Identidad

Con motivo de la visita de Estado del presidente Enrique Peña Nieto al Reino Unido, el periódico Financial Times, de Londres, publicó una nota con la cabeza: “México: fantasmas del pasado persiguen a un líder ambicioso”, que curiosamente, en pocas horas desapareció de su Budget cibernético. El contenido no permite ver con claridad lo que el autor, David Gardner, pretende decir; de hecho, se presta a una doble interpretación.
En el texto se lee que las reformas que emprendió Peña Nieto han encontrado serías resistencia y que no han avanzado tanto como se esperaba al inicio del sexenio; que, parece que finalmente el presidente se topará con pared. Luego lo compara con Carlos Salinas de Gortari, señalándolo como el símbolo inequívoco del viejo PRI, cuyo poder se mantiene incólume sin haber cambiado como prometió, un poder fundamentado en la corrupción y el capitalismo de amigos, que finalmente derivó en la gran crisis del 94.
Señala textualmente que: “Ahora él (Peña Nieto) está en riesgo por cuestiones políticas que ignoró en sus prospectos de reformas, como la seguridad pública, los derechos humanos y la corrupción, para los que el viejo PRI se convirtió en un sinónimo”. En ese sentido, la identidad de Peña Nieto con Carlos Salinas, está plenamente fundada, porque ambos miraron exclusivamente a la economía, dejando de lado el acontecer político.
Agregó que: “Nada de esto es necesariamente terminal. Aunque la compra de esas mansiones es opaca y desprende un tufillo de capitalismo-entre-amigos, palidece ante la gigantesca corrupción en el pasado del PRI. Los mexicanos mayores pueden sentir que han visto esta película antes. En 1988, Carlos Salinas de Gortari, un tecnócrata joven y astuto a la cabeza de un gobierno salpicado de reformadores celosos, llegó al poder prometiendo una era dorada de modernización. Seis años después, la economía de México se desplomó en la Crisis del Tequila; sus instituciones fueron penetrados por cárteles de las drogas y el sucesor designado del señor Salinas, el reformista creíble Luis Donaldo Colosio, fue asesinado”. Está por cumplirse el aniversario luctuoso de Colosio.
Gardner va al fondo cuando escribe que: “Los escépticos sobre Peña Nieto, vendido por sus partidarios como ‘el JFK de México’ (o el Kennedy mexicano), con atuendo de estrella de cine y una esposa de telenovelas, encuentra ecos en el pasado. Es de una nueva generación, pero también descendiente de un clan de ricos y poderosos barones de la vieja guardia. Como un comentarista mexicano preguntó después de su elección: el ave fénix que renace de las cenizas, el pterodáctilo aerodinámico, ¿significa el regreso de los dinosaurios que dieron dientes a los viejos priístas?” Pocas dudas quedan.
Pero, la conclusión es severa: “La maquinaria del PRI está oxidada. Si el señor Peña Nieto es el viejo PRI con una máscara telegénica, todavía tendrá que operar en un contexto diferente. La similitud con la saga de Salinas es el abandono de las estructuras de poder: la idea de que la economía es una técnica aislada de la política. Eso es más que discutible en países como México, sometido a camisas de fuerza por los intereses creados, infestado de cárteles salvajes de la droga, trabado por instituciones débiles y con un Estado de Derecho aplicado, en el mejor de los casos, en forma desigual”. ¡Uff!
Y, el remate es de órdago: “El Congreso de México, por ejemplo, es un feudo de los barones. La prohibición histórica de reelección de diputados y senadores les dio a los barones mano de hierro. Dado que sólo sirven un término, que no pueden sostener al Ejecutivo a que rinda cuentas ni pueden ser premiados o castigados por los votantes. Sólo sus jefes políticos pueden hacer eso”. Con motivo de la presencia en Londres del presidente, el Financial Times de una pauta para entender la crítica situación del país, cuando, al mismo tiempo que define a Peña Nieto como un reformador ambicioso, dice que está acotado por los sólidos poderes fácticos que denomina ‘fantasmas del pasado’.




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