Editoriales > ANÁLISIS

El fracaso de la globalización

A finales del siglo XX se anunció la era de la globalización y se lanzaron cohetes al aire por el fin de los nacionalismos que mantuvieron cerradas las posibilidades de desarrollo de pises importantes.

Quizá el ejemplo más ilustrativo de chauvinismo en el mundo occidental fue la España de Franco, que vivió una política aldeana con exclusión de cualquier manifestación humana que no fuera afín al pensamiento obtuso del generalísimo Franco, uno de los dictadores más crueles y perversos.

El fracaso de la globalización

Vale decir que el nacionalismo revolucionario de México no cerró el país al mundo; por el contrario, lo proyectó con brillo con obras colosales en los tres grandes campos de la cultura humana, con hombres y mujeres que llevaron la esencia del ser mexicano por los cuatro confines del planeta. 

¿Quién puede olvidar a don Gilberto Bosques, profesor, periodista, político y diplomático quien en la Francia ocupada por los nazis, salvó la vida a más de 30 mil refugiados, como Schindler?

En su portal sobre los objetivos de desarrollo del milenio, la ONU señala acerca de la globalización que: “Es un fenómeno inevitable en la historia humana que ha acercado el mundo a través del intercambio de bienes y productos, información, conocimientos y cultura. En las últimas décadas, esta integración mundial ha cobrado velocidad de forma espectacular debido a los avances sin precedentes en la tecnología, las comunicaciones, la ciencia, el transporte y la industria. Si bien la globalización es a la vez un catalizador y una consecuencia del progreso humano, es también un proceso caótico que requiere ajustes y plantea desafíos y problemas importantes”.

Precisamente, esa característica caótica de la globalización es lo que ha permitido que ésta sea altamente selectiva y que aliada al capitalismo salvaje, haya destruido las economía emergentes con exigencia crueles, como la apertura y desregulación financiera para permitir que los peces grandes se coman a los chicos, de tal suerte que la sangría de recursos ha vuelto más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, en una trasferencia inicua de fondos sin ningún control.

Ahora, se avizoran en el panorama serios peligros, como los nacionalismos de derecha, que, como hizo Franco en España, quien crear paraísos ficticios con ideologías crueles e implacables. En el Brasil que hace apenas unos años lideraba las naciones de la América del Sur con una propuesta de justicia social y desarrollo equilibrado, es gobernada por un exmilitar cuya tarea es explotar las riquezas de la Amazonia, el pulmón del planeta, rico en recursos naturales, especialmente petróleo y minerales, despojando de sus propiedades a los pueblos originarios que ahí viven.

En los Estados Unidos ayer mismo el veterano legislador de Iowa, Steve King, puso a temblar al mundo cuando preguntó, casi con aire de ingenuidad si “blanco nacionalista, supremacista blanco, civilización occidental, eran consideradas palabras ofensivas", poniendo sobre el tapete uno de los temas más controversiales del vecino país, que recibió de Francia el regalo de la estatua llamada La libertad iluminando al mundo, ubicada en la bahía del Hudson en Nueva Jersey, frente a la isla de Manhattan. De inmediato se atemperaron sus palabras; pero, no dejan de ser preocupantes.

El fracaso de la globalización se deriva del hecho concreto de que, al servicio del neoliberalismo, sólo ha permitido que el intercambio sean fundamentalmente financiero y que éste tenga una tendencia claramente usurera. 

Se permite la entrada y salida de bienes y servicios y de fondos y recursos financieros; pero, de ninguna manera de personas, como podría ser conveniente para que los beneficios de la globalización fueran de una cobertura más amplia y sobre todo más justa.

En el mismo texto la ONU, señala que: “Cuando la gente critica los efectos de la globalización, suele referirse a la integración económica. La integración económica se produce cuando los países reducen los obstáculos, como los aranceles de importación, y abren su economía a la inversión y al comercio con el resto del mundo. Los detractores se quejan de que las disparidades que se producen en el sistema comercial mundial de hoy perjudican a los países en desarrollo”.

Pero, además, agrega que: “Los defensores de la globalización señalan que los países como China, Viet Nam, la India y Uganda que se han abierto a la economía mundial han reducido notablemente la pobreza. Los críticos sostienen que el proceso ha significado la explotación de gente en los países en desarrollo, producido perturbaciones masivas y aportado pocos beneficios”.

Con los nuevos nacionalismos de ultraderecha, se acrecentarán los perjuicios y disminuirán los beneficios que la globalización pudo acarrear.

Quizá por ello, el nuevo régimen de gobierno en México busca rescatar la forma ecléctica en que el país pudo tener un lugar privilegiado entre las naciones del mundo con la propuesta de justicia social.