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El enemigo en casa

Cuando menos durante los últimos cinco años, los hombres más ricos del orbe son los dueños de las plataformas digitales, que han amasado fortunas nunca imaginadas gracias a la venta de información a empresas multinacionales de todo género

La sucesión presidencial en los Estados Unidos ha puesto en evidencia la nueva realidad que vive el planeta. Con la llegada del neoliberalismo, esto es el capitalismo salvaje que no conoce límites ni acepta reglas en su expansión, el poder político se puso al servicio del poder económico; ahora, ambos ceden frente a otro poder dominante que tampoco reconoce linderos ni preceptos y va por todo. Las redes sociales lograron la omnisciencia, la omnipresencia y el omnicontrol dados por voluntad propia.

Según los resultados del estudio realizado por We Are Social, una entidad de estadística y estudio de las principales tendencias sobre el número y el tipo de usuarios de Internet en el mundo, en el 2020, hubo un total de 4 mil, 540 millones de internautas activos, que equivalen al 59 por ciento de la población mundial. El tiempo promedio que los usuarios destinan para navegar por la internet en el planeta es de 6 horas con 43 minutos cada día. La mayor parte de ese tiempo está dedicado a atender las redes sociales.

El enemigo en casa

La absoluta libertad de que gozó la navegación por la red se ha ido restringiendo y cada vez es más creciente el número de concesiones que el usuario tiene que hacer para acceder a algún sitio. Unos piden permiso que el navegante puede negar; pero, la mayoría, ni eso. Penetran en los equipos como Juan por su casa y se apoderan de toda la información de los propietarios de PCs, tabletas, teléfonos inteligentes y cualquier otro medio por el cual se pueda navegar. Esa información es un poder colosal.

Cuando menos durante los últimos cinco años, los hombres más ricos del orbe son los dueños de las plataformas digitales, que han amasado fortunas nunca imaginadas gracias a la venta de información a empresas multinacionales de todo género. Quién es, dónde vive, qué le gusta, cuales son sus aficiones, cuánto puede pagar, cómo se le puede inducir al consumo de tal o cual producto en el mercado o por salir, quiénes son sus familiares, amigos o compañeros de trabajo, cuál es su religión, tendencia política, orientación sexual, etc. Todo eso vale y se vende con pasmosa facilidad en mercados de la red.

Así, la toma de decisiones ya no pertenece a la voluntad de las personas, sino al impacto publicitario por medio de las redes sociales. Éstas han evolucionado al punto de tener influencia en la actividad política, económica y social de las personas, de las sociedades y, finalmente, de los países del mundo. El comportamiento de los manifestantes en el Capitolio estadounidense fue la cúspide de las acciones que se han sembrado en el ánimo de la gente, demostrando con ello el inmenso poder de las redes sociales.

Este pantagruélico poder pudo enraizar, crecer y fortalecerse gracias a la idea de que eran una alternativa a la manipulación mediática y a la idea de que en ellas todas las personas eran iguales y podían expresar libremente lo que sintieran y pensaran, algo que ningún otro medio había conseguido a tan gran escala. Con las redes sociales cualquier usuario puede expresar su opinión y ser escuchado. Así las grandes masas se expresan a través de éstas y, además, logran volverse 'virales' o 'trending topic'. 

El expresidente Barack Obama ha reconocido que debe su triunfo en las urnas a las redes sociales por medio de las cuales pudo llegar a un amplio universo de votantes con su promesa de cambio y de un mundo más libre. Tanto empresas, como políticos y los grandes líderes, han notado el poder que tienen las redes sociales dentro de la sociedad, y han entendido que necesitan presencia en las mismas para llegar cada vez más a sus seguidores y lograr acercarse a ellos. Es por ello que vemos como hoy en día desde las empresas más pequeñas hasta las multinacionales más grandes tienen presencia social media.

El poder de influencia de las redes sociales se da por su capacidad multiplicadora o de transmisión, creando una avalancha desencadenante de movimientos o manifestaciones sociales. Los políticos acuden a las redes sociales por su poder de influencia y aparente cercanía con el ciudadano de a pie, en una horizontalidad, permitiendo un mensaje de tú a tú o de carácter igualitario. Ese acercamiento les brinda una imagen de ser humano humilde, igual que todos y que por lo tanto, sufre y busca lo mismo.

Sin embargo, las redes sociales han perdido la inocencia y aunque siguen con la imagen de ente de carácter igualitario y, por ende, democratizador, han sacado los dientes, primero con su exitosa entrada al mercado mundial de bienes y servicios, tanto como plataformas publicitarias, que como entidades inductoras de usos, costumbres, modas y tendencias. Han quitado el 'coco wash' a los 'mass media'.

Internet y las redes sociales han diversificado su gran poder acumulado, de tal suerte que no hay en este momento un Estado, organismo o entidad que pueda regular su funcionamiento o limitar sus alcances. Van por la libre. Los intentos por regular las redes sociales en todo el mundo de ninguna manera son homogéneos, por el contrario, tienen objetivos tan diversos que van desde la legítima protección de la seguridad de los niños, el uso y comercialización de los datos personales y la seguridad de grupos vulnerables, hasta el intento de poner coto a las empresas tecnológicas o censurar contenidos. 

Pero, los acontecimientos del miércoles 6 en Washington han mostrado la otra cara del poder de las redes cuando ellas mismas se han censurado y limitado al sacar de la web los mensajes del presidente de los Estados Unidos y han tomado la decisión de cancelar sus cuentas. Ahora, además, se han tornado juez y parte de una contienda política que ha dejado muchas enseñanzas y no todas de carácter positivo.

Con ello, aparte de acumular dominio total del mundo del dinero, han incorporado facultades rectoras en el acontecer político, juntando todos los poderes posibles en un mundo globalizado en que el ser humano ha vuelto a la condición de consumidor cautivo, tanto de bienes y servicios como de ideologías políticas y tendencias sociales.

Independientemente de filias y fobias, el ser humano está a merced de un moderno Leviatán, que se yergue todopoderoso sobre la suerte de la humanidad. Quizá sea momento para recobrar la esencia y cerrar los espacios usurpados contra su voluntad y hacer de la existencia una realización plena e integral. Que si no puede sacar el enemigo de la casa, que le ponga riendas.