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Campa y Basilio ‘hambreadores’

Sería imposible entender la presencia de Roberto Campa Cifrían en la la política y el gobierno de este país, sin la mano de su madrina, Elba Esther Gordillo, a la que como aseguraba el Ratón Macías con respecto del Cuyo Hernández, todo se lo debe a su manager. Campa, profesor de Teoría Macroeconómica en la Universidad Anáhuac, se ha pronunciado en contra de un aumento al salario mínimo, tan anticonstitucional.

Aseguró que para aumentar el salario mínimo se deben analizar y respetar todas las reglas de la economía a  fin de no dar saltos al vacío, pues dijo: “En el caso de las leyes de la economía las facturas se pagan tarde o temprano; por ello, todo se debe hacer seriamente y revisando cuáles podrían ser las consecuencias”. Es difícil saber si este funcionario que ha sido ajonjolí de muchos moles, siempre con lamentables resultados de los que, como es típico, no tiene que dar cuenta, sabe lo que dice o habla al tanteo.

Campa y Basilio ‘hambreadores’

Como secretario del Trabajo y Previsión Social, Campa acaba de firmar un Convenio Interinstitucional con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en un evento durante el cual se atrevió a decir, con absoluta desvergüenza que: “El derecho al trabajo digno, socialmente útil y económicamente remunerado, representa un reto enorme. Nos demanda revisar los mecanismos de colaboración entre las instancias que tenemos como responsabilidad última velar por los derechos laborales e impartir justicia en este rubro. La defensa, promoción, respeto y garantía de los derechos laborales, son tareas complejas y demandantes, pues precisan de la participación conjunta y articulada de quienes tenemos estas responsabilidades”. Cinismo extremo.

Porque, al término del mismo, aseguró que es inviable un aumento salarial, a pesar de que la inflación persistente ha tragado literalmente los ocho pesos que graciosamente concedió la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos a los trabajadores que carecen de defensa para evitar caer en la situación de miseria con 88 pesos de salario diario.

Las leyes de la economía que esgrime, han sido definidas con meridiana claridad por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, conocida como FAO, que dice: el destino económico de una empresa está asociado con el ingreso (por ej., los bienes vendidos en el mercado y el precio obtenido) y el costo de producción de los bienes vendidos. Este último incluye los sueldos de los obreros y/o empleados cuyos esfuerzos están directamente asociados al producto elaborado, y que, generalmente, representa menos del 10% del costo de producción. Menos, no 10.

Un ejemplo muy a modo de la pésima gestión de Campa y de sus predecesores, es la industria automotriz que viene a generar el 3.1% del Producto Interno Bruto (PIB) y es responsable del 18% del PIB en el sector de la manufactura. Esta industria espera tener una producción anual de automóviles arriba de los 3.5 millones de unidades que hoy se producen hasta llegar a los 5 millones en 2020. Sí; pero es un ejemplo inicuo.

Mientras esta industria crece a pasos agigantados, se presentan contradicciones; pues, lo que hace atractiva la inversión en México son los bajos salarios; sin embargo, lo que parece ser la gran atracción para las transnacionales es, a la vez, el motivo que alienta la rotación de personal. La búsqueda de mejor salario ha creado el fenómeno de la constante fuga de personal y la total ausencia de compromiso con las empresas.

Las que han tenido mayor éxito son las que dedican una buena parte de su inversión a la capacitación de los trabajadores, a fin de que tengan niveles de productividad más altos y con ello mejoren sus ingresos, además de que hay estímulos de arraigo. Pero, no todos los empresarios de la maquila se comportan de igual manera y en un elevado número, se dejan ver las que sólo buscan ganancias fáciles y rápidas.

Precisamente, en el sector automotriz, quizá debido a su importancia y niveles de inversión, se está generando una robusta clase laboral, que hoy comienza a dar sus primeras luchas, muy incipientes, para lograr mejorar sus ingresos y prestaciones.

A ello está contribuyendo la influencia de los sindicatos de los países signatarios del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, que proponen la homologación salarial como condición previa para su renovación durante las pláticas que se llevan a cabo en estos días y que han encontrado en los salarios y los derechos humanos un gran obstáculo, porque los negociadores mexicanos tozudos, no dan su brazo a torcer.

Por fortuna, en Canadá y los Estados Unidos no hay funcionarios como Campa, ni como el anquilosado Basilio González, lamentable herencia trágica del salinismo.