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La fuerza mágica

Con sus primeros textos, entre los que destacan su primera novela conocida, Cuerdas de plata, de 1901, se ganaría un sitio de honor entre la élite intelectual de la época, conformada por nombres como el de Romain Rolland. Este célebre autor francés influenció con fuerza su estilo y le inculcaría ideas que abrirían sus horizontes para convencerle de la necesidad de traspasar sus límites para convertirse en un ciudadano del mundo sin fronteras de origen y nacionalidad. Logró una concepción del mundo distinta.

Escribiría así que: “¿Puede acaso explicarse que ciertos individuos, que ni siquiera saben nadar, intenten lanzarse desde lo alto de un puente para salvar a alguien que se ahoga? Esos individuos se mueven sencillamente a impulsos de una fuerza mágica; una fuerza los impele antes de que tengan tiempo a darse cuenta de su insensata temeridad”. Así se movió el gran escritor vienés Stefan Zweig por el mundo, impulsado por esa fuerza mágica que lo llevó a ser un ferviente antibelicista. Cambió al ingresar al ejército austriaco donde se desempeñó como oficinista por resultar no apto para el combate.

La fuerza mágica

Cuando el nacionalsocialismo alemán empezó a cobrar una dinámica acelerada, se mudó a Inglaterra con su segunda esposa, con la cual compartía una mezcla curiosa de creencias devenidas de sus múltiples viajes por la India y otros países asiáticos. Fue considerado un radical por su repulsión a la guerra y por su postura tolerante con todas las doctrinas políticas y filosóficas que se observa en sus textos. Quizá por ello su obra no era bien recibida en la Europa central, aunque en Inglaterra tuvo acogida.

Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, la vida de la pareja se volvió dura. El autor se enfrentaba a la prohibición de sus publicaciones en Viena, a la persecución por su origen judío y a la condena de sus amigos intelectuales a consecuencia de su silencio ante los excesos de Hitler, a quien nunca se atrevió a descalificar abiertamente. Fue por ello que decidió mudarse a Nueva York para encontrar un sitio donde seguir escribiendo pese a la decepción de ver al viejo continente hundirse en la pesadilla de la guerra.

Curiosamente, viene a resultar que la polarización en torno a la guerra (estaba convencido de que Hitler dominaría Europa), hizo que este autor prolífico y muy popular en su tiempo, fuera completamente olvidados por las casas editoriales y, por ende, por los lectores. Tuvieron que releerse viejos volúmenes publicados en su tiempo para revaluar su obra. Zweig fue mucho más que un escritor brillante, fue una estrella de la literatura capaz de congregar a cientos de personas en las conferencias y presentaciones que dio por medio mundo. Pocos escritores han logrado el nivel de introspección psicológica como él. Baste con recordar algunas de sus obras más importantes: Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Carta de una desconocida, Amok, Una carta, o Una novela de ajedrez. Fue un cuentistas magistral.

Famosa es su definición de novelista: “Novelista, en el sentido último y supremo de esta palabra, sólo lo es el genio enciclopédico, artista universal que -fijémonos en la envergadura de la obra y en la muchedumbre de sus figuras- modela con sus manos todo un cosmos; que, al lado del mundo terrenal, levanta un mundo propio con leyes propias de gravitación...”. Un creador como lo era el mismo autor.

A través de sus más de 50 obras publicadas, que incluyen cuento, novela, biografías, teatro y ensayos, se deja sentir su espíritu ecuménico que no se ceñía a las exigencias de estilo o de época, buscando siempre la palabra o la frase que expresara con una precisión casi matemática el pensamiento, el sentimiento o la idea que quería trasmitir a sus lectores. Su gran empeño, en el que trabajó por casi 20 años, Momentos estelares de la humanidad, es un compendio de los 14 eventos cumbres de la historia.

Al respecto dijo que: “El inesperado éxito de mis libros proviene, según creo, en última instancia de un vicio personal, a saber: que soy un lector impaciente y de mucho temperamento. Me irrita toda facundia, todo lo difuso y vagamente exaltado, lo ambiguo, lo innecesariamente morboso de una novela, de una biografía, de una exposición intelectual. Sólo un libro que se mantiene siempre, página tras página, sobre su nivel y que arrastra al lector hasta la última línea sin dejarle tomar aliento me proporciona un perfecto deleite. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos los encuentro sobrecargados de descripciones superfluas, diálogos extensos y figuras secundarias inútiles que les quitan tensión y les restan dinamismo”. Seguramente que abominaría de mucha literatura actual.

Al margen de su obra literaria y de su vida; más que su clamoroso éxito literario llama siempre la atención la forma en que eligió morir, dejándose llevar por el pesimismo y por el derrotismo, pues pensó que la guerra acabaría por destruir al mundo. El escritor y pacifista que demostró ser un profundo conocedor del alma humana, que nutrió su intelecto y su alma de lo más decantado de las doctrinas de oriente y ocidente, no se libró de los fantasmas que lo atormentaban y, junto con su mujer, se suicidó.

Stefan Zweig nació en Viena, en 1881 y murió Petrópolis, Brasil, el 22 de febrero de 1942. Fue un escritor enormemente popular, tanto en su faceta de ensayista y biógrafo como en la de novelista. Su capacidad narrativa, la pericia y la delicadeza en la descripción de los sentimientos y la elegancia de su estilo lo convierten en un narrador fascinante, capaz de seducir desde las primeras líneas. De él, dijo la periodista española Lucia Méndez: “Esas mujeres y hombres de las novelas de Stefan Zweig, en las que la increíble prosa del autor es capaz de hacernos ver cómo les hierve la sangre dentro del cuerpo”.

Para dar una idea de la magnitud de su capacidad creadora y del alto nivel de su pensamiento, he aquí un pequeo fractemneto de su obra temprana Castellio contra Calvino: conciencia contra violencia: “Seguramente uno de nosotros está equivocado, pero precisamente por eso amémonos el uno al otro. El Maestro revelará un día la verdad al que está equivocado. Lo único que sabemos con seguridad, tú y yo, o al menos deberíamos saber, es el compromiso de amor cristiano. Practiquémoslo y, al hacerlo, cerremos así la boca a todos nuestros adversarios. ¿Consideráis que vuestra interpretación es la correcta? Los demás piensan lo mismo de la suya. Que los más sabios se muestren, por tanto, como los más fraternales y que no permitan que su saber les vuelva arrogantes, pues Dios lo sabe todo y doblega a los orgullosos y ensalza a los humildes”.