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La Virgen no habla

Con la Cuarta Transformación se busca liberar al país y a los paisanos

Habría que releer a don José Rubén Romero para aquilatar su peso en la literatura universal; pero, si no llegará a figurar en ésta, seguramente que en nada desmerecería su fama como uno de los mejores narradores costumbristas de México, famoso por su obra La vida inútil de Pito Pérez, que, en realidad no fue tan banal como dice el título por cuanto es un pozo profundo de sabiduría popular; pero, que, además, retrató la vida de la provincia mexicana antes de llegar la modernidad.

Don José retrató personajes típicos de aquel México pasado, como Farfán, el pueblerino que llegó a la ciudad con una carta de su padrino para el señor ministro, quien nunca lo recibió, y que de tanto hacer antesala se convirtió en el mandadero de la oficina. Era un hombre acostumbrado a servir y lo hacía con prontitud y eficacia en todo lo que se le encomendaba, por lo que no pudo pasar desapercibido y un día recibió el nombramiento de conserje; a partir de ahí Farfán cambió.

La Virgen no habla

Apoltronado en el sillón que tanto tiempo ocupó, dejó de recibir órdenes, sin importar que fuera de carácter oficial o los mandados que hacía al personal. No hubo poder humano que lograra que Farfán cumplieran con sus tareas de conserje, abriendo la puerta, limpiando las estancias y los muebles o atendiendo a las personas que requerían algún servicio. Ni las propinas estimulaban su voluntad para ir a hacer algún mandado, pues ya tenía un buen sueldo oficial. "Que vayan otros, yo ya soy burócrata. Que otros hagan los méritos que hice tanto años, yo ya estoy dentro".

Este cuento se aplica muy bien a las huestes fascistas que por tantos años vivieron de la holganza y la simulación y que ahora que son puestos a trabajar, se quejan y demandan beneficios que jamás han merecido. En todos los niveles de la administración pública en cada trienio, en cada sexenio llegaban nutridas hordas de ganapanes que se incrustaban en la administración pública no para servir, sino para hacer la vida de cuadritos al ciudadano común y corriente. Son un pesado lastre.

Con la Cuarta Transformación se busca liberar al país y a los paisanos de los estragos provocados por la burocracia estéril y demandante, que exige derechos pero no cumple con sus obligaciones. Por donde se vea, hay deficiencia en los servicios que el Estado está obligado a prestar por mandato de ley, no que el régimen falle; sino, la ausencia de compromiso por parte de los que deben dar la cara al público y atender sus demandas y necesidades. Falta mística de servicio.

Incumplir con la tarea inherente al cargo o puesto de carácter público es una forma de corrupción tan grave como los escandalosos atracos de la alta burocracia, que no tuvo medida para hacerse de mulas a la mala. El que recibió 10 millones de dólares de soborno es tan culpable como el que hace que trabaja y se la pasa en la pura holganza. Recibir órdenes del jefe en lugar de cumplir lo que establece la ley, igual. O aquel que como José Alfredo, está que va, que va, y nunca ha ido.

Nomás para dar una idea del tamaño de la incongruencia de los que hoy se dicen afectados en sus derechos por el nuevo gobierno, podrían señalarse cinco aspectos fundamentales: seguridad, salud, educación, servicios primarios y movilidad humana. En esos cinco aspectos, México está muy mal calificado por los organismos internacionales que evalúan los niveles de desarrollo de un país y de eficiencia de su gobierno. Pero, lo peor; en cuanto a corrupción, México es el primero.

Si se preguntara a cualquier trabajador de los sectores mencionados, la respuesta emerge casi automática: "Yo qué sé, ese es asunto del gobierno". Ninguno se hace cargo de la responsabilidad que le compete en el fracaso de los cinco rubros; como que no acepta la obligación que se deriva del derecho a recibir un salario y el cúmulo de prestaciones con que éste se complementa. Hacen como dijo Sor Juana: "Parecer quiere el denuedo/ de vuestro parecer loco/ al niño que pone el coco/ y luego le tiene miedo". Dejar de hacerle al loco, ponerse a trabajar para purgar sus faltas.

Si quienes ahora se desgañitan hubieran hecho las cosas bien, como indica la ley, no hubiera necesidad de tomar las medidas que ahora se requieren para restaurar el estado de Derecho y la aplicación justa, precisa y cabal del espíritu de la ley. Hay que recordar que la Virgen no habla.