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El futuro del trabajo es ahora

El comportamiento rentista del sector empresarial mexicano en los últimos 30 años es el resultado de una relación perversa entre poder político y poder económico, que no induce a buscar la utilidad en la innovación; sino que se recarga totalmente en la precarización del trabajo, llegando a niveles de explotación irracional inconcebibles, inaceptables en pleno siglo XXI, con el agravante de que los negreros sienten enfermiza satisfacción en despojar al trabajador de un salario digno.

El parteaguas en la relación obrero-patronal se dio durante el gobierno de Miguel de la Madrid, quien como graduado en prestigiosas universidades norteamericanas en el más puro estilo del capitalismo salvaje, fue incapaz der entender las tesis humanistas de justicia social emanadas de la Revolución del 17 y entregó el poder político al poder económico mediante los pactos de estabilidad económica, que en realidad significaron la toma de posesión del gobierno por la IP.

El futuro del trabajo es ahora

Luego vino Carlos Salinas y entregó las empresas del Estado Mexicano (mil 500, construidas a lo largo de 50 años de regímenes revolucionarios), a la iniciativa privada, que las  sigue operando como monopolios oficiales, con enormes beneficios y pocas responsabilidades. Los resultados han sido un auténtico desastre del cual los mexicanos están empeñados en salir con la rectoría de un gobierno que, como principio fundamental, rechaza y combate la corrupción en todos los sentidos.

Ya se aprobó la reforma a la Ley del Trabajo y pronto habrán de verse los frutos de este gran paso, especialmente con el fortalecimiento de las organizaciones gremiales a fin de que los trabajadores recuperen el poder de interlocución que tuvieron hasta el último cuarto del siglo pasado, para enfrentar a las mafias patronales y defender sus legítimos derechos. Que los beneficios generados por el binomio de capital y trabajo, se distribuyan dando a cada quien lo que le corresponde.

Precisamente, hoy habrá de llevarse a cabo al foro El futuro del trabajo es ahora, espacio en el que funcionarios públicos, rectores de universidades, académicos, especialistas, líderes empresariales y representantes del sector obrero discutirán los desafíos del mundo laboral en México, donde se ha llegado a un callejón sin salida que repercute en todos los ámbitos. Con trabajadores mal pagado y peor capacitados, el sistema productivo permanece anclado en la prehistoria, con una producción cara, mala y fuera de mercado, con la que es imposible competir internacionalmente.

El evento lo está promoviendo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, una de las puntas de lanza del neoliberalismo, que ve con preocupación cómo México se va quedando rezagado en la industria, el comercio y la prestación de servicios por la mala calidad de los puestos de trabajo que se ofrecen a las nuevas generaciones, lo que desestimula la competitividad. Si los técnicos van a las líneas de montaje, si los ingenieros van de operarios, ¿quién quiere prepararse?

El pasado 10 de mayo hubo una derrama considerable por el consumo de alimentos preparados en los establecimiento de la región; pero, fueron muy pocas las mamás que salieron satisfechas de los restaurantes. Malos cocineros y peores meseros, eso sí, muy baratos, echaron a perder el día.

Igual sucede con todo. Una chafaldrana adquirida en el mercado local, ya se sabe que resulta tan fea, como descuadrada, e inútil y dura la víspera, porque la hicieron obreros mal pagados que viven con la angustia permanente de cómo hacer para completar para la soda y la concha que será todo el alimento que recibirán sus familias ese día, pues los 160 pesos son apenas suficientes para pagar la renta y los pasajes al y desde el trabajo, sin posibilidades de acceder a otros satisfactores.

Para acabarla de amolar, los empleos precarios, de pésima calidad y peor pagados, tienden a desaparecer ante el avance tecnológico, lo que plantea un nuevo retro, no para los obreros que están acostumbrados a sobrevivir, sino para el sistema productivo que ya no necesitará mano de obra barata en grandes cantidades, sino técnicos e ingenieros altamente capacitados y por tanto demandante de salarios dignos.

La perspectiva patrimonialista y su cara dura, el rentismo, está por llegar a su fin y sólo subsistirán los que sean capaces de entender y adoptar el cambio hacia el sentido humano del capital.