El caos económico

La Teoría del Caos es un concepto físico-matemático que aún está por relacionarse con el resto del quehacer humano, e implica que, dentro de la armonía de las leyes que han sido descubiertas a lo largo de los años, existen elementos circunstanciales que impiden que los resultados finales sean los previstos. Una flecha disparada por un arco, puede ir en sentido lineal o no, dependiendo de la fuerza del viento y de la resistencias del aire.
Fue allá a principios del siglo pasado, quizá 1908, cuando el matemático francés Henri Poincaré trabajó con sistemas matemáticos no lineales, llegando a ciertas conclusiones que, andando el tiempo, habrían que ser importante antecedente histórico y conceptual de la teoría del caos. Hasta entonces, se impuso firme el orden, el determinismo y la predicción en la labor investigadora, lo que limitó los objetivos a los resultados de los fenómenos que coincidieran con el patrón previamente establecido. Orden y armonía.
Pero, cuando los científicos se dedicaron a descomponer los sistemas más complejos, corrigiendo lo que no cuadraba con las expectativas teóricas en las que se pasaban por alto las pequeñas oscilaciones, las turbulencias y las irregularidades asegurando que no afectarían al resultado final, se logró descubrir que existe un número infinito de posibles variantes que, finalmente, afectan las conclusiones con desenlaces harto insospechados.
Eso está ocurriendo en la economía global, en la que no existe una explicación cabal de lo que acontece al final de la expansión monetaria y crediticia. La economía líder, la de los Estados Unidos, supero el descalabro financiero del 2008 imprimiendo una enorme mesa monetaria con la cual comprar bonos del gobierno, esto es, financiar a las acciones de la administración pública, y expandir el crédito al consumo, a fin de generar empleo.
Con la creación de empleos bien pagados, conocidos como ‘empleo decente’ el avance hacia la normalización financiera hubiera sido exitosa, generándose un circulo virtuoso de producción, consumo y generación de contribuciones, con lo que la deuda pública se iría contrayendo en la medida que avanza la recuperación económica. Bonito en teoría.
Pero el imponderable que no tomaron en cuenta los estrategas del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos es que la enorme masa monetaria fue acaparada por los especuladores que, en lugar de crear empleos, se dispusieron a ganar dinero con dinero, esto es, a dejar que sus capitales crecieran de manera estéril, sin producir ningún valor agregado. Ello desquició el mercado financiero global; ha llegado el momento del caos.
Los dueños del gran capital, concentrado en una cuantas manos como nunca antes en la historia de la humanidad, están exigiendo que: por una parte, la presidente de la Fed, doña Janeth Yellen dé a conocer las estrategias que seguirá el organismo en la próxima reunión del sietema, y que los bancos centrales de las naciones fuertes dejen de operar como entes reguladores y dejen que las reglas de mercado den el rumbo de la economía.
Siguiendo la teoría del caos, los capitalistas reacios a la creación de empleo bien pagado habrán de sufrir las consecuencias, pues, sin capacidad de compra no hay consumo, sin consumo no hay colocación de crédito y sin los beneficios del crédito usurero que han venido manejando, sus capitales serán carcomidos por los efectos inflaciones que serán la consecuencia de la falta de los bienes y servicios que han dejado de producirse. Órale.
Los bancos y los banqueros que tienen un montón de dinero disponible no prestan, ya sea por riesgo que implica la falta de garantías o falta de voluntad de las corporaciones e individuos para pedir prestado dinero, entonces el crecimiento del crédito no aumenta. Exactamente lo que ha estado ocurriendo. El crecimiento del crédito de Estados Unidos, tenía un promedio de 9 por ciento anual desde el año 2000; ahora está buscando llegar a un 4 por ciento. Esta desaceleración en el otorgamiento de crédito actúa como un lastre para la actividad económica. Si en Estados Unidos hace aire, acá se espera un huracán.




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