Democracia imperfecta

El Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, reza textualmente que: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Punto de partida de la soberanía nacional, es el ejercicio del voto ciudadano en los comicios para elegir gobernantes y representantes populares ente los congresos.
Como es fácil observar, la piedra angular del edificio democrático institucional, es el voto. El voto que la misma Constitución consagra como un derecho y un deber de los ciudadanos con sus prerrogativas a salvo; pero, algo ocurre en esta país que es escaso el número de ciudadanos que ejerce el privilegio del voto y su deber cívico. Ha mucho años que el auténtico triunfador de las jornadas comiciales es el abstencionismo, y los puestos públicos y cargos de representación, se ganan y ejercen con porcentajes bajos.
Al eximirse el ciudadano de ejercer su derecho y cumplir con su deber, está renunciando implícitamente a la parte de la soberanía nacional que le corresponde en lo particular y en lo general, por cuanto las decisiones de Estado y de gobierno las toma un reducido número de individuos que, en realidad, no tiene la representación popular, y, por tanto, puede atender con desparpajo a los estímulos que les ofrezcan agentes ajenos al pueblo.
Por citar un ejemplo sólido, en el Distrito 02 de Reynosa, durante el proceso electoral del 2012, para la elección de diputados federales, se registró un padrón de votantes de 349 mil 942 ciudadanos con pleno derecho a voto; de ese universo, votaron 172 mil 071, lo que corresponde al 49 por ciento del total de votos posibles. Como resultado de la elección se tuvo que el triunfador de la jornada obtuvo 61 mil 034 votos, que hace el 35 por ciento de la votación emitida. De esta suerte, el ‘ganón’ lo fue con sólo el 17 %.
Esa circunstancia únicamente puede ocurrir en México. Una democracia tan imperfecta, en que un individuo, con su propio voto, si no hay quien se oponga, puede acceder a cualquier cargo gubernamental o puesto de representación, tiene más de imperfecto que de democracia. Por tanto, no puede decirse que en México el pueblo sea depositario de la soberanía nacional. Esta la ejercen ganapanes de a 20 por ciento. No necesitan más.
Por ello, no es de extrañar que los gobernantes y los congresistas se hagan una con los magnates que dominan la economía del planeta para entregar las riquezas naturales y convertir al país en una gran maquiladora, cuya mayor virtud es ofrecer los salarios más bajos del mundo. Las últimas reformas constitucionales son de a 20 por ciento; lo que, el día en que todos los hijos del Anáhuac se decidan a recuperar la soberanía nacional, tendrá que revertirse para que México sea la nación justa y pujante que venía siendo.
Que ningún mexicano de buena voluntad se deje llevar por la salva de provocaciones que han desatado los facinerosos que quieren que todo siga igual, para seguir viviendo del cuento. Parodiando a la Biblia, habría que decir que: Sólo el voto os hará libres. Hay que votar, por quien sea; por los mismos pillos de siempre; por los pillos nuevos o por quien esté más cerca del corazón o del bolsillo. Votar por quien sea; pero, ir a votar.
Llegará un día en que las elecciones sean un proceso más serio, limpio y transparente; ese día, el derecho que es también obligación, deberá tener una carga punitiva. De la misma manera que quien no trabaja no tiene derecho a comer; quien no vote no tiene derecho a exigir la parte de la soberanía que le tocó construir y dejó pasar con apatía, dejadez e irresponsabilidad. Y, alguna vez (soñar no cuesta nada y las obras portentosas comenzaron con un sueño), se tendrá que castigar a quien no vote como ocurre ahorita en la mayoría de los países de la América Latina. No es forzoso que haya Ley Seca; en pro de la soberanía que consagra la Constitución, es justo dejar la ‘chela’ de lado un día.




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