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La Vida es el jardín de Dios

Tener la capacidad de descubrir algo nuevo cada día, no perder el don de admirarnos ante lo pequeño, vivir cada instante, es algo que muy pocos suelen tener. La verdad es que todo termina, todo cansa, todo se aleja y se va. Mi mantra: vivir un día a la vez” es cien por ciento cierta. Hay un momento, tan solo uno, para gozar de verdad las cosas.

Esto tal vez se deba a que vivimos por primera vez; después la repetición, como segunda partes nunca son ya iguales, cansan, desilusionan y, cuando se repiten muchas veces nos hastían. Es una paradoja, pero la miel empacha!

La Vida es el jardín de Dios

En el jardín de la vida, donde se encuentran toda clase de flores: orgullosas, humildes, feas, bonitas, perfumadas o sin olor, grandes, chicas, cortantes o sin espinas. La muerte es el jardinero, pero es un jardinero muy especial ya que no tan solo corta las flores marchitas sino también los botones y a veces hasta las semillas. Igual escoge un naciente botón  de rosa que una rosa que luce en todo su esplendor, o la que ya empezó a deshojarse poco a poco en dolorosa agonía.

La vida es el jardín  del Señor, nuestro Dios, El, si solo El es el dueño de todo. De pronto, ha recordado a tantos conocidos y parientes que ya partieron. A tantos compañeros de escuela que, como una flor, nunca llegaron a florecer.

A mi madre, como una violeta cortada al anochecer. Micaela, era su nombre, fue siempre como una gardenia  fragante, salerosa, alegre, humilde, servicial. A mi padre, Miguel, como los claveles rojos llenos de vida, enamorado de la fiesta brava, hombre valiente, cabal, que predicaba no con la palabra sino con el ejemplo, en parte también porque nuestra casa estaba siempre llena del dulce sonido de las 16 mil palabras diarias que decía mamá.

A los viejos cansados que, sentados bajo el sol esperan el tren para partir agotados, fatigados y solos. A los jóvenes, incipientes botones que piensan que nunca van a morir. En los jardines, como en nuestro diario vivir, la estaciones desempeñan un papel muy importante. 

La florida primavera, alegre alocada que parece parece no tener fin. El caluroso verano que hace estallar nuestras pasiones y tentaciones. El otoño nostálgico del ayer, lo que pasó y la huella que dejó nos hace pensar, reflexionar y arrepentirnos de algunas cosas. Al final llega el invierno, crudo y frío. 

El fin de la línea, el camino que se acaba, el pasado que se fue sin futuro ni mañana. Es la despedida, el partir, dejando todo a su paso. No podemos escapar de ella y, después de todo para qué?

Aquí, en mi patio, en esta calma, ante estas flores calladas que le hablan sin palabras a mi alma, tan solo con su presencia y perfume, me siento embargado de un sufrimiento que no puedo describir, y doy gracias a Willie, Lita y Buster (mis perritos que nunca me dejaron solo). Me siento pequeño y grande a la vez. Me siento parte de la Naturaleza, en toda su grandeza, pero también su temporalidad.

De pronto comprendo que si a la rosa, a las margaritas, a las violetas y los jazmines, y a la orquídea no les importa morir Por que me ha de importar a mí?. Siente que me debo preparar, tener todo en orden y bien atado, porque la muerte, como el jardinero que viene regularmente, pronto vendrá a recoger las plantas marchitas y las que han dado fruto. Solo lo que ha dado fruto en el jardín de mi vida vale la pena, lo demás sale sobrando.

…Y recuerda que Dios te ama y yo también.

Msgr. Juan Nicolau, Ph.D.STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es terapeuta familiar y consejero profesional con licencias.