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La adicción, más adictiva

Hace ocho años se vaticinó en este espacio que la nueva adicción, más adictiva que cualquier otra, era el teléfono celular, en el que el ser humano, de todas las edades, de todos los estratos sociales, de cualquier lugar del mundo, gasta más recursos, más tiempo y más atención, descuidando los aspectos importantes de la vida, en especial la comunicación en vivo, la convivencia social y la comprensión de los fenómenos vitales.

Hace ocho años se vaticinó en este espacio que la nueva adicción, más adictiva que cualquier otra, era el teléfono celular, en el que el ser humano, de todas las edades, de todos los estratos sociales, de cualquier lugar del mundo, gasta más recursos, más tiempo y más atención, descuidando los aspectos importantes de la vida, en especial la comunicación en vivo, la convivencia social y la comprensión de los fenómenos vitales.

Como respuesta, varios lectores opinaron que se trataba de una exageración sin un sustento científico. Ahora, luego de acuciosos estudios en varios campos relacionados con las consecuencias adversas del uso del teléfono celular, se ve que provoca severas conductas antisociales; que impide una sana relación social, sobre todo entre jóvenes, y que provoca serios trastornos de salud, lo mismo de manera directa que indirecta.

La adicción, más adictiva

La Dra. Niobe Way, profesora de Psicología Aplicada en la Universidad de Nueva York, expresó que estar siempre conectado a los teléfonos inteligentes hace que la persona se aleje de la realidad. Además de las consecuencias en la salud, al mantener la cabeza gacha, las habilidades comunicativas y los buenos modales también se ven afectados. Pero, la mayoría cree que de alguna manera esa conducta antisocial no les afecta nada.

Agregó que: “No se trata de un problema que solo atañe a la juventud; está arraigado, es aprendido, emulado y repetido, en gran parte imitando a los adultos. Cuando los niños ven a sus padres con la cabeza agachada, imitan esa acción. En consecuencia, hay una pérdida de pistas no verbales que puede mermar su desarrollo. Cada vez sucede con más frecuencia que dejamos de hablar con los niños. Los enfrentamos a la tecnología cuando son pequeños y cuando son mayores, quedan absortos en ella”.

En el texto de hace ocho años, el autor contaba un chiste que repite con frecuencia: “Cuando era joven, estando con mi novia, buscaba la forma de agarrarle algo, aunque sólo fuera la mano, y de convencerla con argumentos de lo más fantasioso de que me permitiera darle un beso; ahora, la parejas están juntas, cada quien con su celular, lo mismo hablando con amigas, con parientes o chateando y ‘washapeando’, nada más”.

Nada más, que significa todo. ¿Cómo puede haber entendimiento, compresión, afecto entre los personas que carecen de las habilidades necesarias para comunicar, viendo al otro, sus sentimientos, sus pensamientos, al tiempo que comparten sus alegrías, sus dudas, sus temores, buscando las coincidencias y las discrepancias que lleven a saber si están listos para asumir compromisos mayores y para ser el pie de una familia feliz.

La adicción al teléfono móvil va creciendo aceleradamente por las mismas razones y los mismos motivos que otras adicciones. Según el Centro de Investigaciones Pew se observó que en 2010, los adolescentes entre los ocho y los 18 años pasaban más de 7.5 horas al día utilizando medios digitales; para 2015, reportó que el 24 por ciento de los adolescentes están en línea casi de manera permanente, dentro y fuera del hogar.

En su libro Alone Together: Why We Expect More From Technology and Less From Each Other, la socióloga Sherry Turkle analizó treinta años de interacciones familiares y descubrió que los niños ahora compiten con los dispositivos de sus padres para captar su atención y, en consecuencia, se tiene una generación temerosa ante la espontaneidad de una llamada telefónica o la interacción frente a frente. Al parecer, hoy en día el contacto visual es opcional y la sobrecarga sensorial a menudo puede significar que nuestros sentimientos estén constantemente anestesiados”. ‘Pos´sí’.

Ya en lo inmediato, es claro que el teléfono celular, que se presuponía un óptimo recurso para mejorar la comunicación humana, ha venido, en realidad, a entorpecerla y complicarla, de tal suerte que, como prácticamente todas las adicciones, ha hecho del ser humano un esclavo de sus demandas, cada día crecientes, tanto por la innovación tecnológica, que saca al mercado equipos y aparatos cada ves más sofisticados, como por la publicidad apoyada en las más avanzadas técnicas de mercadotecnia y dominio subliminal.

Quizá por ello, investigadores de la Universidad de Míchigan aseguran que los niveles de empatía entre la población se han desplomado mientras que el narcisismo se ha disparado, lo que afecta el desarrollo emocional, la confianza y la salud. Cada vez que se pega la barbilla al pecho y se ladea la cabeza como avestruces humanas, se avanza en la adicción y se le promueve.