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Justicia social

Lo más preocupante es que crecen y se fortalecen los grupos privilegiados gracia a que los gobiernos de países poderosos e influyentes han sido copados por la doctrina neoliberal y hay una feroz resistencia al cambio

El 26 de noviembre de 2007, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas encontró que persisten problemas graves, tales como agudas crisis financieras, inseguridad, pobreza, exclusión y desigualdad, en el seno de las sociedades y entre unas y otras, así como grandes obstáculos para que haya una mayor integración y una participación plena de los países en desarrollo y de algunos países de economía en transición en la economía mundial. Nada nuevo.

Los integrantes del organismo no politizaron estos fenómenos que afectan severamente al grueso de los habitantes del planeta ni se rasgaron las vestiduras; por el contrario, luego de un estudio riguroso, declararon que, a partir de su sexagésimo tercer período de sesiones, el 20 de febrero de cada año se celebrará el Día Mundial de la Justicia Social. Con ello se busca poner el dedo en los efectos perniciosos del actual modelo económico que privilegia a unos cuantos potentados en detrimento de la calidad de vida de las mayorías. Que se vea.

Justicia social

Que se vea con toda su crudeza el impacto que ha tenido en todos los confines de planeta el capitalismo feroz montado en el brioso corcel de la globalización, que, como potente aspiradora absorbe la riqueza que se genera con el esfuerzo humano sin dejar caer ni una gota de sus colosales ganancias para paliar el hambre y la miseria que provocan entre la gente que únicamente tiene sus manos para llevar la gorda a sus famélicas familias.

Entre los objetivos de esta iniciativa está: “Cerrar la brecha de las desigualdades para lograr la justicia social”, fijándose el 2020 como la fecha en que deberá hacerse una evaluación de los avances logrados, pues: “La justicia social es un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera, dentro los países y entre ellos. Defendemos los principios de justicia social cuando promovemos la igualdad de género, o los derechos de los pueblos indígenas y los migrantes”. Hoy se cumple la fecha y el recuento no es alegre.

Hoy, en este 20 de febrero de 2020, uno de cada 5 trabajadores todavía vive en pobreza moderada o extrema, las disparidades geográficas impiden el acceso al trabajo decente, muchos trabajadores enfrentan salarios estancados, prevalece la desigualdad de género y las personas no se benefician por igual del crecimiento económico. Las desigualdades entre los países están debilitando la cohesión social, impidiendo que las personas alcancen su máximo potencial y agobiando las economías. Hay violencia y abandono social.

Las estadísticas de la Organización Internacional del trabajo son contundentes: “Se estima que en cualquier momento dado de 2016, 40,3 millones de personas han estado sometidas a la esclavitud moderna. Esta cifra incluye 24,9 millones en trabajo forzoso y 15,4 millones en matrimonio forzoso. Esto significa que en el mundo hay 5,4 víctimas de la esclavitud moderna por cada 1.000 personas. 1 de cada 4 víctimas de la esclavitud moderna son niños. De los 24,9 millones de personas atrapadas en el trabajo forzoso, 16 millones son explotadas en el sector privado, por ejemplo, en el trabajo doméstico, la industria de la construcción o la agricultura; 4,8 millones de personas son víctimas de la explotación sexual forzosa; y 4 millones de personas se encuentran en situación de trabajo forzoso impuesto por el Estado. El trabajo forzoso afecta en forma desproporcionada a las mujeres y niñas, que representan el 99 por ciento de las víctimas en la industria sexual comercial y el 58 por ciento en otros sectores”. 

Lo más preocupante es que crecen y se fortalecen los grupos privilegiados gracia a que los gobiernos de países poderosos e influyentes han sido copados por la doctrina neoliberal y hay una feroz resistencia al cambio.