Editoriales > ANÁLISIS

Enseñar el cobre

Salma Hayek nunca ha tenido a Hollywood a sus pies, como ocurrió con Dolores del Río, la aristócrata duranguense que se codeaba con la nobleza española y fue invitada como estrella a hacer cine en la época de grandes estrellas

Salma Hayek nunca ha tenido a Hollywood a sus pies, como ocurrió con Dolores del Río, la aristócrata duranguense que se codeaba con la nobleza española y fue invitada como estrella a hacer cine en la época de grandes estrellas; sin embargo, está imbuida del mismo espíritu de solidaridad y generosidad. Como Dolores, su preocupación mayor es la protección a los niños que quedaron en el desamparo, ahora con el terremoto.

Salma ha tenido que trabajar denodadamente, haciendo sacrificios de todo género para colocarse entre las actrices más exitosas de la pantalla grande mundial. A la firme disciplina que le permite quitar kilos y años a su físico y mantener la lozanía de su piel morena, están las agotadoras jornadas de preparación y luego frente a las cámaras, de tal suerte que luce siempre alegre, esplendorosa y atractiva. La gloria le ha costado.

Enseñar el cobre

Por ello, cuando decidió donar 100 mil dólares de su fortuna personal, no fue un truco sucio para ganar fama, aprovechar la desgracia ajena para lucrar o para hacerse pasar como benefactora. Es muy posible que los 100 mil dólares entregados al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el programa de la Organización de las Naciones Unidas con base en Nueva York, que lleva ayuda humanitaria y de desarrollo a niños y madres en países del Tercer Mundo, equivalgan a medio año de dura brega.

Se ha dicho que, junto con su marido, el empresario francés François-Henri Pinault, presidente de importante empresa de marcas de lujo y heredero de Pinault-Printemps Redoute está en la lista de los matrimonios más ricos de Inglaterra, ocupando la 4ª posición; pero, los 4.3 mil millones de dólares que se les atributen, son de él desde mucho antes de casarse en el 2009. Ella ha seguido trabajando duro como siempre.

Además de donar los 100 mil dólares, Salma ha lanzado una campaña promocional, un asunto en la que es experta, para invitar a personajes de todos los ámbitos del mundo de los espectáculos y el arte, para que se unan al apoyo de los niños de México que ahora, más que nunca, han quedado en el desamparo. Gracias a ello, el representante de Unicef en México, Christian Skoog, señaló: “En estos momentos nos esforzamos por identificar sus necesidades por medio de nuestras misiones de evaluación, en estrecha colaboración con las autoridades mexicanas y con nuestros aliados de la sociedad civil, expresamos nuestra solidaridad y apoyo al pueblo de México”. Muy loable labor.

Muy diferente a quienes, con fortunas incalculables, han condicionado su ayuda, en esa figura literaria de la cultura popular que asegura que: “Ninguno da patada sin huarache” para significar que, en asuntos de lucro y provecho, no tienen limitantes. Una cita bíblica muy acertada de San Mateo, que dice: “No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha”, que puede que les entre por una oreja y les salga por la otra, asegurando siempre, con el mayor de los desenfados, que no creen en la caridad.

Muchos de los que ahora ofrecen dar si otros dan, no como un gesto de generosidad o de solidaridad, sino buscando sacar raja, son parte del problema que ha magnificado las desgracias, tanto por la pichicates con la que llevaron a cabo la construcción de los condominios horizontales cuya naturaleza jurídica y fiscal los libra de cualquier responsabilidad relacionada, como por la irresponsabilidad en la realización de obras que no resisten el menor embate, para ahorrarse en pago justo de personal capacitado y en materiales.

Caso similar al de Frida, que quedará en la historia de México y del mundo como uno de los grandes misterios sin resolverse porque no hay forma de saber lo que realmente sucedió.