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La falsa democracia

Cuando el filósofo británico de origen austriaco, Karl Popper, expresa que: “Es seguro que hoy llueve o no llueve” y luego explica que: “Si llueve, la afirmación es cierta; si no llueve, también lo es”; pero, que esta clase de certidumbre vale muy poco pues no enfrenta desafío alguno. Da igual que afuera caiga o no caiga agua; la afirmación sigue en pie, sólo como un montón de palabras que no afinará el conocimiento del mundo.

A partir de ahí, desarrolla una compleja estructura sobre el principio de La lógica de la investigación científica (1934), donde estableció un criterio para deslindar claramente la ciencia de los demás discursos: “para que una hipótesis sea científica es necesario que se desprendan de ella enunciados observables y, por tanto, falsables, de modo que si éstos no se verifican, la hipótesis pueda ser refutada, y también puede ser aceptada.

La falsa democracia

Karl Popper, nacido el 28 de julio de 1902, logra conmover al mundo con su otra obra atrevida y seguramente revolucionaria, aunque el término no fuera de su agrado: La sociedad abierta y sus enemigos, en la que expresa ideas fundamentales que siguen teniendo tremenda actualidad, aportando algunas claves decisivas para comprender el mundo de fines del siglo pasado e inicio del presente y sus conflictos, tan complejos.

Para este pensador, una teoría diseñada de tal modo que rechace la posibilidad de no explicar es una teoría defectuosa, por tanto, las ideas originales de Marx que sostienen que todas las sociedades avanzan a través de la dialéctica de la lucha de clases, tenían este defecto; pero que, además, el tipo de defensa usada por los marxistas herederos de las ideas de Marx acendraron este defecto en la versión más popular del marxismo.

Y, se pregunta: “¿De dónde y por qué ha surgido esa ola terrible de totalitarismo que está inundando a Europa?” Los rostros de ese totalitarismo eran diversos: nazismo, comunismo, fascismo; pero, su esencia, el aplastamiento de la libertad individual a nombre de una utopía colectivista, era común y debía, por ello, tener una raíz común. De la respuesta nace su obra que, como señaló sobre toda teoría, ha sido tergiversada.

Señala: “Nuestra civilización todavía no se ha recobrado plenamente de la conmoción causada por la transición de la sociedad tribal o cerrada, con su sometimiento a las fuerzas mágicas, a la sociedad abierta, que pone en libertad las facultades críticas del hombre”. Pero, a la distancia, a 75 años de sus planteamientos, viene a resultar que la sociedad abierta ha venido a resultar el dominio de una plutocracia ultra poderosa.

Como bien lo definió la ministra de Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, el mundo está dominado por unos cuantos ricos, inmensamente ricos, que son dueños de todo cuanto en el planeta existe, cuya prosperidad dimanó inicialmente de los avances científicos y la transformación tecnológica; pero que, actualmente se deben a la manipulación financiera y a la inicua explotación de los seres humanos.

 Ahora, lo que dijo Popper: “La libertad amenaza las comunidades existentes, las solidaridades de siempre, las certidumbres de antaño y crea un desorden permanente, el desorden de la creatividad, del experimento, del cambio, del tratar de ser lo que queramos ser y no aquello para lo cual habríamos nacido según la tradición y la imposición de un cierto orden social. La libertad es, con otras palabras, la salida del ser humano de lo controlable y predecible, la entrada en la era del cambio incesante; y como tal pesa, cuesta e incluso cansa”. Cierta y comprobablemente, ahora es al revés.

En este momento, está muy lejos de lo que dijo: “la libertad no es otra cosa que la economía moderna de mercado regida por la libre competencia, que es el derecho de cada uno a competir con su trabajo, ingenio e inversión, y los frutos de los mismos, por la elección soberana de un consumidor. Una economía libre no acepta la coacción del productor ni del consumidor, sino que se basa en su consentimiento voluntario y es justamente por ello que nos somete a una constante presión: la de ser mejores para ganarnos la voluntad de los consumidores libres y no ser desplazados del mercado”.

La plutocracia, a través del neoliberalismo y la globalización, las dos caras del capitalismo feroz y salvaje, domina la economía por medio de monopolios cerrados que se protegen entre sí, para acaparar la riqueza producida por la mano del hombre.

Se trata de una falsa democracia, en que la sociedad es más cerrada que nunca.