Editoriales > ANÁLISIS

Escuela de cínicos

Diógenes, que vivía en un barril (no se ha dicho si lleno de vino o no), contesto a Alejandro Magno, cuando esté le pregunto que podía hacer por él, a quien consideraba uno de los filósofos más importantes de la época, que lo mejor que podía hacer era quitarse del frente para poder seguir recibiendo los rayos del sol, su única cobija. Este pensador, junto con  Antístenes, dio origen a la Escuela Cínica, que no tiene nada que ver con los cínicos del Instituto Nacional Electoral (INE).

Los filósofos griegos dieron pie para que el hombre empezara a conocerse a sí mismo y a ir en pos de todo aquellos que lo hace diferente a las bestias. Los cínicos de ahora son pillos de siete suelas que se hacen pasar por gente honrada y hasta reclaman derechos y potestades que si se les confirieran no sabrían cómo ejercer, porque son, además de ineptos y corruptos, muy ignorantes.

Escuela de cínicos

El sistema electoral que padecen los mexicanos tiene una historia de truculencia y perversión, en la que es protagonista principal Elba Esther Gordillo. En el México revolucionario, donde se hizo posible la justicia social que buscaba la Revolución Mexicana y preconizaba la Constitución del 17, las elecciones eran cosas tan serias que se encargaban a personas que sabían de leyes y decencia.

El antecedente más notable en el México actual, fue la serie de reformas electorales que se dieron a partir de 1963, hasta la expedición el 5 de enero de 1973 de Ley Federal Electoral que dedica gran parte de sus artículos a los partidos políticos, en particular en lo que se refiere a su conceptualización jurídica, su constitución, registro, derechos y obligaciones, prerrogativas y propaganda electoral. Reguladas por la Secretaría de Gobernación, otorga diversas facilidades

a los partidos políticos en los medios de comunicación; reduce el número de miembros para constituir un partido político a 65 mil, igualmente distribuidos en dos terceras partes de las entidades, pero como un mínimo de dos mil afiliados en cada una de ellas. Y establece que los 2 mil afiliados en cada estado se encontrarán distribuidos en cuando menos la mitad de los municipios de la entidad, con un mínimo de 25 personas por municipio. Establece por vez primera la división seccional como demarcación territorial para la división de los distritos electorales con un mínimo de 100 y un máximo de 3 mil electores. Con esta ley, mejoró el sistema electoral.

Luego vino la reforma del 28 de diciembre de 1977 que da lugar a la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, que entre otras cosas, modifica el sistema mixto de representación en la Cámara de Diputados y otorga a la Comisión Federal Electoral facultades para resolver sobre el otorgamiento o pérdida del registro de los partidos políticos.

Para el 86, se aumenta de 100 a 200 diputados electos por el principio de representación proporcional, sumando 500 diputados el total de la Cámara y se constituye 5 circunscripciones plurinominales para la elección de los 200 diputados de representación proporcional. Con Salinas se hicieron tres o cuatro cambios por año a las disposiciones electorales, para culminar en 1994 el Decreto de Reforma institucional, que dispone que la organización de las elecciones se hará por un organismo público autónomo con la participación de los ciudadanos. La autoridad de dicho organismo se integrará por consejeros ciudadanos designados por el Poder Legislativo y el Ejecutivo, y por representantes de los partidos políticos. Empieza la funesta partidocracia.

Para abrir camino a su socio y contlapache, Salinas suprime el requisito de ser hijo de padres mexicanos por nacimiento para ser presidente, por el de ser hijo de madre o padre mexicanos y residir en el país al menos durante 20 años. La orden entró en vigor el 31 de diciembre de 1999.

Paralelamente, a golpe de billetes entronizó a la Gordillo en el sindicato de maestros y le da la tarea de apropiarse el sistema electoral colocado incondicionales en todo el entramado. Ahí están todavía, los cínicos. Cualquier reforma electoral tiene que barrer con todo y emprender la tarea de implementar un sistema electoral cibernético, como en la mayor parte de los países civilizados desde principio de siglo. No puede volver  a ocurrir lo recién acontecido.