Editoriales > ANÁLISIS

Jugada de ajedrez

Llamar a la congresista por California y presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, Dama de Diamante, no es una exageración.

Esta señora, que domina muy bien el entramado político, acaba de realizar una jugada magistral en el tablero del ajedrez del poder de la nación más poderosa del planeta. De hecho, ha puesto en la antesala de un juicio político al presidente Donald Trump, con un garlito que difícilmente podrán sortear sus partidarios en el Senado.

Jugada de ajedrez

Ayer, tal como se anunció en esta espacio, la Cámara Baja votó a favor de la iniciativa de limitar los poderes de guerra del presidente; pero, lo hizo en el entendido de que la moción no es vinculante, esto es, que no tiene efectos reales en la práctica política. Aún cuando se hubiera trabajado para que sí fuera obligado ajustar las acciones del presidente al aval del Congreso, esta disposición sería desechada por los senadores, como ya hicieron el año pasado cuando Estados Unidos apoyó a una facción en guerra.

La idea no era limitar los poderes presidenciales; sino poner en evidencia la necesidad de legislar para que la política exterior de los Estados Unidos sea sometida a un consenso amplio en que puedan tener opinión e injerencia los ciudadanos comunes y corrientes a través de sus representantes congresistas. El objetivo se cumplió, pues aunque la iniciativa aprobada no tiene efectos legales, sí pone de manifiesto el sentir de una parte importante del pueblo que recibió de regalo la estatua de La libertad iluminando al mundo, de parte de los franceses, precisamente por ser y constituir nación democrática y libertaria.

La resolución para limitar las acciones militares del presidente en o contra Irán sin autorización del Congreso o si no es en defensa ante un ataque inminente, contiene las dos principales críticas a la decisión de matar a Qasim Soleimani en Irak: Trump lo hizo sin consultar al Congreso y argumentando que el general representaba una amenaza inminente; pero, buena parte de la bancada demócrata y un par de senadores republicanos liberales, Mike Lee y Rand Paul, han calificado como insuficientes las explicaciones que la Administración ha dado. Con ello se pone en el tapete de las discusiones la facultad del presidente en el caso.

De esta manera, los demócratas han elegido un tipo de resolución no vinculante para evitar que tenga que ser firmada por Trump. La señora Pelosi expresó antes de la votación que: “Es una declaración del Congreso de EU y no dejaré que sea minimizada dependiendo de si el presidente la veta o no”. Lo dijo consciente de que, en cualquier circunstancia, la iniciativa no lograría salir adelante en el Senado. Sería difícil que el Senado votara a favor de que el presidente Trump pidiera permiso al Congreso. 

Ese es el punto clave en la jugada de ajedrez, traer a discusión el poder que puede tener el presidente.

Ya con ese antecedente, la semana próxima se puede iniciar un juicio de procedencia en el que Trump deberá responder por dos cargos que le fincarán los demócratas en la Cámara de Representantes. Para el efecto, ayer la Dama de Diamante (por lo valiosa, dura y brillante), solicitó: "Al presidente del Comité Judicial, Jerry Nadler, que esté preparado para llevar al piso la próxima semana una resolución para nombrar gestores y transmitir los artículos de juicio político al Senado". Además, culpó al líder del Senado, Mitch McConnell, de “estar involucrado en tácticas dilatorias para presentar una transparencia, ignorar los intereses del pueblo estadounidense para un juicio justo y descartar los hechos”. Todo listo.

Como en la jugada de Capablanca en España en 1998, cuando las posiciones del tablero preludiaban un empate forzoso, la Sra. Pelosi hizo un movimiento inesperado y preparó el jaque. La misma señora lo expresa con todas sus letras: “Cada senador hace un juramento de imparcialidad de acuerdo con las leyes y la Constitución; ahora cada senador tiene la elección: ser leal al presidente o a la Constitución”. Con ello no deja margen para dubitaciones. Los senadores republicanos han sido colocados entre la espada y la pared y, cualquiera que sea su decisión, quedarán mal parados frente el electorado.

Asegura un viejo y conocido refrán que: En martes, no te cases ni te embarques, dizque porque es un día de mala suerte. Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos serán el martes, tres de noviembre de este año y pueden tener resultados inesperados por cuanto los miembros del Senado ya para entonces se habrán casado con su ideología partidista o se habrán embarcado en una aventura que reencauce el ejercicio político para volver el poder político a los ciudadanos como establece la constitución.

Esta señala al inició de su articulado que: “Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América".

El escenario para el juicio político ha cambiado luego de la votación no vinculante por acotar los poderes de guerra del presidente y los resultados serán, cuando menos, inciertos.