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Dureza de corazón

En su libro Poder y dinero. La justicia social según Bergoglio, Michele Zanzucchi, expresa que: "Arrinconar, como si fueran insignificantes, a los refugiados que huyen de las guerras o de la miseria, a los niños que han sufrido abusos o esclavizados, a los pobres que mueren de frío a la puerta de nuestras casas, a los pequeños, jóvenes o adultos que simplemente tienen cualidades diferentes de las que se consideran 'normales', a los viejos que ya no tienen capacidades motoras o intelectivas. Todos estos actos no solo son una terrible injusticia, sino además enorme bumerán social cuyos malos efectos pagarán antes o después nuestras sociedades con intereses altísimos".

La cita del libro se hizo presente durante el evento en que el obispo de la diócesis de El Paso, Texas, Mark Seitz, llevando de la mano a una niña migrante hondureña cuyos abuelos maternos fueron asesinados por pandilleros, fue detenido a mediación del puente internacional que une a esta población con Ciudad Juárez y aprovechó para pronunciar un discurso que pinta cabalmente lo que ha venido ocurriendo en el país que hasta hace poco era un referente de sentido humano.

Dureza de corazón

Dijo el obispo Seitz, quien ocupa la diócesis desde 2013, que: "Estados Unidos sufre un caso de endurecimiento del corazón que amenaza la vida... Si hablan otro idioma o son morenos o son indígenas, pues así es más fácil despreciarlos. ¿Por qué no podemos ponernos en sus zapatos? Hemos decidido que son extranjeros e ilegales; creemos que estos padres simplemente no tienen derecho a salvar a sus hijos de la violencia o la desnutrición, no tienen derecho a un trabajo ni a mantener a sus familias. El desprecio que expresan la sociedad y el gobierno de Estados Unidos, parece indicar que preferiríamos que murieran en las orillas del río Bravo".

No es esta la primera vez que el obispo critica la indiferencia y, en ocasiones, los excesos contra la migración a la que se considera ilegal no obstante que la ley concede derechos inalienables a los extranjeros que puedan llegar a territorio americano. El 18 de julio de 2017, emitió una carta pastoral sobre la inmigración en el que dijo que: "Los líderes elegidos no han reunido aún el coraje moral para aprobar una reforma migratoria integral, permanente" y elogió los esfuerzos de los "heroicos individuos, familias, pastores, religiosos, parroquias e instituciones que están al servicio de los migrantes y refugiados" y se pronunció en contra de "la militarización de nuestra frontera".

Con su ejemplo y con su dedicación, el obispo Seitz logró lo que muchos políticos consideran un asunto irresoluble: que las personas a quienes acompañó a cruzar el puente, la familia hondureña de cinco miembros y un ciudadano de El Salvador, fueron autorizados a permanecer en Estados Unidos mientras se procesa su solicitud de asilo. Luego de su pequeña victoria el religioso dijo: "Espero que podamos hacer su camino más ligero". Sin embargo, son sólo seis de las 7 mil gentes que han sido retornadas por Ciudad Juárez para esperar su cita con la justicia de este lado del río.

El asunto de la migración no únicamente se manifiesta en el rechazo al cumplimiento de las disposiciones legales que señalan que los solicitantes de asilo o refugio deben permanecer en suelo americano mientras se resuelve su situación en base a lo que las normas migratorias indican; sino, también, en las medidas de presión en contra de los intereses de la población fronteriza a ambos lados del río Bravo, que vienen sufriendo demoras absurdas e inexplicables en los tiempos de cruce por los puentes internacionales y no sólo de instancias federales, sino también locales.

Mientras ello ocurre, personas, organizaciones civiles e instancias gubernamentales o sociales se hacen de la vista gorda ante las medidas adoptadas por las autoridades migratorias que buscan restringir el paso de transeúntes que cumplen con todas los requisitos de ley y que cruzan  para ir en pos de ventilar asuntos de negocios, turismo, familiares o particulares, sin ninguna intención de atentar en contra de los intereses del país huésped o trastocar el orden en la convivencia pacífica. Quizá por ello, las crónicas del evento señalan la ausencia del obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres, quien preside la Comisión de Movilidad Humana del Episcopado mexicano.

En los cruces por los puentes fronterizos ocurre un fenómeno interesante, pues el pago del peaje tiene la virtud de convertir a los residentes de la frontera mexicana en personas respetuosas, ordenadas, limpias y comedidas. El oprobio de la impunidad de las conductas antisociales se trasforma en observancia obligada de las normas de convivencia civilizada, entonces ¿qué beneficio tienen las demoras en el tráfico internacional? ¿Será que tiene razón el obispo Seitz?