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La crematística

La economía es la actividad natural orientada a la satisfacción de las necesidades materiales de las personas

Es evidente que la población mundial ha crecido irracionalmente y que las grandes concentraciones humanas están generando problemas nuevos que se suman a los muy viejos para crear un ambiente de caos e inestabilidad social y política. Esta circunstancia es aprovechada por quienes han traicionado los principios generales de la convivencia humana para acumular poder y riqueza en niveles que no se habían visto previamente. Unos lo hacen con la ley en la mano, otros no; pero, todos son inmorales.

Esta inmoralidad fue definida con absoluta precisión por el padre de la filosofía occidental, Aristóteles, en su obra maestra Política, cuando habla de economía y de crematística como las dos caras de la moneda de los sistemas productivos. Explica que la economía es la actividad natural orientada a la satisfacción de las necesidades materiales de las personas. Esta se encuentra asociada a la administración del hogar y al arte de vivir en forma virtuosa; por lo tanto, preocupada por determinar las distintas formas de proveerse de los valores de uso que le son necesarios para una buena vida en un marco de solidaridad.

La crematística

En cambio, estimaba que la crematística planteaba dos tipos de actividades distintas, excluyentes y antagónicas: una que servía de complemento a la economía en la medida en que permitía adquirir, mediante el comercio, los bienes y servicios no producidos por la familia o por la comunidad, y otra, considerada moralmente inferior y antinatural, que buscaba obtener un beneficio lucrativo: el arte de ganar dinero, de acumular riquezas. Ya no era una actividad creativa; sino una transferencia del valor añadido bruto.

Don Aristóteles no se anduvo por las ramas y definió a la crematística como una enfermedad del alma, toda vez que estaba convencido de que la acumulación de dinero, como un fin en sí mismo, era una actividad contra natura que deshumanizaba al hombre. Al igual que Platón condenaba toda actividad cuyo único propósito fuese exclusivamente el lucro. La crematística, en su segunda acepción, confunde el medio ( el dinero) con el fin, y lo busca de manera desmedida; causa lo que denominaron codicia.

Con el Renacimiento, que se inicia con la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares por parte del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, a finales del siglo XV, la publicación de la Biblia Políglota y el rescate del pensamiento helénico, se crea la ciencia económica; se abona la teoría escolástica del precio justo, la ética como principio y fin de las relaciones económicas, de tal forma que todos ganen. Pronto llegaron las propuestas del liberalismo social, político y económico con el precio de equilibrio.

Aunque Aristóteles afirma que el hombre es un ser social como lo son otros animales gregarios; pero, que el hombre lo es en mayor medida que el resto de los animales ya que el hombre además de ser un animal social es un animal racional; la razón empuja al hombre a buscar lo justo y la justicia es una virtud social de tal manera que el ser humano necesita de la vida social no solo por ser naturalmente un ser social sino también porque busca la justicia que es algo que sólo puede encontrar en la sociedad.

El empuje del liberalismo posibilitó avances notables en el desarrollo de la humanidad; sin embargo, las empresas en tanto que organizaciones humanas creadoras de riqueza económica y, por tanto, elementos clave de la prosperidad de las sociedades, no se ajustaron a las propuestas que les señalaban límites regidos por la necesidad de aportar un bien útil a la sociedad, garantizando su propia existencia como empresa. Prevaleció la idea del lucro y la acumulación de la riqueza en pocas manos, como fin .

Al día de hoy, prevalece una teoría macroeconómica totalmente desconectada de la realidad económica de los agentes concurrentes y limitada a ejercicios matemáticos más o menos aplicables. Notable es la conclusión del Club de Roma: la humanidad se encuentra en una encrucijada que reclama de coraje para romper con la lógica interna del paradigma económico que domina, para tomar las riendas del futuro común. 

Los estragos que ha provocado el capitalismo salvaje y la explosión demográfica incontenible, obligan a superar la desintegración social y el egoísmo individual que conduce el actual modelo de relaciones socioeconómicas. Es imperativa una nueva revolución con sentido humano. Las resistencias al cambio serán muchas y muy poderosas; pero ya hay ya una luz esperanza, pues, como diría Freud, no es el médico el que cura al enfermo, es éste el que tiene que curarse a sí mismo. Nadie salvará a la sociedad sino se salva ella. O, como se reitera con mucha frecuencia “sólo el pueblo puede salvar al pueblo” de la crematística.