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Conversación con los hombres

El alma acongojada, la mente turbada, el ánimo contrito, apenas es posible recordar que hoy hace 240 años que partió de este mundo el escritor francés Francisco María Arouet, mejor conocido como Voltaire, uno de los principales representantes de la Ilustración, movimiento que pretendió entronizar la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad. Curiosamente, este autor crea la obra más cruda sobre la irracionalidad.

Micromegas, un texto que el propio autor denominó historia filosófica, es la narración del encuentro de un ser de otra galaxia con la raza humana y cómo vive un proceso de desencanto. El primer capítulo comienza: “Viaje de un morador del mundo de la estrella Sirio al planeta de Saturno. Había en uno de los planetas que giran en torno de la estrella llamada Sirio, un mozo de mucho talento, a quien tuve la honra de conocer en el postrer viaje que hizo a nuestro mezquino hormiguero. Era su nombre Micromegas, nombre que cae perfectamente a todo grande, y tenia ocho leguas de alto; quiero decir veinte y quatro mil pasos geométricos de cinco pies de rey”.

Conversación con los hombres

El grueso de los biógrafos de este escritor, considerado el más importante de su tiempo, coinciden en señalar que era: "Pensador polifacético y poco sistemático. Voltaire se convirtió en un símbolo del enciclopedismo y de las modernas ideas ilustradas que defendían la libertad de pensamiento, la tolerancia y la justicia como instrumentos superadores de la ignorancia, el dogmatismo y las supersticiones de toda índole”. Se dice que no era ateo; pero, no aceptaba la existencia de una voluntad divina rigiendo sobre la vida de los hombres, aunque acepta un orden universal.

Sus ideas políticas quedan claramente expuestas en Micromegas. Voltaire cree que la democracia, como está compuesta de hombres, igual será injusta y cometerá faltas. En democracia, los hombres vivirán peleándose por gobernar y por la toma de decisiones.

En el Capítulo VII, Conversación con los hombres, expresa: “O átomos inteligentes, en quien se plugó el eterno Ser en manifestar su arte y su potencia, sin duda que en vuestro globo disfrutáis contentos purísimos; pues teniendo tan poca materia y pareciendo todos espíritu, debéis emplear vuestra vida en amar y pensar, que es la verdadera vida de los espíritus. En parte ninguna he visto la verdadera felicidad, mas estoy cierto de que ésta es su mansión. Encogiéronse de hombros al oír este razonamiento los filósofos todos; y más ingenuo uno de ellos confesó sinceramente que, exceptuando un cortísimo número de moradores poquísimo apreciados, todo lo demás es una cáfila de locos, de perversos y desdichados”.

Luego explica: “Más materia tenemos, dixo, de la que es menester para obrar mal, si procede el mal de la materia, y más inteligencia, si proviene de la inteligencia. ¿Sabéis por exemplo que a la hora esta cien mil locos de nuestra especie, que llevan sombreros, están matando a otros cien mil animales cubiertos de un turbante, o muriendo a sus manos, y que así es estilo en toda la tierra, de tiempo inmemorial acá?”.

“Horrorizóse el Sirio, y preguntó el motivo de tan horribles contiendas entre animalejos tan ruines. Trátase, dijo el filósofo, de unos pedacillos de tierra tamaños como vuestro pié, y no porque ni uno de los millones de hombres que pierden la vida solicite un terrón siquiera de dicho pedazo; que se trata de saber si ha de pertenecer a cierto hombre que llaman Sultán, o a otro que apellidan César, no sé por qué. Ninguno de los dos ha visto ni verá nunca el rinconcillo de tierra que está en litigio; ni menos casi ninguno de los animales que recíprocamente se asesinan ha visto tampoco al animal por quien asesina”.

Voltaire no conoció a México, ni a los niños, jóvenes, mujeres, periodistas, médicos, sacerdotes, seres humanos que a diario caen, inmolados por otros que ni siquiera saben por qué, aunque se engañan creyendo saberlo.

Requiescat in pace Héctor y todos los demás; los de antes, los de hoy, los de mañana.