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La gloria trágica

“Ese fue el día que eligió Titlacahuan para vencer a Quetzalcóatl. Mandó a un viejo que se llamaba Ihuimécatl, a quien le dijo –Es preciso que deje su pueblo, donde nosotros hemos de vivir. Ya está viejo, -añadió-, y ha de querer juventud, ya que siempre quiso inmortalidad. Llévale dos cosas, y con ellas, engáñalo. ‘Vele a dar su cuerpo’ para que, visto que se vea viejo en un espejo, se sepa viejo. Y démosle pulque con yerbas de alucinación, para que se sienta joven”.

“Ese fue el día que eligió Titlacahuan para vencer a Quetzalcóatl. Mandó a un viejo que se llamaba Ihuimécatl, a quien le dijo –Es preciso que deje su pueblo, donde nosotros hemos de vivir. Ya está viejo, -añadió-, y ha de querer juventud, ya que siempre quiso inmortalidad. Llévale dos cosas, y con ellas, engáñalo. ‘Vele a dar su cuerpo’ para que, visto que se vea viejo en un espejo, se sepa viejo. Y démosle pulque con yerbas de alucinación, para que se sienta joven”. ¿Presagio?

El párrafo corresponde al libro Quetzalcóatl, publicado por Editorial Porrúa en 1965, debido a la pluma de José López Portillo y Pacheco, quien por entonces se desempeñaba como director de las Juntas Federales de Mejoras Materiales en la Secretaría del Patrimonio Nacional. José Guillermo fue nieto e hijo de destacados políticos, militares y escritores que le heredaron el ilustre apellido compuesto.

La gloria trágica

Maestro universitario, el funcionario fue en realidad un seductor; sedujo a las féminas más apetecibles; sedujo a las masas; sedujo a los poderosos. Su poder de seducción lo llevó a la Presidencia de la República, donde creyó hacer historia, desatendiendo los clamores de quienes, con mayor preparación o más experiencia, trataban de que viera los peligros de un ejercicio tan imprudente del poder.

Alto, atlético, de palabra fácil y buen humor, se sentía superior a sus interlocutores; por ello, no pudo percibir las trampas y los engaños que llevaron al país a la desgracia. Trajo del exterior créditos por 40 mil millones de dólares para la construcción del gasoducto Cactus, Chiapas-Reynosa, Tamaulipas y el Paso Interoceánico Multimodal de Salina Cruz, Oaxaca a Coatzacoalcos, Veracruz, que, siendo el más moderno y eficiente del mundo, los magnates que dominan el comercio global decidieron no usar.

Con el descubrimiento de enormes yacimientos petroleros y el alza sorprendente de sus precios, descuidó las finanzas nacionales y creó una espesa red de corrupción que engulló recursos superlativos, llevó a una inflación del 24 %, una paridad de 70 pesos por dólar y, finalmente, la moratoria de pagos de la colosal deuda externa.

En su vida personal, sus dotes de seductor lo permitieron mantener una relación con la exdirigente del movimiento del 68, Rosa Luz Alegría, esposa de un hijo de su mejor amigo, Luis Echeverría, a quien debía la Presidencia. La convirtió en la primera secretaria de Estado, ocupando la cartera de Turismo. Más adelante se casó con la vedette yugoeslava Sasha Montenegro, con la que tendría dos hijos.

A mes y medio de dejar el gobierno en manos de Miguel de la Madrid, el15 de enero de 1983, Jesús Reyes Heroles articuló un discurso en que dijo: “La corrupción en México llegó a niveles inconcebibles. No es anecdótica o circunstancial; tendía a convertirse en regla y los recursos de la Nación, que mediante ellos se desviaban, gravitaban negativamente sobre nuestra magra capacidad de desarrollo y mejoramiento”.

 José López Portillo no tuvo la humildad suficiente para darse cuenta de la tragedia del Anáhuac provocada por su irresponsabilidad, ni de la tragedia de su vida, también debida a su insensatez.

Al final de los dos libros que conforman su autobiografía, dice: “Después de leer el discurso de Reyes Heroles con el que se oficializaba el desprestigio a todo lo que podía yo significar, pinté el cuadro que me había prometido desde que escribí Don Q: la gran Carcajada de la dignidad humana. Inscribí mi risa en el horrendo vacío del éter para rescatar mi dignidad expuesta por la invectiva oficial de mi admirado compañero, mi amigo, mi Secretario de Estado. A continuación pinté otro cuadro: Vida, muerte y transfiguración, en el que al giro de la espiral del tiempo y con motivos manuales describo mi vida política en la Presidencia, partiendo de la Protesta, hasta la entrega del poder, cuando mi huella en la historia se desgarra por la maledicencia y por el linchamiento, se me da muerte política, de la que, por libre albedrío de mi voluntad, me trasfiguro al reafirmar mis intereses vitales.

 Pero descubro que empiezo a reiterar en este afán apologético.

Y por ello y ahora sí, desconcertado, creo que debo concluir mi testimonio, mientras sigo viviendo mi biografía inconclusa, frente al misterio del juicio pendiente de la historia. Ese misterio y todos los misterios.

Porque cada día siguen activas conciencia, memoria y voluntad; cada día confirmo la utilidad de este cuerpo por el que el tiempo no pasa en vano y gozo la luz de mi entendimiento y me deleito con mi capacidad creadora, escribir, pintar, recibiendo, gratuitamente, los dones clásicos de la vida y, no sé si merecidamente, también sus dolores, atento al paso también misterioso de los tiempos. El tiempo, mi tiempo. Todo el tiempo”.

Don Pepe murió lejos de los reflectores, con medio cuerpo paralizado por una embolia y atenaceado por la diabetes, el 17 de febrero de 2004 a los 83 años de edad. La gloria que cayó bajo el embrujo de su seducción, fue una gloria trágica, por no saber entenderla.