La expropiación petrolera

La expropiación de las empresas petroleras extrajeras que dominaban la industria del oro negro en el país desde finales del siglo XIX, que llevó a cabo el general Lázaro Cárdenas del Río, presidente de la República, fue por la renuencia de los empresarios para cumplir con el pago justo a los trabadores del ramo que se habían constituido en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana para defenderse mejor.
Lázaro Cárdenas conoció de manera personal la injusticia de las empresas petroleras extranjeras para con los trabajadores mexicanos cuando fue comandante de la región militar de la Huasteca, donde tenían asiento las petroleras más grandes, especialmente El Águila, que tomó un nombre mexicano para ocultar su procedencia. Vio cómo los trabajadores eran explotados por los magnates de la industria petrolera enriquecidos.
En 1937, las negociaciones entre el Sindicato y las compañías petroleras no habían logrado llegar a un acuerdo; los obreros demandaban la firma de un contrato colectivo de trabajo, una semana laboral de 40 horas, el pago de salarios completos en caso de enfermedad y la cantidad de 65 millones de pesos para pago de salarios y prestaciones. Los empresarios rechazaban firmar el contrato y ofrecían tan sólo 14 millones de pesos. El día 17 el sindicato emplazó a huelga a las petroleras; la hizo efectiva a partir del 28.
Por intervención del gobierno, que no podía aceptar que escaseara la gasolina y demás combustibles en el país, el sindicato aceptó levantar la huelga y que el conflicto fuera resuelto mediante la intervención de una comisión integrada por tres personas con la suficiente calidad moral como para llevar a cabo un análisis imparcial de la situación y determina r lo conducente. El informe de la comisión fue favorable a los trabajadores.
En base en ello, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje respaldó el dictamen de la comisión pericial, el cual fue rechazado por las empresas que alegaban no tener la suficiente capacidad para cumplir con las demandas obreras; además, refutaban que la compañía El Águila fuera una empresa extranjera y que tuviera utilidades superlativas. La comisión demostró lo contrario, inclusive con la presentación de balances de cuenta.
El 18 de diciembre la Junta falló a favor de los trabajadores, por lo que las empresas petroleras acudieron a la Suprema Corte de Justicia en busca de un amparo que les permitiera sustraerse al cumplimiento del dictamen. El 1 de marzo de 1938, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ratificó el laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, negó el recurso presentado por los abogados de los empresarios y estableció como fecha límite el 7 de marzo para que las compañías petroleras acataran la sentencia.
A las 10 de la noche el 18 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas declaró la expropiación mediante la cual la riqueza petrolera, que explotaban las compañías extranjeras, se volvió propiedad de la nación mexicana, que era uno de los más caros ideales sociales de la Revolución Mexicana asentados en el artículo 27 constitucional y que respondía a la política nacionalista que permitió el crecimiento y desarrollo del país.
El general Francisco J. Múgica, llegó a la Huasteca como representante legal de varios empresarios nacionales defraudados por las petroleras extranjeras, trabó una sólida amistad con el general Cárdenas. En sus apuntes, publicados en 1997, señala que: “Junto a la conciencia de esta riqueza surge, con la huelga de los trabajadores de la Huasteca Petroleum Company (1925), la de la arbitrariedad de las condiciones de explotación petrolera en México, controlada por las empresas extranjeras con concesiones del gobierno mexicano . Los huelguistas son fuertes y tienen razón. La Huasteca es una empresa que no respeta las leyes del país, tiene procedimientos inmorales en su explotación y predomina en la región”.
Múgica redactó el Manifiesto a la Nación que leyó el presidente Cárdenas para anunciar la expropiación petrolera.
Ahora, ya ni llorar es bueno. Hombres de esa talla; de ese temple; de ese patriotismo parece que se han agotado y en pleno siglo XXI, los trabajadores están volviendo a las condiciones de explotación inicua.




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