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¡Arrepentíos, pillos!

El quinto sello habla de aquellos que serán martirizados por su fe durante el tiempo del fin

Aunque San Juan deja muy claro en su libro de las revelaciones, que quienes sirven a Dios no tienen por qué tenerle miedo. Y aunque muchas personas relacionan la palabra Apocalipsis con un gran cataclismo, este libro dice, tanto en la parte inicial como en las páginas postreras, que quienes lo lean, lo comprendan y actúen en conformidad con él, serán felices. Se trata, entonces, de leer, de entender y de vivir de acuerdo a los mandamientos que los mismos textos contienen.

Pero, no. A lo largo de los siglos se ha interpretado el Apocalipsis de muy diversas formas. Tal vez la más aceptada sea la historicista, situando los acontecimientos en la etapa decadente de la Roma Imperial que coincide con el auge del cristianismos como una religión de Estado. La Babilonia que el autor refiere podría ser la Roma perdida, una ciudad absorbente, consumista, pagana; que podría resultar hoy en día cualquier ciudad del hemisferio occidental rendida al becerro de oro.

¡Arrepentíos, pillos!

La necesidad de leer y entender está intrínseca en la obra misma, pues aunque su lenguaje es simple y llano, está cargada de un gran simbolismo, que es, precisamente, lo que debe estudiarse. Habla de los Siete Sellos, que conducen a Siete Trompetas y éstas, a su vez, llevan a las Siete Copas. 

Dejando a cada quien en libertad de conocer más, habría que decir que el primero de los sellos conduce al alejamiento de la fe; el segundo a la guerra, esto es la rivalidad de los hombres por los bienes materiales; el tercero a la hambruna, que ocurre cuando unos cuantos acaparan todo y dejan a los demás sin nada; el cuarto a las tres plagas que amenazan la vida en la tierra.

El quinto sello habla de aquellos que serán martirizados por su fe durante el tiempo del fin. Dios escucha sus ruegos por justicia y la ejecutará a su tiempo, en la forma del sexto sello, junto con los juicios de las trompetas y las copas. Cuando el séptimo de los siete sellos es abierto, ocurre un devastador terremoto, causando una crisis masiva y una terrible devastación, con inusuales fenómenos astronómicos. Los impíos tendrán pavor y  gritarán, "Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero, porque el gran día de Su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?".

Cualquier comparación de los habitantes de Babilonia con las sociedades modernas no es casualidad.

Mediante una gran licencia y sin afán de entrar en controversia, habría que señalar que el ser humano ha extraviado su esencia y que ha olvidado que es hijo de Dios y que, por lo tanto, todos los demás pobladores de la Tierra son sus hermanos con los que tiene un gran compromiso de solidaridad y amor. Al renegar de la fe que lo obliga a actuar cordialmente con sus semejantes, perdonando las faltas que son producto de la ignorancia y de la confusión, se pierde a sí mismo.

Al dejarse llevan por la codicia y la avaricia, quitando el pan de la boca a los niños para aumentar sus caudales, siempre estériles, el hombre se sitúa en la posición de defender, a costa de lo que sea, lo que considera que es suyo, no porque lo haya ganado, sino porque lo ha arrebatado a otros, dando lugar a la confrontación que, finalmente, termina en guerras que nadie ganará.

Cuando los hombres van a la guerra, los campos quedan sin labrar; no hay comida, no hay nada que pueda remediar las carencias de la población, la mayor parte de la cual no tiene nada que ver con los conflictos. La hambruna pega con mayor intensidad a los más débiles, a los que los fuertes debían proteger de acuerdo a los mandatos superiores. El hombre se vuelve el lobo del hombre.

Lo demás se refiere a la súplica de justicia y cómo ésta llega desde lo alto en forma terrible en la que ocurrirán hecatombes que obligarán a los hombres a recordar su fe y la necesidad de abrir el corazón para los desdichados a los desposeídos, a los peregrinos y a los encarcelados.

Ayer ocurrió un fenómeno que causó asombro y dejó ver las maravillas de la creación. Sí; pero, también ocurrió que la gente tiene sed, que hay podredumbre por doquier, que la tierra se abre a los pies de los caminantes, que la gente muere en una guerra atroz que viene desde muy lejos y que ha cobrado ya demasiadas vidas. Tal vez el eclipse es una de las señales que dijo San Juan.