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A prueba

A veces Dios nos pone a prueba para recordamos que existe

A veces Dios nos pone a prueba para recordamos que existe.

El miedo es constitutivo de la condición humana. Nadie se escapa. Todos lo hemos padecido. ¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? Desde tiempos inmemoriales, en las culturas más antiguas los estudiosos han descubierto como el miedo estaba presente, tanto individualmente como en grupo. Se dice que incluso fue factor de socialización, pues para mitigar los miedos, los individuos de la antigüedad se juntaban y protegían entre sí. Ante la fragilidad de su ser, ante los peligros que entrañaba el medio ambiente y sus fenómenos, el miedo era natural y preparaba al hombre para la batalla o la huida.

A prueba

En ese contexto, es bien sabido que el miedo ha sido factor de sobrevivencia,  pues nos previene ante el peligro y muchas veces nos permite  actuar con mesura. Desde muy niños sentimos miedo, algo que puede ayudar a no caernos, a no enfrentarnos a fuerzas superiores; pero también hay otro tipo de temores que pueden dañar profundamente nuestra psique de por vida. Miedos que nos paralizan y nos impiden ser y hacer. Roberto Pérez, teólogo y filósofo reconocido, afirma que hay cinco grandes miedos presentados a lo largo de la vida en ciclos de siete años. Estos son el miedo al abandono, a los otros, al cambio, a la continuidad (rutina) y a perder.

Cinco miedos básicos que si no aprendemos a “lidiar”, se presentan toda la vida y se suman a otros temores que van deteriorando a las personas y la convivencia social. Miedos físicos y también miedos emocionales que nos acompañan toda la vida. Luego entonces, el miedo es natural, un “enemigo íntimo” que todos llevamos dentro. Porque aun cuando los varones son formados para ser “valientes”, es evidente que también padecen miedo. Pienso en todo ello ahora que el miedo es la emoción más extendida a nivel planetario en medio de la mayor crisis que nuestra generación ha enfrentado con la pandemia del coronavirus.

Y tenemos miedo, un miedo que parece obsesivo, irracional, un temor convertido en pánico, pavor, paranoia ante la incertidumbre y los rumores, ante la desnuda realidad nunca esperada. Una circunstancia inédita que nos pone a prueba como personas y también como humanidad. No voy a abundar en información que ustedes conocen mejor, sólo mencionar algunas cosas, en especial algunas respuestas ante la crisis. Porque finalmente todos tenemos miedo, a las pérdidas especialmente, de vidas, de economía, de salud, entre otras cosas; miedo al preguntarnos quién sobrevivirá y cómo será la vida después de esto. 

Pero también hay que subrayar que de nuestra respuesta a la circunstancia, del manejo de nuestros miedos, depende ese futuro hoy tan incierto. Y vamos observando cómo la gente se adapta a querer o no a la circunstancia y como los gobiernos toman medidas y dictan normas mientras las noticas de la expansión del virus sigue siendo el mayor temor. El mundo cambió en cuestión de semanas. Hasta el mismísimo Míster Trump, siempre tan rijoso y provocador, ha cambiado su rostro y su actitud presentando un plan de salvamento trillonario para apoyar la causa en su país, aunque se dice poco incidirá globalmente al ataque de un virus que no perdona condición social ni ubicación geográfica. Un virus que logró “igualarnos” a todos. La muerte del Marqués de Griñon en España, es una muestra clara. Ni el dinero, ni títulos nobiliarios, ni posición social salvan a nadie del virus con corona. 

Pero en medio del miedo colectivo, hay acciones notables. En Estados Unidos, un pueblo con extendida cultura filantrópica ya salieron los súper millonarios a dar la cara con cantidades exorbitantes en dólares para paliar la crisis. Un compromiso moral con la sociedad que ha contribuido a la forja de sus enormes fortunas. En nuestro país, aunque todavía hay poca cultura al respecto, se habla por ejemplo que el Tec de Monterrey ha construido espacios especiales para atender la pandemia en sus hospitales. Por su parte, diversas empresas han presentado planes para mitigar el golpe en la economía de sus trabajadores.   

Todo abona. Aun las acciones más pequeñas. Públicas o privadas. Conmovedor el gesto de artistas reconocidos dando conciertos al mundo en línea. En lo personal me ha tocado gozar algunos, el de Fito Páez por ejemplo nos enlazó a varios amigos desde Paris hasta Ciudad Victoria, pasando por MX y Reynosa. Unidos a través de la música y sus mensajes alentadores. Porque una certeza tengo: esta temible crisis de proporciones impredecibles, sólo se puede enfrentar unidos en todos sentidos. En lo global, nacional, comunitario y familiar. Aun cuando las indicaciones nos separen físicamente, mente y corazón deben permanecer unidos, más para dar aliento a las personas mayores.

“Amar es querer el bien”, decía el sabio griego. Si amamos a nuestra familia, a nuestra gente, a nuestro México, debemos desear su bien y no perdernos en chismes, rumores, conflictos y diatribas que nos dañan a todos. Es tiempo de tomar conciencia de la gran amenaza que nos acecha. Es tiempo de la concordia. Por nuestro bien, enfoquemos el pensamiento positivo y dejemos el pleito fratricida para vencer al gran enemigo. El coronavirus nos ha puesto a prueba. De nosotros depende vencer el miedo y que gane la vida.