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Virtud y vileza

Cuando Kiara Leonor escuchó que su tío perdió algunos muebles por el terremoto de ayer, quiso romper su alcancía y enviarle sus ahorros para que comprara otros.

Cuando Kiara Leonor escuchó que su tío perdió algunos muebles por el terremoto de ayer, quiso romper su alcancía y enviarle sus ahorros para que comprara otros. Un gesto de nobleza, como los muchos que se dieron en la Ciudad de México y las zonas afectadas. Brigadas de jóvenes que espontáneamente salieron con palas, barretas y cubetas para retirar escombros y rescatar personas atrapadas en edificios colapsados.

Gente que compartió sus alimentos; que ofreció un rincón para que pudieran pasar la noche las personas cuyos edificios presentaban riesgo, si no de caerse, si por las fugas de gas, caídos de los tendidos eléctricos. Nuevamente, como aquel 19 de septiembre de 1985, hace exactamente 32 años, la solidaridad de los mexicanos mostró su rostro de virtud en grado mayor. Cadenas de oración, puentes de ayuda, mensajes de aliento.

Virtud y vileza

Pero, también, como hace tres décadas, se hicieron presentes los actos de vileza, de salvajismo, de brutalidad. A los estragos provocados por la naturaleza, se sumaron el vandalismo, los robos, los despojos, el acaparamiento para subir los precios, el abuso en la prestación de servicios que las autoridades, dada la magnitud de los daños, no pudieron evitar. La enorme distancia que existe entre unas acciones y otras, dan la medida exacta de la calidad humana, que va de lo excelso y sublime a lo abominable.

El tema es hoy el temblor que afectó a la gran capital y a los estados de Puebla y de Morelos. Un enorme cúmulo de información habrá de generarse por todos los medios; pero, quizá ha llegado el momento de ir más allá y de reflexionar sobre lo que la Tierra quiere decirle a los humanos, los más eficaces depredadores de todos los tiempos. Si se busca en los medios especializados, se tiene que en las últimas 24 ahora se han producido 97 temblores en prácticamente todo el planeta, de muy variada magnitud.

Los más importantes, después del ocurrido en el centro de México, con epicentro en Izúcar de Matamoros, Puebla, y una magnitud de 7.1 grados de Richter, que provocó derrumbes en edificios emblemáticos y aparentemente inmunes, como parte de la Torre Latinoamericana y una cifra aún no precisada de muertos, son los de Chile, ocurrido casi al mismo tiempo, con una fuerza de 4.6 grados; el de California, EU, una hora después, con 3.2 grados y su réplica que se sintió más fuerte, con 3.7 grados.

Una hora después, como si se tratara de reacción en cadena, se presentó el sismo de 5.2 y una profundidad 95 kms. en Papua, New Guinea. 60 minutos después, otro de 5.3 en Namie, Fukushima, Japón. A los pocos minutos otro de 3.6 grados y 244 kms. de profundidad en Dillingham, Alaska, EU. Uno más de 4.9 grados en San Francisco del Mar Viejo, Oaxaca, México. A los 45 y 50 minutos, otros dos de 4.7 en E. Coast Of N. Island, Nueva Zelandia y de 3.2 grados en Fairview, Oklahoma, en los Estados Unidos.

97 reacomodos de tierra en todo el planeta, con diez sismos de relevancia en un lapso de 6 horas, no puede ser una casualidad y, sin entrar al terreno de la especulación ni la fantasía, tal vez ha llegado la hora de ver qué se está haciendo con el único hábitat que tiene el ser humano y las demás especies que pueblan la Tierra, algunas de ellas ni siquiera conocidas aún, como dijo el gran maestro René Drucker Colín, una de las grandes pérdidas que ha tenido México en esta semana que tan mal comienzo tuvo.

Entre lo glorioso y lo obsceno; qué deseable es que las autoridades no repitan los yerros de hace 32 años; que no busquen lucrar políticamente con la desgracia; que le bajen a sus apariciones en la televisión para dedicar los recursos a remediar los daños que provocó el terremoto y las políticas equivocadas de privilegiar la usura y la especulación en lugar de la inversión productiva.

Es posible que México haya llegado ya al límite y mejor sería que los políticos trinqueteros no le busquen tres pies al gato, que no hay mejor yunque para templar el espíritu, que el dolor.