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El México providencial

Estamos absolutamente seguros de que este mal es la causa principal de la desigualdad social y económica y de la violencia que padecemos

Falta mucho por estudiar acerca de la afirmación de Agustín Yáñez en cuanto a que México es un país providencial, idea que plasma en una de sus obras postreras Santa Anna, espectro de una sociedad, en la que logra dibujar magistralmente al mexicano de la primera parte del siglo XIX y su acontecer político. Hoy, como en aquellos tiempos aciagos, de no haberse logrado el triunfo del poder político sobre el poder económico, el país estaría en estos momentos postrado a merced de los intereses del capitalismo salvaje.

Al cumplirse dos años del rotundo triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional, es posible hacer un balance, que resulta altamente positivo por cuanto el país ha recuperado su viabilidad como nación soberana, independiente y justa. El logro mayor es, sin duda, la separación del dinero de la política; su calibre es similar a la gesta juarista que separó a la Iglesia del Estado para ‘dar a Dios lo que es de Dios y a César lo que es de César’. Los magnates que han entendido el rumbo de los vientos, se ha sumado al cambio; los que no, están jugando contras con muy poca posibilidad de salirse con la suya.

El México providencial

No es lo mismo ser un auténtico empresario, formado en las disciplinas de la imaginación, el esfuerzo, las finanzas, la administración, las técnicas de producción y de mercadeo, que ser un parásito incapaz de arreglar un café con leche, llegado a las posiciones de jauja por la complicidad con instancias de poder corruptas. Unos producen bienes y servicios que sirven a la gente y comparte la bonanza con sus trabajadores y proveedores; los otros viven de la transa y el topillo, alzándose con los fondos públicos.

Miguel de la Madrid, con postgrado en Harvard, entregó el poder político al poder económico aliado con el capital extranjero que tenía décadas buscando la forma de apoderarse del Anáhuac; Carlos Salinas, también doctorado en Harvard, subastó el patrimonio acumulado durante 50 años de gobiernos revolucionarios a un grupo de magnates que han venido a constituir la élite plutocrática que domina la economía nacional, inaugurando una época de empresarios metidos a políticos y de políticos millonetas.

Cruzando el río Bravo, es posible ver el crecimiento acelerado, el desarrollo armónico, y la urbanización funcional de ciudades pequeñas y grandes. Ya quisieran las poblaciones fronterizas mexicanas tener la tercera parte de los servicios urbanísticos que se ven de aquel lado (quizá por ello los políticos huehuenches se van para allá). Aquí se invierte más dinero que allá; pero, no se gasta en beneficio de la comunidad, sino de las mafias corruptas de político y empresarios. En plena crisis sanitaria, las aguas negras brotan por doquier creando nuevos focos de contaminación.

Por ello, y a pesar de los retrasos que se derivan de las resistencias, el mejor logro que se ha tenido hasta el momento es la recuperación de la praxis política como la actividad esencial para rectificar el rumbo y volver a las propuestas de justicia social, austeridad republicana y desarrollo compartido. El esfuerzo ha sido enorme y falta mucho; pero, se han fincado las bases sólidas para la recuperación del estado de derecho y de los valores que históricamente han caracterizado a la gran nación mexicana.

Hace dos años, al conocer su triunfo electoral, dijo el presidente López Obrador: “La transformación que llevaremos a cabo consistirá, básicamente, en desterrar la corrupción de nuestro país. No tendremos problema en lograr este propósito porque el pueblo de México es heredero de grandes civilizaciones y, por ello, es inteligente, honrado y trabajador. La corrupción no es un fenómeno cultural sino el resultado de un régimen político en decadencia. Estamos absolutamente seguros de que este mal es la causa principal de la desigualdad social y económica y de la violencia que padecemos. En consecuencia, erradicar la corrupción y la impunidad será la misión principal del nuevo gobierno”.

Esos propósitos, que se han venido cumpliendo paulatinamente, no pueden ser posibles sin que se haga realidad el viejo y conocido refrán de “zapatero, a tus zapatos”. Que el gobierno, gobierne con eficacia, transparencia y honestidad; que los empresarios pongan en juego su talento y habilidades para producir los bienes y servicios que demanda la nación con calidad, cantidad y precios justos; que los ciudadanos se hagan responsables de la parte que les corresponde en la gran tarea de construir la nueva realidad.

Al hablar del México providencial, Yáñez se refiere a la fe popular en los hombres providenciales; pero no en el sentido religioso o misterioso, sino entendido como la oportunidad previamente preparada para la llegada de los hombres que encabecen el gran movimiento masivo surgido de las propias entrañas del pueblo.