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La mosca en la mancera

La economía de México está en las manos de una tercia de émulos de aquella famosa película que inició la época de los ‘espagueti-western’: El bueno, el malo y el feo. El gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León Carrillo, es el único que ha entendido que: “Creo que los retos más importantes van a venir de fuera”, al referirse a los cambios en los Estados Unidos y la Unión Europea que los otros ni siquiera ven.

El aprendiz de canciller, Luis Videgaray, luego de hundir la hacienda pública cree que congraciándose con el primer yerno del vecino país va a lograr que las duras medidas implementadas por el gobierno del presidente Donald Trump pasen de largo sin tocar al Anáhuac ni con el pétalo de una rosa. Una y otra vez le han dado con la puerta en la nariz; porque no es igual despotricar desde un escritorio que ni siquiera ser recibido.

La mosca en la mancera

Del otro, Ildefonso Guajardo, venido de las tenebrosas cavernas del salinismo, del que fue negociados del TLC que tanto daño hizo al país, ni qué decir. Caprichosamente no aceptó las nuevas reglas del juego que no eran otras que producir en la región y pagar mejor a los trabajadores, y ahora enfrenta una posible cancelación de la renegociación del tratado y el establecimiento de acuerdos bilaterales con otras demandas similares.

En el horizonte de la economía real, de carne y hueso, de leche y pan, la imposición de aranceles a las exportaciones de acero y aluminio a los Estados Unidos en nada afecta a México ni a los mexicanos. En toda la literatura relacionada con ambas industrias se echa de ver que se trata de materias primas extraídas del subsuelo o recuperadas por empresas trasnacionales que en México pagan bajos salarios y  tienen premios fiscales.

Las acereras que dominan el 80 por ciento de la producción nacional son cinco, tanto de Estados Unidos, como de España y de Asia. Sus políticas de expansión no siempre han sido muy transparentes; de ahí que el gobierno estadounidense haya decidido la aplicación de aranceles compensatorios, argumentando que operan con precios por debajo de los costos de producción, lo que sólo ocurre si otros vienen a pagar el pato.

En lugar de hacer una revisión de las observaciones que hace el vecino, los titulares de Comercio y Relaciones Exteriores, deciden responder con la aplicación de aranceles a alimentos de alto consumo en México, fregando más a los fregados. Y, luego, se ufanan de responder con la misma moneda, en el entendido de que si el de allá no entiende, pueden llegar hasta la últimas consecuencias, caiga quien caiga, y demás peroratas.

A ninguno de los dos les ha caído el veinte de que el Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, desde que estaba en manos de esa genial señora doña Janet Yellen, inició la compra de dólares del sistema financiero internacional para liquidar su muy abultado balance, que el año pasado llegó a la friolera de 4 billones de dólares. En los días que corren saca dólares del mercado un ritmo de 20 mil millones mensuales, los cuales están pautados a subir a 50 mil millones el próximo año (o un billón acumulado de liquidez para diciembre de 2019). Eso, y la reforma fiscal, puso a temblar al mundo. 

Mundo del que parecen extranjeros los ‘juncionarios’ mexicanos que tienen una real y afectiva responsabilidad en la hecatombe que está a punto de ocurrir al interior, con una altísima deuda de gobierno en los tres niveles, con una bajísima recaudación fiscal, con una sistema productivo casi en ruinas y una irracional dependencia del exterior para cobertura de bienes esenciales, en que México había sido autosuficiente.

Si no saben de las acciones de la Fed, menos de las negociaciones que ocurren en Suiza para impedir que los bancos sigan emitiendo monedas virtuales que no están respaldadas por liquidez contante y sonante. 

Uno que si sabe, Juan Francisco Caudillo, analista técnico principal de Monex, explicó que: “El peso mexicano, que perdió un 13 por ciento desde mediados de abril bajo la presión de un dólar fuerte, se convirtió en rehén de un conflicto arancelario que podría dañar las relaciones entre los aliados. El martes el peso cayó un 1.4 por ciento, hasta los 20.35 por dólar. Pero, podría alcanzar los 21 pesos antes de las elecciones mexicanas, del 1 de julio”.

Son como la mosca en la mancera del arado, cuando asegura ufana: “Estamos arando”.