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Efluvios de libertad

El Palacio, su explanada frontal y el Zócalo están libres de cualquier barrera

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, efluvio tiene dos significados: Emisión de partículas sutilísimas; Emanación o irradiación, en lo inmaterial. En ambos casos, se trata de una difusión tenue; pero, perceptible de un fluido que caracteriza a un elemento material o inmaterial.

Con frecuencia de habla del efluvio de primavera cuando en el ambiente se deja sentir el perfume de las primeras flores, o del efluvio de la alergia cuando el ambiente plácido invita a la distensión.

Efluvios de libertad

El domingo pasado, en torno al Palacio Nacional en pleno corazón de la gran Ciudad de México, se dejó sentir el efluvio de la libertad. Quizá el mensaje más obvio y quizá más importante, es que el Palacio, su explanada frontal y el Zócalo están libres de cualquier barrera. Ya no están las vallas de acero o de concreto con las que el Estado Mayor Presidencial tenía sitiado el asiento de los Poderes federales. Cualquier hijo de vecina puede llegar hasta la histórica puerta principal del señorial edificio y sentir el efluvio de libertad del primer país que abolió la esclavitud en América.

Dentro del Palacio, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio cuenta de los asuntos de su gobierno en lo que llamó el Tercer Informe al Pueblo, con motivo de la entrega del Primer Informe que rindió a la representación nacional constituida por las Cámaras del Congreso de la Unión. En sus propias palabras y con datos precisos, reiteró lo que es la Cuarta Transformación de la vida nacional y qué tanto se ha avanzado en el afán de separar al poder político del poder económico.

Por momentos, se hicieron más presentes los efluvios de la justicia social que los de libertad; pero, luego se pudo entender que, finalmente, son lo mismo. Sin igualdad de oportunidades para todos, no puede haber libertad, pues siempre habrá fuerzas dominantes que hagan valer sus intereses por encima del interés general de la nación, como ha venido ocurriendo durante la noche oscura del neoliberalismo. 

También pudieron recordarse las palabras recientes de ese notable pensador Noam Chomsky, en sus declaraciones en el sentido de que: "Las políticas públicas iniciadas por el Gobierno Mexicano pueden ser un atentado contra el 'Capitalismo Gánster', toda vez que están centradas en el apoyo a las clases sociales más afectadas por las tendencias económicas, que han imperado desde las últimas décadas del siglo XX hasta la fecha", que  tienen más contundencia que sutileza de efluvio.

También se perfiló durante el ejercicio de rendición de cuentas del presidente, la advertencia de Chomsky: "En cuanto a AMLO recuerden lo que le pasó a Lula, Lula hizo todo lo posible por asegurar los derechos de los ricos y poderosos y de las instituciones financieras, pero no importó, él estaba haciendo cosas por ayudar a los pobres, a las personas equivocadas, eso es algo en lo que tenemos que pensar, el capitalismo gánster es salvaje y eso no es algo nuevo". ¡Nada nuevo!

 El filósofo norteamericano es apenas una de las voces que a nivel mundial se han levantado para advertir sobre la necesidad de cuidar al régimen de la Cuarta Transformación como se cuida el cabo de vela en medio de la tormenta. Si se apaga, quizá ya no haya nada más. Es la reacción de los seres humanos ente la progresiva e irresponsable destrucción de su entorno. Es el grito que conmueve y que invita a recuperar la esencia y los valores que hacen al ser humano el ser superior.

Dijo el presidente que: "El objetivo más importante del gobierno de la Cuarta Transformación es que, en 2024, tengamos una sociedad mejor, que la población esté viviendo en un entorno de bienestar. Vuelvo a proclamar: por convicción, humanismo y por el bien de todos, primero los pobres. Sólo con una sociedad justa lograremos el renacimiento de México. El país no será viable si persisten la pobreza y la desigualdad. Es un imperativo ético, pero no sólo eso; sin justicia no hay garantía de seguridad, tranquilidad ni paz social. Dejemos a un lado la hipocresía neoliberal y reconozcamos que al Estado le corresponde atemperar las desigualdades sociales.

No es posible seguir omitiendo la justicia social de las obligaciones de gobierno. No es jugar limpio utilizar al Estado para defender intereses particulares y procurar desvanecerlo cuando se trata del beneficio de las mayorías. No es ético ni lícito defender la facultad del Estado para rescatar instituciones financieras en quiebra y considerarlo una carga cuando se trata de promover el bienestar de los más desfavorecidos". 

Efluvios de libertad.