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Antediluvianos, antidemocráticos

No hay mayor evidencia de lo anacrónico y arcaico del sistema electoral mexicano que el pleito cazado entre el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, unos con sus puntadas grotescas y otros con el empeño de sentirse ‘autoridad’ y dejar bien sentado su poder de decisión, nomás por puro poder.

No hay mayor evidencia de lo anacrónico y arcaico del sistema electoral mexicano que el pleito cazado entre el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, unos con sus puntadas grotescas y otros con el empeño de sentirse ‘autoridad’ y dejar bien sentado su poder de decisión, nomás por puro poder.

Los vicios de origen son indudables e innegables. Juntar elecciones federales, estatales y municipales no tiene más propósito que crear un embrollo colosal del cual, como dice el dicho: “a río revuelto, ganancia de pescadores”, evitar que la voluntad popular se manifieste en las urnas mediante el sufragio efectivo. Además de la participación de los partidos políticos como contendientes por los cargos públicos y de representación popular, se une la participación de los ‘independientes’ que harán el caldo más gordo.

Antediluvianos, antidemocráticos

Si en una triste elección municipal se dejan sentir las fallas y deficiencias del sistema electoral; cuando ocurra esa batalla por la Presidencia de la República los 128 escaños del senado, las 500 plazas de la Cámara de Diputados, nueve gubernaturas, elecciones locales diversas en 30 estados del país, será la hecatombe. Cada quien hará lo que le dé la gana y llevará agua a su molino. El problema es que son muchos, ¡muchísimos!

En las instancias electorales, ya se sabe, están los mismos de siempre que, ahora ya ni siquiera necesitarán cuidar las formas. Si antes buscaban tapar el ojo al macho para que no fueran tan evidentes sus trapacerías, ahora, con una carga tan extraordinaria, simplemente agregarán a su famosa frase cínica de que: “yo sólo obedezco órdenes”, la gran muletilla de que: “además, yo sólo hago lo que puedo”, que, claro, será muy poco.

Hay que señalar que para las elecciones de este año, se tiene contemplado un gasto sin precedente de 2 mil 138.3 millones de pesos. Según los funcionarios, el argumento para elevar el presupuesto en casi al 27% con respecto de la anterior elección, es que el padrón electoral creció de 84.4 millones a 87.1 millones de ciudadanos. ¡Ah! Con ese dinero, bastaría, si hubiera voluntad, para incorporar los sistemas digitales al proceso.

Sería posible crear un sofisticado y efectivo sistema electoral digital, en que no cupiera la menor duda de las decisiones populares, lo que sería altamente deseable por parte de los ciudadanos; pero, imposible dadas las actuales circunstancias, porque entonces los funcionarios ya no podrían tener casa en McAllen o Mission donde alojarse cuando las cosas se ponen feas y se descubren sus enjuagues. Ya no habría manoseo ni transa.

Técnicamente, en estos momentos resulta más, mucho más, barato utilizar la Internet para llevar a cabo los comicios, que la manutención, a muy alto costo, de la burocracia electoral que tiene sueldos altísimos, con posibilidades de buscas e ingresos paralelos (actualmente, y de acuerdo con información oficial del propio INE, el salario de cada uno de los 11 consejeros electorales se compone del sueldo base y la compensación garantizada, lo que resulta en una percepción bruta mensual de 236 mil 370 pesos), más todos los ‘juncionarios’ distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional.

Se lograría también un considerable ahorro de tiempo y dinero en la desaparición de las boletas electorales, que son diseñadas, impresas, distribuidas, entregadas en mano, tachadas, contadas, concentradas y luego destruidas para borrar, como los gatos, la evidencia. También con la desaparición de las casillas y centros de votación, que no se pagan, pero cuestan, y los centros de cómputo y demás faramallas y parafernalia.

Ya ni siquiera sería necesario el conteo rápido; porque, en la red y mediante pantallas debidamente ubicadas, sería posible seguir la tendencia de las votaciones.

Si; pero, entonces, desaparecería la posibilidad del chanchullo, del arreglo, de la transa que siempre dejan muy buenos dividendos. Así, pos ¿cómo?