Las buenas finanzas

La operación magistral de las finanzas ha permitido la transferencia de 97.7 billones de dólares del Banco Central a la Secretaría del Tesoro, por las ganancias obtenidas en el ejercicio del 2015, lo que marca un nuevo récord, ya que esta cifra supera la de 96.9 billones que la Reserva Federal entregó al gobierno de Estados Unidos en 2014. Sí, es claro que se trata de la FED que opera con mucho acierto y gran aplomo Janet Yellen.

A diferencia del Banco de México, que está rematando sus reservas para evitar que el peso mexicano siga en picada, la FED (Banco Central de los Estados Unidos), obra de forma tal que obtiene un mundo de dinero con el control de las operaciones financieras en el vecino país. El sistema de la FED, integrado por doce bancos regionales oficiales, pero autónomos, actúa como el banco de los bancos, por lo que les cobra una comisión.

La reserva también presta sus servicios al mayor cliente del mundo, el gobierno de los Estados Unidos. El Tesoro de los Estados Unidos tiene una cuenta corriente bancaria en la Reserva Federal, a través de la cual se manejan los depósitos de impuestos federales entrantes y los pagos que realiza el gobierno. Como parte de esta relación de servicio, la Reserva Federal vende y rescata bonos emitidos por el Tesoro de los Estados Unidos, tales como los bonos de ahorro y las letras del Tesoro, los pagarés y títulos de deuda. 

Los ingresos totales que obtuvo la FED durante el año pasado, se repartieron en forma de dividendos pagados a los bancos miembros, a fin de que puedan seguir operando con eficiencia y oportunidad; otra parte muy menor fue transferida a superávit y variaciones en pérdidas acumuladas, bolsa con la que el sistema queda protegido; pero el 97,47% restante se destinó a pagos al Tesoro como interés sobre billetes de la Reserva Federal.

Una estimación de la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico, señala que la Reserva Federal compraba el 60% de la deuda que emitía el Estado federal (es decir, sin contar a los estados ni a los municipios) de Estados Unidos. Por ese motivo, la previsión de déficit de la primera economía mundial se ha reducido en un 20%, debido fundamentalmente al aumento de los ingresos y no a la reducción del gasto, con lo que es de prever que la emisión de deuda pública esté cayendo en barrena, como se observa.

Las utilidades sin precedentes del Sistema de la Reserva Federal en los Estados Unidos se ha logrado mediante estrategia de choque, luego del quiebre del sistema financiero estadounidense en el 2008. Primero, Ben Bernanke, durante su presidencia, compró una enorme cantidad de deuda del gobierno a niveles que jamás se había visto; luego, su sucesora, la Sra. Yellen, mantuvo bajas las tasas de interés de referencia, del 0 al .25.

Cobrando tan poco, recaudaron mucho porque ambas medidas lograron reanimar la tan agobiada economía con dos estrategias: obligar a la inversión productiva para generar empleos bien pagados, y mantener bajos los niveles de inflación mediante el control de los precios de bienes y servicios. A esa política exitosa, se sumó la suerte, con la caída de los precios del petróleo y demás materias primas. Ahora, todo se mira cuesta abajo.

Lo que no puede decirse de la economía mexicana, manejada por ‘el mejor secretario de Hacienda del mundo’, que fue incapaz, junto con su equipo y sus socios, de entender las muchas y muy variadas señales de que la era del petróleo llegaba a su fin y de que, en lugar de la apertura, eran tiempos de elevar las medidas de protección de la economía. Ahora, la dependencia se ha llevado a extremos harto peligrosos, sin que se vea salida.

El peso mexicano es una de las monedas que destacan del resto en el mundo por ser de las más afectadas y, aunque se habla de tener una expectativa positiva por el impulso a las exportaciones, habría que preguntar: ¿Qué exporta realmente México?, si todo lo que sale a los mercados del exterior lleva marca extranjera. De hecho, lo único que han dejado al país para poder salir del terrible bache, es la mano de obra barata. ¡Y piñatas!