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La cola del perro

En muchos de los casos en que se discute acerca de un cambio radical, con frecuencia se habla de la cola del perro, argumentando que es mejor troncharla de un tajo y no por cachitos, como debe ser en cuanto se refiere a la actualización de prácticas e instituciones

También se dice que el país no puede reinventarse con cada cambio de gobierno, alegato que no puede sostenerse cuando el quehacer político está inmerso en el pantano de la corrupción y las instituciones son cómplices.

Desde siempre se supo que limpiar el Anáhuac de la podredumbre que corroe sus entrañas iba a ser una tarea colosal, y así ha venido a resultar. La resistencia de los poderes fácticos a perder sus privilegios y la rebeldía de las huestes fascistas que no quieren abandonar su zona de confort y ganarse el pan con el sudor de la frente, son dos pesados lastres que están echando mano de todas sus capacidades y argucias, especialmente la información tendenciosa o francamente falsa.

La cola del perro

Piporro narraba el chiste del perro y el cartero, en que éste le pedía a aquel que dejara de perseguirlo o le iba a inventar un chisme, a lo que el can respondía con una sonrisa malévola. Ya sin alternativa, una vez que el cartero vio venir al perro, gritó a toda voz: "¡un perro con rabia, un perro con rabia!". La multitud se fue contra el animal y lo aniquiló a pedradas. Así está ocurriendo en estos días. Basta que un portal cibernético diga una mentira para que se convierta en noticia.

Casi al año de haber tomado posesión de la Presidencia Enrique Peña, el constitucionalista Diego Valadez escribió un artículo donde echa de ver la crisis institucional que viene padeciendo México desde los tiempos del salinismo trágico y hace alguna recomendaciones en que pone en evidencia la falta de voluntad y de capacidad para llevar a cabo la transformación que el país requiere. No se anda por las ramas, acaso con algún propósito pues no es persona que dé patada sin huarache.

Expresó Diego: "Quienes deben deshacer esos nudos del poder no siempre aceptan los datos de la realidad y tienden a atribuirlos a incomprensión, buscan explicaciones coyunturales y echan mano de soluciones convencionales: cambios de personas, de mensajes o de estilos, pero no hacen lo que se necesita: remediar las deficiencias y las antinomias estructurales. El nuevo pluralismo que predomina en la sociedad es incompatible con el vetusto verticalismo que prevalece en el poder, y este es uno de los factores que limita la operatividad institucional". Mensaje claro y directo.

Luego aseguró, entre sus conclusiones que: "La crisis institucional no es la última fase del deterioro del poder; por eso hay que actuar con prontitud y con maestría. Padecemos los efectos de un rezago acumulado por lustros. El gobierno está joven; todavía puede volver a empezar y replantear sus objetivos. Nadie se lo reclamaría porque no es responsable de haber generado la crisis pero sí puede serlo de seguir difiriendo su remedio". Bien se sabe que Peña no hizo nada.

Peña no; pero, el gobierno de la Cuarta Transformación sí ha tomado el toro por los cuernos y va en pos de la recuperación de los valores que tanto prestigio dieron al México revolucionario en el plano internacional. Tanteando agua a los camotes, para no provocar un enfrentamiento que pudiera resultar perjudicial para el país, ha ido 'desfaciendo' entuertos y ha logrado alinear la economía de tal suerte que ahora sus beneficios enfilen con rumbo a una justa redistribución.

Los coros a sueldo han soltado andanadas verbales que tratan de demeritar el gran esfuerzo que se están realizando con entrega, honestidad, transparencia y austeridad; pero, no hay nada que pueda torcer la vela y la nave azteca volverá a navegar por los mares de paz y bienestar que marcaron los próceres, desde Morelos, quien dijo que "nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto", hasta López Mateos, quien llamó traidor a quien vende su patria.

Hace apenas un año, el Estado estaba desarticulado, sin fiscales para perseguir el delito o lo hacían de manera facciosa, para favorecer intereses; altos niveles de corrupción, potenciados con designaciones parciales, bajo criterios partidistas, en órganos de control; decisiones autoritarias, con un gobierno confundido, que renunció a su responsabilidad. Hoy, ¡está en marcha el cambio!