del libre mercado, las tenazas de la pinza que oprime el bolsillo de los mexicanos y les extrae hasta el último quinto.

Ante los poderes fácticos, lo mejor es que el poder público gane peso con el apoyo de los ciudadanos.

Regular las comisiones de los bancos, que viven una ya muy prolongada jauja desde que se sanearon y se vendieron a inversionistas extranjeros, es una medida saludable que tendrá que avanzar en el Senado con la concurrencia de las otras fuerzas políticas. Y qué mejor que ocurra de buena gana, con negociaciones claras y precisas.