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La transformación de Salinas

Salinas siempre se vio a sí mismo como un gran transformador de las políticas sociales y económicas

El 4 de octubre de 1987, los principales periódicos de la capital 'cabecearon' su nota principal con la disyuntiva: Sergio García Ramírez o Carlos Salinas de Gortari. Aunque muchos de los periodistas de cabecera de la Presidencia, ya había recibido información previa acerca de quién sería el candidato oficial ganador a la primera magistratura del país, se presentó una confusión cuando Federico, el hijo del presidente Miguel de la Madrid, hizo circular una tarjetita a sus allegados con las iniciales SG.

Esta circunstancia dio pie para una comedia de enredos y es clásica la historia en la que se dice que Alfredo del Mazo Sr. corrió a felicitar a su amigo Sergio García Ramírez por su postulación como candidato del Partido Revolucionario Institucional. Éste le respondió que no sabía nada y le recomendó no seguir haciendo olas, porque podría resultar muy peligroso. A final de cuentas, todo se aclaró y las iniciales fueron de Carlos Salinas de Gortari, quien ya desde la secretaría de Programación y Presupuesto regía.

La transformación de Salinas

Entonces se decía que Salinas era un hombre de poder, hecho para la política y forjado desde la cuna para ocupar el cargo que le fue negado a su señor padre, Raúl Salinas Lozano. Según sus biógrafos, ingresó a los 18 años a las filas del PRI, haciendo una meteórica carrera política. Comenzó a trabajar en la Secretaría de Hacienda en 1971 y, 10 años después, diseñó la campaña electoral de Miguel de la Madrid a la Presidencia. Tras una abrumadora victoria en los comicios de 1982, fue nombrado director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales y, después, secretario de Programación y Presupuestos.

Salinas siempre se vio a sí mismo como un gran transformador de las políticas sociales y económicas. Una de sus propuestas era: "La lucha por igual consideración de todos los habitantes (justicia social), el rechazo de los monopolios (libre competencia), la secularización de la sociedad (libertad de cultos y su práctica íntima), la supremacía del poder civil (soberanía popular), la propuesta federal detrás de las regiones (federalismo) y, la convicción nacional frente a las amenazas y las pretensiones extranjeras".

Concediendo la gracia de la duda acerca de los términos de su discurso, hay que decir que el candidato Salinas era muy diferente al presidente Salinas. Mismo hombre, similar propuesta; pero acciones muy diferentes. Puede ser que los compromisos que contrajo, luego de su cuestionado triunfo en las urnas electorales, operado desde el Congreso por el tenebroso Diegos Fernández de Cevallos lo obligaran a rectificar.

Carlos Salinas contendió por la Presidencia contra Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del general Cárdenas, postulado por el Frente Democrático Nacional y contra Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, por la fracción tradicional del Partido Acción Nacional. Hay evidencias de que Cárdenas pactó con Salinas a cambio de la Regencia del Distrito Federal y Maquío fue muerto en accidente carretero.

Para consolidarse en el poder, Salinas pactó con los adalides del capitalismo salvaje, con la Iglesia, con el Ejército, con los Estados Unidos y con las corrientes neopanistas jefaturadas por Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos, cediendo y concediendo parcelas de poder que fueron prontamente ocupados por quienes se sentían dolidos de las políticas de los gobiernos revolucionarios.

En septiembre de 1988, cuando se debatía en la Cámara de Diputados la calificación de la elección presidencial, Clouthier demandó a los legisladores anular las votaciones por las irregularidades cometidas en la jornada electoral y exigió la apertura de los paquetes electorales. También realizó un ayuno, del 15 al 22 de diciembre de 1988, en la columna de la Independencia de la Ciudad de México. Clouthier murió en un inverosímil accidente automovilístico en compañía del diputado del PAN Javier Calvo Manrique, el domingo primero de octubre de 1989, en la carretera que va de México a Nogales.

Salinas entregó los monopolios de Estado a empresarios que pagaron 25 millones de dólares cada uno por pujar en la subasta. Los monopolios siguieron siéndolo; pero ahora en manos de particulares, firmó el tratado de libre comercio que permitió la explotación laboral y convirtió al país en un mercado cautivo, reanudó relaciones con el Vaticano y dio poder a la Iglesia, el Ejército asumió funciones más allá de la Constitución, nulificó el empuje de los sindicatos y creó agrupaciones gremiales fascistas.

Ahora que se está en vías de recuperar el estado de derecho y de reivindicar los postulados de la primer revolución social del siglo XX, cuyo contenido estaba plasmado en la Constitución del 17, los afectados han salido a la calle para manifestarse en contra de las políticas que les han arrebatado sus privilegios; pero, son tan tímidos sus reclamos, tan absurdos sus argumentos, tan manidas sus tesis, que pocos son los que se paran a escuchar. Ya nadie cree que la luna sea de queso, o que la caridad es justicia

Si en estos momentos se oyera a Salinas, cuando dijo: "Hoy la reforma de la Revolución da vigencia y relevancia presente al liberalismo social que garantiza nuestra idea histórica del país. Lo hace para realizar los fines de soberanía, justicia, libertad y democracia. Construimos aquí una nueva visión de la Revolución para nuestros tiempos, orgullosos del pasado pero que no se sujeta a sus medios", dirían ¡que absurdo!

O, cuando afirmó: "Obedece a razones constitucionales, al propósito de realizar los valores fundamentales de la Revolución Mexicana y/o Constitución Política de 1917. El punto crucial es: las razones de la desincorporación no son un mero problema financiero... no se trata de razones de eficiencia de las empresas o los empresarios públicos... La tesis es de política general: que el Estado cumpla sus responsabilidades constitucionales y sus compromisos sociales fundamentales". Más absurdo.

México es un experimento fallido del neoliberalismo; pero, lo que ocurre aquí no es diferente a lo que sucede en otros países, donde el capitalismo salvaje es abominado por tanto daño que ha hecho a la humanidad, no sólo en el terreno de la economía, que ha permitido la aberrante acumulación de la riqueza en pocas manos a costa del hambre de millones que mueren inanición en todos los confines; sino también por la deshumanización de las relaciones sociales.

Quizá ha llegado la hora de la auténtica solidaridad, esto es: la fraternidad universal en tanto que todo hombre es como un grano de arena en la inmensa playa de la creación.