La morisqueta

Datos difundidos por las redes sociales señalan que el presidente Enrique Peña Nieto, luego de inaugurar el Hospital de Apatzingán, Michoacán, quiso conocer un comedor comunitario fuera de agenda; un comedor comunitario de la Secretaría de Desarrollo Social operando de manera ordinaria, como todos los días. Así, pudo sentarse a la mesa con los niños y personas beneficiarias de este comedor, que oficialmente deben ser 120.
Se sentó a la mesa y le fue servido un plato de arroz con frijoles (algunos dicen que con queso, al estilo de la morisqueta michoacana), rociado con agua de fresa y una tortilla grande, como se usa en la región. El presidente probó la tortilla y la comida, para luego hacer los comentarios oportunos acerca de la cruzada contra el hambre emprendida por su gobierno. No dejó entrever en su semblante si lo que vio le gustó o le causó malestar.
Para un hombre acostumbrado a una alimentación de excelencia, con ricos manjares confeccionados por cocineros expertos, rociados con vinos de magnificas cosechas, el arroz con frijoles pudo parecerle poco o mucho. Su parecer se lo guardó, lo que no pueden hacer quienes asistieron al evento, sea de manera presencial o mediática. Un plato de arroz con frijoles, como la polenta, puede ser un paliativo temporal del hambre; pero, de ninguna manera, considerarse como la solución a las necesidades de los pobres.
Claro que existen opiniones, como la de la nutrióloga María Magdalena Álvarez Ramírez, coordinadora de la Maestría en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Facultad de Nutrición Universidad Veracruzana (UV), quien durante su participación en el IV Foro Nacional para la Seguridad Alimentaria y Nutricional, aseguró que un plato de arroz y frijoles proporciona al organismo la misma calidad en proteínas que la carne.
Pero, ya en los hechos, como quiso constatarlo el presidente, la cosa cambia. Tal vez, en algún momento, los beneficiarios del programa alimentario, quisieran cambiar el arroz con frijoles por algún trozo de carne, aunque se tan dura como la suela de los zapatos. En la edad temprana, lo señalan los rancios cánones de la alimentación racional, los niños deben recibir una alimentación balanceada, conteniendo todos los elementos de la pirámide alimenticia, en cantidades suficientes. La morisqueta, que recuerda los ‘moros con cristianos’ de Cuba, puede ser plato contingente, pero no la base de la alimentación.
¿Por qué no puede ser el arroz con frijoles la comida ordinaria? Porque, de acuerdo a los “Lineamientos Específicos del Programa de Comedores Comunitarios, en el marco de la Cruzada contra el Hambre”, estos reciben recursos suficientes para ofrecer a la gente del padrón de beneficiarios una alimentación de mucho mejor calidad. No como la del Lic. Enrique Peña Nieto; pero, tampoco tan pobre como la que él mismo debió probar.
“El monto de los subsidios por Comedor se determinará de la siguiente manera:
1.- Por única vez, un monto por Comedor de hasta $143,625.42 (Ciento cuarenta y tres mil seiscientos veinticinco pesos 42/100 M.N.) o de hasta $139,049.82 (Ciento treinta y nueve mil cuarenta y nueve pesos 82/100 M.N.) para la instalación y equipamiento del Comedor, si es Comedor rústico, o semi–industrial, respectivamente.
2.- Un monto mensual de abasto por Comedor de hasta $79,569.60 (Setenta y nueve mil quinientos sesenta y nueve pesos 69/100 M.N.) y de $15.07 (Quince pesos 07/100 M.N.) por ración alimentaria por persona. Estos recursos se destinarán, exclusivamente para la adquisición de alimentos no perecederos para su procesamiento en los Comedores.
3.- Un monto por Comedor de hasta $5,000.00 (Cinco mil pesos 00/100 MN) para la instalación de un huerto demostrativo”.
Haciendo números, con los cerca de ochenta mil pesos mensuales que se destinan a cada comedor, obligado a atender 120 comensales, se tiene a cada uno le toca un poco más de 33 pesos, lo que, sumador a la cuota diaria de 15 pesos con 7 centavos, se tiene que para comer en los comedores comunitarios de Sedesol hay disponibles 48 pesos con 7 centavos, suficientes como para una comida variada y decente en un restaurante, ya no se diga en una institución oficial operada por voluntarias.
Al presidente la morisqueta pudo gustarle, pero a los que saben hacer números, no.




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