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Dignidad y respeto

Este texto debió aparecer el domingo 9 de los corrientes; pero, por errores técnicos del autor, se presenta hasta ahora, con la debida actualización y pidiendo disculpas al lector. El acto de unidad en defensa de la dignidad de México y en favor de la amistad con el pueblo de los Estados Unidos, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador desde Tijuana, B. C., ha venido a resultar un evento de interés mundial que afianza la autoridad moral del gobierno de la Cuarta Transformación.

Cuidando escrupulosamente las palabras, quedó de manifiesto que México se apuntó un gran logro al evitar que el lunes se aplicaran aranceles generalizados a las exportaciones mexicanas a los EU. En ese empeño México utilizó la diplomacia y el diálogo en lugar de la controversia y la confrontación. Sin más, con el simple hecho de que el presidente Trump haya dicho que no aplicará los aranceles, se configura el triunfo de los negociadores mexicanos.

Dignidad y respeto

Los amargosos de siempre señalan que se debieron hacer muchas concesiones; pero, si se mira bien, no se fue más allá de lo que México ha venido proponiendo desde el inicio del actual gobierno, que no es otra cosa que el combate y la erradicación de las causas del fenómeno migratorio, definido por ese gran político y notable ideólogo Porfirio Muñoz Ledo, líder de la Cámara de Diputados como uno de los derechos humanos esenciales. Se dará trabajo y asistencia a los solicitantes de asilo en el vecino país en tanto se resuelve su situación migratoria. Simple y claro.

A cambio de ello, los negociadores mexicanos rechazaron que México fuera considerado como tercer país seguro para alojar a los migrantes provenientes de prácticamente todo el mundo, atraídos por la promesa de ser recibidos en calidad de asilados refugiados. Con ello, se evita un compromiso que el país no está en condiciones de aceptar y mucho menos de cumplir en épocas en que apenas se está recuperando de los estragos debidos a la noche obscura del neoliberalismo.

Pero, además, se logró que el gobierno de los Estados Unidos reanude la cooperación para el desarrollo de las naciones de Centroamérica y el Caribe, junto con México y otros países que tienen interés en mejorar las condiciones de los pueblos azotados por el hambre y la guerra, de tal manera que, como los expresó el presidente López Obrador, la migración sea por gusto, no por necesidad como ahora ocurre, provocando serios y graves problemas internacionales.

La iniciativa (que se había rechazado), de López Obrador equivale a un plan Marshall para los países de Centroamérica que incluye inversiones en obras públicas, energía y proyectos agrícolas, complementado con un ambicioso proyecto para frenar la migración en los países de origen, para el cual pidió la colaboración de Estados Unidos. Inicialmente fue recibido con indiferencia por la administración Trump; pero, ahora ha quedado incorporado en las negociaciones que concluyeron el viernes luego de más de ocho horas de intenso cabildeo.

Los resultados fueron tan positivos para ambas partes, que cuando el viernes por la noche se logró un acuerdo, éste fue anunciado en redes sociales, vía favorita del presidente Trump, quien desplegó su lado más amable y dijo que es un acuerdo bueno para los dos países y agradeció al presidente de México y a Ebrard haber trabajado tanto y tan duro. La estatura moral de México y de su gobierno, se fue por las nubes como en los mejores tiempos de la diplomacia nacional. Arroparon al presidente en el evento de Tijuana, gobernadores de todos los partidos y de todas las filias, así como funcionarios de los tres niveles de gobierno, representantes del Congreso y líderes de las cúpulas empresariales. Notables son las declaraciones del coordinador de Morena, Ricardo Monreal, quien dijo: "La propuesta del Plan de Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México es unas una muestra muy clara de que la política exterior mexicana ha cambiado y ahora está volteando a ver también a otros países de Sudamérica y Centroamérica". ¿Qué más?