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La vida propia del dinero

Las aseguradoras han hecho del temor al secuestro y del secuestro mismo una industria, velando siempre por sus intereses, no importándoles ni la vida del secuestrado ni el dolor que sus tácticas dilatorias causan a sus familiares

En la película de Ridley Scott Todo el dinero del mundo, que recrea el secuestro de uno de los nietos del magnate Paul Getty y su proceder, éste explica a uno de sus ayudantes la diferencia entre hacerse rico y simplemente serlo: “Porque cualquier estúpido puede acabar amasando una fortuna; pero, no todos saben tenerla”. Con ello justifica por qué, teniendo una gran riqueza, se niega a pagar el rescate del muchacho y, en cambio, acude a una agencia negociadora del caso.

Actitud muy diferente a la de la madre del secuestrado que, sin dinero, hace todo lo posible por rescatarlo y evitar que sea sacrificado. Existe la intención del cineasta de hacer muy evidente la discrepancia entre lo que piensa y hace el magnate y la posición de la madre, todo ello en torno al dinero, echando de ver que, en determinado momento, el dinero tiene prevalencia sobre las personas y por encima de la familia y otras consideraciones de índole humanista.

La vida propia del dinero

Scott recrea el secuestro ocurrido en la Italia de los años 70; pero, tiene aplicación en todos los casos de ese tipo, como el secuestro del banquero Alfredo Harp Helú ocurrido el 13 de marzo de 1994 (cuando ya se contaba entre los hombres más ricos del mundo), quien exigía a sus empleados y socios pagar el rescate que pedían los plagiarios de manera infructuosa, pues el dinero estaba de por medio y no era caso que el emporio bancario de su propiedad fuera a tener bajas utilidades.

Helú, primo de Carlos Slim, envió una carta harto dramática que decía, entre otras cosas: “Me comunican que han contactado ustedes personas e instituciones mexicanas y extranjeras que lo único que pueden ocasionar es poner en peligro mi integridad física y mental … Ustedes me conocen, yo soy práctico y concreto y ya no puedo soportar más esta terrible situación, por lo que les suplico actúen de inmediato”; pero, no. También acudieron a un panel de negociadores.

La respuesta de los plagiarios fue contundente y de haberla aprovechado Scott hubiera sacado más raja a su filme: “Ustedes (los directivos de Banamex) contrataron una aseguradora que fríamente negocia con la vida de los secuestrados y ésta les asegura que a un bajo costo el señor Alfredo Harp Helú regresará sano y salvo, y que está bien de salud y que no lo mataremos, pues lo que a nosotros nos interesa es únicamente el dinero y todo es cuestión de tiempo ¡CRASO ERROR! Este esquema no resultará. Estamos decididos a ejecutarlo si no cumplen nuestras condiciones.

Las aseguradoras han hecho del temor al secuestro y del secuestro mismo una industria, velando siempre por sus intereses, no importándoles ni la vida del secuestrado ni el dolor que sus tácticas dilatorias causan a sus familiares. Las aseguradoras tendrán en su haber UNA EJECUCION MAS ante su equivocación, al pretender imponer tarifas que por irrisorias son inaceptables, y de ello ustedes serán los principales responsables”. Harp fue liberado a cambio de 30 millones de dólares.

Ridley sí aprovecha su película para presentar la otra cara de la moneda, la de una familia con principios a la que si le interesa la vida de su hijo y que hace denodados esfuerzos por rescatarlo con bien del plagio; pero que carece de recursos y así se lo hace saber a uno de los contactos. El argumento de Getty para no dar el dinero es que: “Si pago un penique por él, acabarán secuestrando a mis 14 nietos”, palabras que no entienden los padres preocupados y afligidos.

En estos días, ya las tácticas del dinero no están encaminadas al secuestro de una persona o de un grupo específico; ahora, el dinero secuestra países enteros sin importar el respeto a las normas del derecho internacional o lo que quieran sus habitantes. El dinero, ya con vida propia y autonomía, celosamente guardada por los emporios financieros y el apoyo de sus milicias mercenarias, va sobre todo lo que garantice su crecimiento y contra lo que se pueda convertir en obstáculo.

El dinero, como eficaz instrumento de la cultura capitalista, es una gran maquinaria al servicio de la eliminación de todo aquello que tienda a promover las relaciones humanas y el cúmulo de experiencias espirituales que de ellas dimanan. El dinero, inclusive, ha dejado de ser un elemento tangible y ahora es el juego que se metamorfosea constantemente para escapar de la comprensión humana y así obstaculizar la defensa. 

Es, también, el ladrón que despoja a sus dueños de lo más valioso que tienen: el alma.