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La Tercera Vía

La historia no siempre es justa, hasta que el tiempo, el bálsamo de Fierabrás del que hablaba nuestro señor don Quijote, pone a cada quien en su lugar. La Tercera Vía, título de este texto, proclamada como alternativa al margen de las propuestas y demandas de la Guerra Fría que libraron las potencias en su afán de adueñarse del planeta, concretada durante los movimientos sociales y estudiantiles en Europa, especialmente Francia y Alemania a fines de los 60s, ya era una realidad en el México revolucionario.

Al término del periodo constitucional del general Lázaro Cárdenas del Río como presidente de México, existía la convicción de que el sucesor habría de ser su ‘hermano’ y paisano, el también general Francisco J. Múgica, un militar, político, legislador y científico de muy altas prendas. Hay que decir que como secretario de Economía Nacional llevó a cabo una serie de medidas audaces para pasar a manos del Estado las actividades económicas fundamentales, destacando la creación de Petromex.

La Tercera Vía

Durante el Congreso Constituyente de Querétaro, fue una figura descollante y sus ideas tienen que ver con los artículos 3, 27, 28 y 123 de la Constitución de 1917. Pero, quizá sea en 1936, cuando participó en los trabajos para dar a luz la Ley del Petróleo, su tarea más importante, cuando dijo que: “el gobierno faltaría a uno de sus más elementales deberes, si no dedicara la mayor energía en que sean los nacionales quienes gocen del bienestar que deben proporcionarles las riquezas del subsuelo mexicano”.

Con todo ello, el presidente Cárdenas expresó sus simpatías por el general Manuel Ávila Camacho para ser postulado por el Partido de la Revolución Mexicana a la presidencia. Don Lázaro entendió bien el sentido de los tiempos y, luego de haber avanzado mucho en el terreno de las propuestas socialistas, buscó a una persona que, aunque también revolucionario, con una impresionante carrera en las armas y en la política, tuviera la capacidad de conciliar los intereses afectados con la tarea del nuevo gobierno.

Don Manuel, oriundo de Teziutlán, Puebla, donde vio la luz por primera vez el 24 de abril de 1897, fue conocido como el Presidente Caballero. Era un político nato con un sentido práctico, a diferencia del radicalismo de Múgica. De esta manera llevó a cabo una obra notable en la administración pública federal, con avances substanciales en el cumplimiento de las propuestas de la Revolución, pero junto a los demás poderes fácticos de la época. Su legado no ha sido aquilatado plenamente hasta estas fechas.

Al fin de su administración, entregó el gobierno a un civil, terminando así la era de los militares en el poder. Fue el promotor de la práxis política que cuarenta años más tarde sería llamada la Tercera Vía, esto es, ni socialismo ni capitalismo, sino un camino propio fundado en el nacionalismo revolucionario, la democracia con justicia social y la rectoría del Estado en materia económica. Entre sus grandes logros pueden destacarse el substancial incremento presupuestal para la construcción de escuelas; la intensa campaña de alfabetización; la edición y distribución de 10 millones de cartillas y 10 millones de cuadernos de escritura. Quizá lo más importante fue la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social y la reanudación de las relaciones diplomáticas con la Gran Bretaña y la Unión Soviética. 

Ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, que puso en vilo al planeta y creó un clima de temor y zozobra, el presidente Manuel Ávila Camacho supo concitar a la unidad nacional, una estrategia política que le permitió llevar a cabo diversas medidas de control. La idea implícita fue el sacrificio por la patria, la prioridad de los intereses generales sobre los particulares y la adopción de medidas económicas en aras del bienestar nacional. Logró imponer el espíritu revolucionario al interior y llevar al ámbito internacional la imagen de México como una democracia sólida con crecimiento firme y sostenido.

El 20 de abril de 1943 , el presidente Avila Camacho se reunió en la ciudad de Monterrey con el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, en lo que fue la segunda reunión de presidentes de las naciones vecinas de la historia. Ahí el visitante reconoció a su homologo y pronunció palabras que han quedado grabadas en el libro del acontecer binacional: “El gran pueblo mexicano ha puesto su pie en la ruta hacia un progreso cada vez mayor, de modo que todo ciudadano pueda gozar de la mayor medida de seguridad y oportunidad posible. El Gobierno de los Estados Unidos y mis compatriotas estamos listos a contribuir a ese progreso”. 

Don Manuel vivió en su rancho de La Herradura una vida tranquila, alejado totalmente de la política. Falleció en el Distrito Federal el 13 de octubre de 1955.