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Cómo confrontar la tragedia

Desde el principio de mi apostolado, hasta el día de hoy que estoy cerca de las seis décadas como sacerdote, me han preguntado muchísimas veces por qué suceden cosas malas, mi respuesta siempre es la misma: “Solo Dios lo sabe”. Y la verdad nunca ha contestado mi pregunta.

Si leemos el antiguo testamento  encontraremos pasajes donde los profetas preguntaban a Dios ¿Por qué? Y no recibieron respuesta. Incluso cuando Jesús estaba en la cruz preguntaba ¿Por qué me has abandonado? Dios, su padre, nunca le contestó.

Cómo confrontar la tragedia

La verdad es que cuando nos preguntamos el porque de las cosas malas, no esperamos una explicación, lo que en realidad queremos es discutir y argumentar, pero Dios no está para entrar en discusiones con sus criaturas.

Sin embargo, en Isaias 43: 1-3 encontramos la promesa del Señor en las siguientes: “No temas que yo te he redimido, te he llamado por tu nombre porque eres mío, cuando pases por agua no te ahogarás, cuando camines entre el fuego no te quemarás ni las llamas te consumirán. Porque yo soy el señor tu Dios”, y Jesús contestó a los que le preguntaban el porqué del sufrimiento: “Benditos los que sufren porque ellos encontraran el consuelo del amor de Dios”.

Lo primero que debemos hacer para superar esa gran incógnita del porqué de las cosas malas, es el no culpar a Dios. 

Debemos reconocer que son errores humanos los que nos llevan a padecer, a veces por no saber discernir entre el bien y el mal, otras por egoísmo, la indiferencia, la estupidez, la rebeldía, y todas las emociones humanas negativas que a veces nublan nuestro entendimiento, 

O incluso a veces la falta de armonía entre el ser humano y su medio ambiente,  como contaminar el suelo y el agua, sobrecalentar la atmósfera con la emisión descontrolada de gases, tratar de negar el fenómeno del efecto invernadero causado por el exceso de ozono en la atmósfera, entre otros.

Según científicos y meteorólogos señalan  que es aire caliente sobre los océanos lo que incrementa la cantidad de agua que pueden acarrear las tormentas tropicales, luego huracanes formados en el mar. Dios no tiene la culpa, es culpa del hombre y sus malas acciones.

Aunque ahora hemos presenciado  un sinnúmero de buenas acciones de hombres y mujeres, siendo testigos de los esfuerzos sobrehumanos de muchos al rescatar a sus semejantes que se encontraron de un momento a otro atrapados las crecientes aguas del huracán Harvey en Texas, y el huracán Irma en Florida.

Hoy es el momento de ayudar. Piensa que hay un mundo de gente que sufriendo desplazados de sus hogares, desamparo e incertidumbre de no saber si tendrán  un hogar al cual regresar al salir de los albergues, y que sin embargo continúan viviendo agradecidos de haber sido rescatados.

Dios nos ha dado el coraje para superar la tragedia, salir de nuestros duelos convertidos en mejores seres humanos, con mayor sensibilidad para acompañar a aquellos que sufren y saber impartirles calma y compasión  cuando lo necesitan. 

Ayudemos a superar la tragedia. La recuperación se tomará meses o quizás años, pero con la voluntad de todos, se logrará

. . . Y recuerda que Dios te ama y yo también.

MSGR.Juan Nicolau, Ph.D. STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es psicoterapeuta familiar y consejero profesional co licencias.