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¡A dar color!

Que inviertan en negocios que les permitan seguir ganando billetes a manos llenas

Ha llegado la hora de abandonar la histeria de auto conmiseración y levantar la cabeza, que no hay mal que por bien no venga. Si mundo marcha en sentido contrario del capitalismo salvaje y a sus patrones, dejándolos colgados de la brocha, es buen trance para ponerse a pintar; para dar color; para mostrar que los miles de millones de dólares que se han embuchacado olímpicamente, pueden utilizarse para crear riqueza y empleo.

Los cuatro magnates más ricos de México tienen una fortuna acumulada de más de 76 mil millones de dólares con los que es posible no sólo reactivar la economía nacional; sino, crear un colosal emporio de gran envergadura que sitúe a la nación a la vanguardia en muchos sentidos. No que regalen su dinero. Por un lado, de tan mezquinos que son, no comen plátano para no tirar la cáscara; del otro, ni quien le pida nada más que inviertan en negocios productivos viables y sustentables.

¡A dar color!

Que inviertan en negocios que les permitan seguir ganando billetes a manos llenas. Ya se hartaron de dinero con la especulación y con las transas realizadas al amparo del capitalismo de cuates, hechas gracias al cobijo de gobiernos complacientes que se llevaron su tajada, sea con casa suntuosas o con regalos y favores de distinta índole; ahora, es ora de invertir en empresas que contribuyan al progreso de México y a la generación de empleos bien remunerados.

El gobierno anterior canceló de manera fraudulenta el proyecto de construcción del tren rápido México-Querétaro en el que habría de hacerse una enorme inversión de capital chino sin cumplir ninguno de los compromisos pactados con anterioridad y sin dar explicación alguna; gran oportunidad para que, mostrando buena voluntad y patriotismo, los nuevos ricos inviertan sus capitales para inyectar liquidez a los mercados y activar la economía.

Tela de dónde cortar hay mucha. Los grandes proyectos nacionales anunciados por los funcionarios de pacotilla emanados del neoliberalismo, siguen pendientes: refinerías, carreteras, puertos y aeropuertos, sistemas de riego, industrias nacionales, comercios de corte moderno, servicios de todo tipo, sistemas de comunicación en todas modalidades, etc. En ninguno de esos rubros arriesgarán sus fortunas y menos dejarán de ganar harto.

No ha mucho que un alto ejecutivo chino explicó que no hay mayores inversiones de su país en México por la terrible corrupción que imperó durante los últimos sexenios, durante los cuales todo proyecto productivo debía traer su propio ‘guante’ de muchos millones de dólares (pesos no aceptaban). Además, había preferencias en tratos los comerciales, pues primero se atendían las demandas de los socios, dejando sin efecto los tratados de libre comercio.

Esos problemas no afectarían a los inversionistas huehuenches que se decidieran a invertir, pues tendrían todas las de ganar: con trabajo bien remunerado, habrán de disminuir las conductas antisociales que no son propias de los aborígenes; no tendrían problemas con el tipo de cambio; tampoco con la libertad de comercio; menos aún con la corrupción que se acabará en cuanto los potentados dejen de untar la mano que mece la cuna para lograr los contratos leoninos.

Para estimular a los ricachones a invertir productivamente, el Banco de México ya dejó de perpetrar la tontería de elevar las tasas de interés, dizque para evitar la fuga de los capitales y controlar la inflación. El ínclito Carstens ya está en otros escritorios desde los cuales no puede hacen más daño a México y a los mexicanos.

No hay que quebrarse mucho la cabeza, de hecho, este esquema ya está en practica en los Estados Unidos, donde los rectores de la economía han señalado que un aumento demasiado agresivo en las tasas, cuando mucho beneficiaría a los ahorradores sólo temporalmente; pero, muchos de estos ahorradores indudablemente habrían perdido sus empleos o pensiones (o enfrentado un incremento en la carga de mantener hijos y nietos desempleados), si la institución que ahora dirige la economía no hubiese actuado como lo hizo, bajando las tasas de referencia. Se observa que la reducción del costo del crédito ayudó a hacer más accesibles las compras de consumidores estadounidenses y a crear millones de empleos. 

La actual administración no ha ocultado ninguno de sus propósitos de acabar con la corrupción y rectificar el rumbo de la economía para hacerla humana y racional. Les dolió mucho la caída de ese colosal fraude que era la construcción del aeropuerto de Texcoco, del cual iban a sacar mucho provecho los ‘inversionistas’ nacionales a sabiendas de que no iba a funcionar nunca porque simplemente todos saben que el agua tiene memoria y tarde o temprano recupera lo que le ha sido arrebatado.

Ya no hay negocios de viuda ni transas con los bienes públicos; pero, ni siquiera se necesitan, hay mucho campo en el que los inversionistas con visión para los negocios pueden poner a trabajar sus capitales, obteniendo no riquezas colosales, sino utilidades razonables. 

Los gobernantes y burócratas de alto nivel que se hicieron de mulas a la mala, apropiándose de los bienes públicos y castigando a la mano de obra a niveles rayanos en la explotación, ya no están en el mando. Algunos de ellos andan por en planeta gozando de sus ‘buscas’; otros están en prisión o pronto les caerá encima la espada de Damocles.

Por ello, si los ricachones han quedado colgados de la brocha, ¡qué den color!