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“Tweeteando” ando

(Tweet: Palabra inglesa que se utiliza para representar el sonido que emiten las aves. De ahí tomó su nombre la red social “Twitter”).

Seguramente, al leer esta columna habrá algunos que dirán “Ya perdimos al Contador”. Otros habrá que me preguntarán “¿De cuál fumó, Conta? Pásela pa’ andar iguales”. Y no faltará quien diga preocupado: “Ya no se ande inyectando esa cochinada, Contador, nada bueno le deja”. Pero les aseguro que estoy en mis cabales y en mis cinco sentidos (bueno, al menos en los 3 que regularmente me funcionan). La cuestión es que sospecho que los pájaros están tratando de decirme algo. No me vean así, permítanme explicarme.

“Tweeteando” ando

Extrañas “pláticas”

Hace unas semanas, un sábado por la mañana, me despierta mi esposa para decirme que había un pájaro en la sala. Más dormido que despierto le digo que abra la puerta para que se salga (o sea, el pájaro), y así ocurrió. Minutos más tarde me levanto, salgo de la casa, y ahí en la reja, estaba el pajarito (supongo era el mismo que había estado adentro). Normalmente cuando uno sale y está un ave en la reja, inmediatamente emprende el vuelo, pero éste se puso a cantar alegremente mientras me veía. Yo le dije, “¿qué onda, tú?” y el pajarito cantó (tweeteó) más fuerte, y hasta se volteó para mirarme de frente mientras lo hacía. Lo más curioso del caso fue que cuando revisamos por dónde se podría haber metido, no encontramos ninguna posible entrada. Mi esposa y yo estábamos solos y habíamos cerrado todo perfectamente la noche anterior. Misterio.

Al día siguiente, me despierta un alegre tweeteo cerca de mi cuarto. Me levanto, me asomo por la ventana que da a la cochera, y ahí estaba el pajarillo (yo digo que era el mismo) parado en la reja, viendo hacia afuera. Le dije “Hola” y moví la mano para saludarlo, y el avecilla se volteó hacia donde yo estaba y tweeteó más fuerte. Le decía yo otras cosas y mi emplumado amigo parecía contestarme. Esta vez la “charla” duró un poco más, hasta que me despedí agitando la mano (porque ya me andaba del baño) y el pájaro, como si entendiera, emprendió en ese momento el vuelo.

Finalmente, días después, esperando a mi hijo Manuel en cierta diligencia temprano por la mañana, recliné el respaldo del asiento del carro y me quedé dormido un rato. Después de algunos minutos desperté, y en el preciso momento en que abrí los ojos, un ave, ésta de mayor tamaño que la de mi casa, llegó volando y se posó en lo alto de una luminaria al lado de mi carro. La saludé también, y el pájaro pareció responder a mi saludo y a otros comentarios que le hice. Abría el pico y salía primero una especie de gorjeo y ya después el tweeteo. Cuando le pregunté su nombre, cambió el tipo de sonido y emitió 7 tweets cortos y fuertes (los conté). Le volví a preguntar su nombre (“¿cómo dijiste que te llamas?” le dije) y emitió exactamente el mismo sonido. Después de un rato de “amena charla” emprendió el vuelo, dejándome con serias dudas sobre mi estabilidad mental, exactamente las mismas que ustedes tienen ahora acerca de mi cordura (o la falta de ella).

¿Qué querrían decirme?

 Pero bueno, como ésta es mi columna, tengo derecho a poner lo que yo quiera, aunque me tilden de loco. Así que yo me pregunto, ¿qué podrían estar tratando de decirme mis plumíferas amigas, si en realidad estaban tratando de decirme algo? ¿Tal vez querrían darme un saludo de Aquel que las creó a ellas y a mí? ¿Tal vez estarían tratando de hacerme notar la belleza del día que estábamos viviendo? ¿Tal vez estarían tratando de animarme a que las imitara, sugiriéndome volar sin temor en pos de mis sueños?

En mi mensaje llamado “La princesa que quería otro cuento”, tras mencionar el proceso que llevó a la princesa de no valorar lo que tenía a incorporar en su vida el aprecio y la gratitud, decía: “Los árboles en el jardín estaban llenos de hermosas aves que trinaban alegremente y a la princesa le pareció que ese día, cantaban para ella (la verdad es que siempre lo habían hecho, pero ella nunca lo había notado)”. 

Entonces, si estas cosas que les ha contado solo fueron meras coincidencias, no importa;  a mí me pareció que esas aves, al menos, cantaron para mí, para mi deleite. Y ahora si me disculpan, los dejo. Están sonando cerca unos hermosos tweets, y creo que son para mí. ¡Ya voy!