Editoriales > ANÁLISIS

Comcipo

Pasó en México con el petróleo, en Argentina y Venezuela por lo mismo, en Chile por el cobre y así, según vaya recorriéndose la geografía de la América indiana, en donde junto a la cruz llegó la espada que extrajo enormes cantidades de oro y plata para crear el imperio español del siglo XVI

Premonitorio fue el poema de Ramón López Volarte dedicado a la Suave Patria, específicamente cuando dijo. “El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros de petróleo el Diablo”. No hay que ir muy lejos para entender el problema que se ha suscitado en Bolivia, que no tiene nada que ver con la democracia, la guerra étnica, la lucha de clase o el bienestar del pueblo boliviano. El punto toral son sus riquezas naturales que se han constituido en un jugoso botín para las trasnacionales.

A diferencia de lo que hicieron los gobiernos entreguistas de México a partir de Carlos Salinas, en la nación andina el gobierno rescató los bienes de la nación mediante una serie de inteligentes acciones jurídicas que contaron con el respaldo de la mayoría de los bolivianos, cuyo nivel de vida fue mejorando substancialmente con el gobierno que enfiló la economía con sentido racional y humanista. La última gran acción fue el rescate de los yacimientos de litio de la vasta zona sureste.

Comcipo

El llamado Proyecto Nacional 2008, retorna la propiedad de los yacimientos de ese mineral a la nación y además, prohíbe la participación privada en la explotación primaria, esto es la extracción, declarando al Salar de Uyuni como reserva fiscal. Pero, no se quedó ahí, sino que, como hicieron los regímenes del México revolucionario, iniciaron la trasformación de la materia prima para obtener las substancias de mayor demanda: por lo pronto, ya está en operación una planta productora de cloruro de potasio y estaba por iniciar operaciones una de carbonato de litio.

Ya con estas substancias derivadas del litio que se extrae del subsuelo y las minas a cielo abierto, y procesadas con mano de obra boliviana bien pagada, el gobierno inició tratos con una empresa alemán para la producción de baterías para automóvil y para uso general, por medio de una planta industrial bajo control del Estado, socio mayoritario que tendría el 51 por ciento de las acciones y que, además, designaría al director de la empresa, garantizando la transferencia tecnológica y el uso de patentes alemanas a favor del Estado boliviano. Ahí comenzaron los verdaderos problemas.

Las primeras reacciones las inició Marco Pumari, cabeza visible del Comcipo (Comité Cívico del Potosí), quien articuló el reclamo de la renuncia de presidente a partir de las acusaciones de entreguista argumentando que el gobierno estaba entregando la riqueza nacional a los extranjeros por el acuerdo con Alemania por la planta para fabricar baterías. Este es uno más de los casos en el delincuente grita: “al ladrón”, para encubrir sus propios latrocinios, ¡los entreguistas son ellos!

¿Qué pelean? ¡Pues el dinero! Al quedar al margen de la extracción del mineral, los empresarios dejaron de recibir enormes sumas de dinero por las regalías que el gobierno les pagaba; al procesarse el litio en empresas del Estado, quedaban al margen de ese jugoso negocios y al fabricar baterías en asociación con una empresa alemana, ellos se quedarían chiflando en la loma con respecto a una riqueza que dicen que les pertenece; pero que, en realidad, es propiedad de todos.

Para una aventura como la que llevaron a cabo, que incluía la desaparición del presidente, les sobró dinero pues muchos intereses trasnacionales están detrás y se muestran dispuestos a financiar todas sus actividades, incluyendo la compra del armamento sofisticado que utilizan para reprimir a los manifestantes en contra del golpe del Estado. El gran negocio del momento son las baterías para los automóviles eléctricos que pronto habrán de substituir a los que usan gasolina.

En ese colosal negocio, todos los potentados quieren meter su cuchara y para el efecto cuentan con los mercenarios que abundan a nivel planetario, siempre listos para hacer tratos con quien pueda pagarles sus estratosféricos emolumentos. No se trata, pues, de elecciones, de democracia o de ideologías políticas. Menos, mucho menos de interés por la gente de carne y hueso. Las naciones que han sido bendecidas con muchos recursos naturales, deben pagar el precio de ello.

Pasó en México con el petróleo, en Argentina y Venezuela por lo mismo, en Chile por el cobre y así, según vaya recorriéndose la geografía de la América indiana, en donde junto a la cruz llegó la espada que extrajo enormes cantidades de oro y plata para crear el imperio español del siglo XVI.

Desde luego, quienes tienen vela en el entierro, han echado a andar la maquinaria de propaganda para crear realidades alternativas que mantengan a la opinión pública polarizada y ajena a las verdaderas causas de la exploración del ser humano y las severas afectaciones que se hace al planeta Tierra, su único hábitat.