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Chiflando en la loma

Ayer, el despistado secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, tuvo la ocurrencia de asegurar que viajará la semana próxima, concretamente el día 26, para dar los toques finales a la renovación del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, y que en ello hará valer los intereses de México por sobre cualquier otra consideración. No se abrió la camisa de golpe, como hace Supermán en busca de acción; pero, poco faltó.

Viene a resultar que nadie avisó al muchacho chicho (es un decir), que un día antes la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, llega a Ciudad de México para realizar una serie de entrevistas que incluyen una visita del presidente Enrique Peña Nieto y una plática con el candidato ganador de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador, a fin de hablar sobre el proceso de modernización del TLCAN.

Chiflando en la loma

A tanto llega el desconocimiento de Guajardo de lo que ocurre entre los tres países signatarios del Tratado, que afirmó, con absoluto desparpajo: “Tanto el Presidente electo como el Presidente constitucional han dicho que en materia de relación con Estados Unidos prevalece solo el interés de la nación; alineados todos en un mismo sentido, sólo estarán presentes los negociadores a cargo”. Con esas palabras quiere dar la impresión de que el gobierno que viene y el que se va, piensan de igual manera.

Perdido en la nebulosa del Petrus, aún no se ha dado cuenta de que tanto los Estados Unidos como Canadá han retrasado la modernización del Tratado en espera de que las nuevas autoridades de México hagan valer las demandas de que se avance en cuanto a la homologación salarial, con mejorías paulatinas en los sectores donde resulte más conveniente, como el automotriz y el aeroespacial; que se incorpore mayor porcentaje de partes producidas en la región a los bienes susceptibles de importación sin arancel.

Y, que se incorporen cláusulas precisas sobre la protección de los derechos humanos y el reconocimiento de los derechos de las mujeres a igualdad de oportunidades y de salarios en el desempeño de las actividades retribuidas. Los estilos del presidente de Estados Unidos y de la ministra de Canadá son muy distintos, quizá opuestos; pero, en este caso, están buscando que el TLCAN deje se ser un sistema para producir pobreza.

Si el obtuso Guajardo leyera, estaría enterado de que la Dra. Freeland es autora de un buen número de libros y ha dictado conferencias magistrales criticando el capitalismo. Dice que: “Y mientras destruimos el planeta en que vivimos, los súper-ricos están ahí frotándose las manos y construyendo cápsulas espaciales para mirar de lejos. Los súper-ricos operan por sus propias leyes físicas separadas, pero tienen que vivir en el mismo planeta que los pobres”. Alude a la generación de riqueza afectado al planeta.

Curiosamente, ayer fue publicado el estudio Tendencias de Empleabilidad 2018, elaborado por la app OCC Mundial, que opera como bolsa de trabajo, en el que señala que: “Durante el primer semestre la carrera con más demanda fue Administración de empresas, y publicó 50 mil 505 vacantes, y a pesar de que el sueldo oscila entre 14 mil y 18 mil pesos mensuales, el 47 por ciento de las vacantes ofrecen de 5 a 10 mil pesos, lo mismo para carreras como Contaduría, que es la segunda con más demanda. Otra de las carreras que más buscan los empleadores es la de Finanzas, la cual buscó 7 mil 985 vacantes, no obstante el 48 por ciento de las ofertas ofrecían solo 5 mil pesos mensuales”. Resulta que es más alto el costo de una carrera que el salario que se ganará.

Esas son las distorsiones que han permitido que con los tratados de libre comercio, en los que la práctica más socorrida es la triangulación comercial, los ingresos de los trabajadores se hayan precarizado de manera muy preocupante; el deterioro del medio ambiente se haya acelerado; y la explotación de las riquezas no renovables raye en niveles criminales.

Mientras ello ocurra, no habrá firma, y Guajardo se quedará chiflando en la loma.