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La empecinada realidad

Recién circuló en los medios la entrevista que se hizo a Deirdre N. McCloskey, quien todavía asegura, luego de preparar a los ‘Chicago Boys’, aquellos economistas que diseñarían e implantarían las medidas neoliberales en el Chile de Pinochet, que no se arrepiente, toda vez que: “ni Friedman ni yo enseñamos a acorralar a izquierdistas en los estadios y a dispararles”; y que la desigualdad no es problema sino oportunidad.

Para confirmarlo, se pregunta: “¿Qué es lo que queremos: una tiranía, que es la única manera de lograr la plena igualdad, que termina en pobreza para todos, como en Cuba o Corea del Norte, o una sociedad libre y prospera? Quizá combatir la desigualdad sea un error político. Quizá las condiciones materiales no sean tan determinantes como hemos querido creer. Quizá vivimos en el mejor de los mundos posibles, y deberíamos abrazar agradecidos el capitalismo. Quizá las ideas son el motor de la humanidad y el mercado es la única forma de liberar nuestra creatividad”. Lo asegura con convicción.

La empecinada realidad

Sin embrago, todo el enorme edificio de su argumentación, la argumentación de una “feminista aristotélica episcopal cuantitativa pro-libre mercado y posmoderna”, se va por el resumidero ante la contundencia de los testimonios publicados por la BBC, en los que muestra, descarnadamente, las cinco formas en que se dan las modernas formas de la esclavitud. Condición que en pleno siglo XXI niega todo sentido de humanismo.

La información basada en el Índice Global de Esclavitud 2016, que publica anualmente la organización de ayuda Walk Free Foundation cita en Australia, define a la esclavitud como una “situación de explotación a la que una persona no puede negarse debido a amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño”. No hay forma de evitarla más que huyendo para pasar del comal a la lumbre en calidad de migrante indeseado.

La forma más socorrida de esclavitud se da en el mar, sobre todo entre las miles de personas que son forzadas a trabajar en barcos de pesca, donde pueden estar durante años sin siquiera poder ver la costa. Las víctimas aseguran que: “si te atrapan tratando de escapar pueden matarte o lanzarte por la borda”. Tailandia, que es el tercer exportador de mariscos del mundo, ha sido acusado de formar las tripulaciones de sus barcos con birmanos y camboyanos que son forzados a trabajar como esclavos.

Luego viene la industria de las enervantes y los salones de belleza. El estudio señala que podría haber entre 10.000 y 13.000 víctimas de esclavitud en Reino Unido llegadas de varios países, incluidos Albania, Nigeria, Vietnam y Rumania. Que unos 3.000 niños de Vietnam están trabajando en fábricas de marihuana y salones de uñas. A las víctimas se les dice que sus familias serán lastimadas si se escapan.

En tercer sitio se sitúa la esclavitud sexual. El testimonio de Shandra Woworuntu, una activista contra el tráfico humano, que fue forzada a la esclavitud sexual en Estados Unidos en 2001, es dramático: “Me dijeron que yo les debía 30 mil dólares y que pagaría la deuda con 100 dólares cada vez que sirviera a un hombre”. La mujer salió de Indonesia, donde se le prometió trabajar en la industria hotelera, pero los intermediaros que la recibieron en el aeropuerto la entregaron a traficantes armados que la forzaron a llevar a cabo trabajos sexuales.

En los lugares cuarto y quinto están las formas más terribles de esclavitud y son las más comunes en la América indiana, donde un elevado número de personas son obligadas a la mendacidad y a trabajos forzados, algunos con sala­rios tan miserables que ni siquiera son suficientes para poder alimentarse.

Muy lamentable resulta que el Índice Global de Esclavitud detectó focos rojos en México en la explotación sexual, así como en los trabajos forzados en la construcción, la manufactura, en las granjas y en las ventas minoristas.

¿Do está la maravilla del capitalismo?