Editoriales > EL JARDÍN DE LA LIBERTAD

La risa en tiempos de coronavirus

La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano. Víctor Hugo

No hay día más perdido que aquel en que no hemos reído, solía decir Charlie Chaplin, el gran genio del humorismo. Y su frase tiene sentido, porque la risa hace sin duda más llevadera la existencia. Pero mire usted, la realidad parece oponerse. Basta con amanecer y prender la pantalla para perder la sonrisa. Violencia en aumento, corrupción a flote, crisis ambiental, miedo infinito y encima ahora, el coronavirus amenazando. Y luego están los recibos de pago, el jefe insoportable (cuando hay trabajo) la pareja de malas, los niños con fiebre. Y si usted vive en esta Victoria nuestra, la llave sin agua, ay. ¿Cómo hacer espacio para la risa en un mundo tan lleno de problemas?

No sé usted de cual equipo sea, de los que van por la vida con cara de muina o de quienes al mal tiempo le oponen buena dosis de risa. Al respecto, recuerdo hoy el ejemplo de un sabio griego del que aprendí mucho en un reciente y muy gozoso curso de filosofía.  Se llamaba Demócrito de Abdera,  vivió antes de Cristo y tenía como característica el andar siempre risueño. No sólo eso, también afirmaba que la risa hacía más sabio a quien la practicaba, una ética con la alegría como meta de vida. Y Demócrito reía tanto, que preocupó a sus cercanos, quienes lo llevaron con Hipócrates, el mejor médico de su tiempo, para que lo curase de sus delirios. El médico lo examinó con extremo cuidado y después dictaminó: Demócrito ni delira ni está loco, sino que es el hombre más sensato del pueblo. Y no hay que olvidar que entonces, la palabra “humor” estaba relacionada con el buen equilibrio y la buena salud del cuerpo. 

La risa en tiempos de coronavirus

A contrapelo de otro filósofo llamado Heráclito que lloraba doliéndose de los males, Demócrito reía pese a todo, dispuesto a no renunciar al gozo de la vida. Y a pesar de que el mismísimo Platón quiso desterrar al buen humor de los dominios del pensamiento, los seguidores del buen Demócrito han defendido a la risa como herramienta para el bienestar. En el Renacimiento por ejemplo la risa vuelve a ser considerada un buen remedio para el espíritu y más tarde es el gran pensador Spinoza quien considera a la hilaridad como un bien apetecible, benéfica para el cuerpo y el espíritu. Después vendrá Kant quien señalaba a la risa como un síntoma de agudeza e inteligencia y luego Nietzsche para recordarnos que el hombre sufre tan terriblemente al mundo que se ha visto obligado a inventar la risa: “sólo sube a las montañas más altas quien se ríe de todas las tragedias”.

Humberto Eco va más allá al decir que la risa es el modo que tenemos para exorcizar la muerte. Premisa que se enlaza a la receta de tantos médicos: la risa para combatir muchos males como el estrés, el envejecimiento prematuro, el insomnio, el estreñimiento y hasta la gordura. Pero aunque los más sabios nos hablen de los beneficios de la risa, la humanidad  sigue riendo poco, como si viviéramos en la Edad Media, cuando la risa era vista como algo pecaminoso. Y aun estando comprobado que la risa puede ser un fármaco espiritual, una acción liberadora de frustraciones y violencia interna, una terapéutica que puede mitigar el dolor y la ira;  todavía hay muchas personas que pasan días enteros sin esa alegría renovadora.

Y no se trata de andar riéndose de todo y de todos, sino de encontrar los momentos para reír, solos, con otros e incluso de nosotros. Risa simple, pero también risa inteligente, producto de la agudeza mental. Basta asomarse a tanto Meme actual para reírse con las nuevas herramientas del ingenio. Porque el humor también es instrumento para bajarle los humos a los poderes autoritarios y a los mortales que se suben a los ladrillos de la soberbia. La hilaridad como una válvula de escape ante las tiranías del mundo que nos rodea. Luego entonces, la risa puede ser también elemento de lucha, de resistencia contra el miedo, la opresión, la depresión y la violencia.

Y pocas cosas se agradecen tanto como encontrar personas que te hagan reír cuando estás triste o preocupado. La risa une a las personas, permitiendo afrontar juntos las adversidades. Con todo, la vida nos da la oportunidad para elegir ser seguidores de Heráclito el lacrimoso o de Demócrito el que pese a todo los males apuesta por la alegría. Ya lo dijo Benedetti: Defender la alegría, del escándalo y la rutina, de la miseria y de los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas.

Apostemos a la risa como fiesta del alma, como impulso para seguir luchando contra los males que nos rodean. Empecemos hoy.