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La paradoja de la indiferencia

Científicamente, el Principio de la Indiferencia se relaciona con la Ley Probabilidades, de tal manera que si dos eventos diferentes llevan a una misma conclusión, emerge el fenómeno de la indiferencia.

Científicamente, el Principio de la Indiferencia se relaciona con la Ley Probabilidades, de tal manera que si dos eventos diferentes llevan a una misma conclusión, emerge el fenómeno de la indiferencia. Aplicado este principio al terreno político, se tiene que si dos grupos de poder plantean soluciones similares, se da cabida a la indiferencia, no sólo en cuanto a la similitud usos y modos, sino a la ausencia de interés participativo.

En ejemplo claro de la indiferencia en el terreno político lo ofrece el bipartidismo que impera en los Estados Unidos y que se busca adoptar a otra latitudes. Los partidos Republicado y Demócrata, con inclusión de algunos otros de menor relevancia, no van en busca de un nuevo modelo de desarrollo político y económico; sino que, en ambos casos, el empeño es por mantener el sistema capitalista, con variantes en otros temas.

La paradoja de la indiferencia

Este Principio de la Indiferencia es lo que ha alejado a los votantes de los procesos electorales, pues, aún cuando se pueda observar la voluntad democrática, no hay los incentivos suficientes para que los ciudadanos acudan a las urnas. Están seguros que, con un partido o con otro, con un candidato o con otro, el modelo seguirá vigente en los días y años por venir. La variante radica sólo en los estilos personales de gobernar.

En México, en los últimos años se ha visto crecer la indiferencia en la medida que las propuestas políticas y económicas eran las mismas. Con un partido o con otro, el enfoque era similar y todas las cartas se jugaban a favor del dichoso libre comercio y la llamada globalización; que, en la realidad, no eran más que formas de intromisión de los agentes preponderantes a nivel mundial en las economía de países emergentes.

Ese Principio de Indiferencia, que mantenía un equilibrio hegemónico, ha sido roto por la aparición de propuestas diferentes que tienen que ver con la humanización de la economía y con el retorno a los principios de la justicia social que permitieron que, durante la mayor parte del siglo XX, el país creciera a ritmo acelerado mientras el resto de planeta se debatía en guerras atroces que pintaron de rojo el rostro la tierra.

El Principio de la Indiferencia se aplica también al mercado, al libre mercado, el que no está afectado por factores ajenos a la posibilidad de optar por determinados bienes y servicios que satisfagan al consumidor por su calidad, precio y disponibilidad. Según los estudiosos en esa materia: un bien bueno, bonito y barato tendrá mucha demanda, por lo que tenderá a escasear, hasta llegar a convertirse en mediocre, porque no hay tiempo de darle la madurez deseada; a ser de menos atractivo por su baja calidad y, al final, un producto caro que genera insatisfacción en el consumidor, que buscara otros.

Esa misma insatisfacción aparece cuando el libre mercado desaparece y el monopolio de los bienes y servicios no permite la concurrencia de otros oferentes, obligando al consumo de lo que hay, que, generalmente viene a resultar escaso, oneroso y malo.

En los días que corren, en vísperas de lo que se ha dado en llamar la madre de todas las elecciones, existen propuestas políticas de muy diferente tendencia, que pueden romper el equilibrio que lleve al Principio de la Indiferencia. Ahora hay quien propone seguir con el mismo modelo de desarrollo, favoreciendo al gran capital con privilegios de diversa naturaleza a fin de ‘mantener la fortaleza de la macroeconomía como rezan los cánones de los organismos financieros internacionales’; hay quienes proponen cambios sutiles, que en poco harán variar el modelo de desarrollo, modificando algo.

También hay quienes están ofreciendo un cambio radical para recobrar la senda de la Revolución, en que se fortaleció al Estado mexicano bajo las premisas del nacionalismo revolucionario, la democracia con justicia social y la economía mixta con rectoría del Estado.

No hay un alejamiento de la naturaleza de la nación mexicana; por el contrario, la idea es que los bienes de la tierra y el trabajo del hombre se traduzcan en un mayor bienestar para el grueso de los aborígenes. Que haya trabajo bien remunerado para que no haya quien deba robar un pan para la prole, ni quien desee dañar la vida o el patrimonio de otros, si tiene lo que legítimamente le corresponde de acuerdo a su capacidad, preparación y esfuerzo.

Con la inclusión de una oferta diferente, no puede haber lugar al Principio de la Indiferencia, ni por la fuerza de la Ley de Probabilidades, ni por la paradoja del desdén que ha encontrado en la frase atroz de “para qué voto, si todo sigue igual”, un argumento que impide la madurez democrática en México.

Cuando menos en esta ocasión, no hay lugar para la indiferencia, porque ahora hay algo diferente.