Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA

De apellido, Carlos

De nombre, Roberto. De oficio, poeta y cantador. Señas particulares, ojos profundos, cabellera larga, sonrisa enorme. Domicilio, vive en millones de corazones. Se levanta juicio a su persona, pues se acumulan muchos “cargos” en su contra.

Se le acusa de invitarnos a subir a “La Montaña” para estar aún más cerca de Dios y orar, buscando una luz en lo alto, siguiendo una voz que nos llama.

De apellido, Carlos

Se le acusa de motivarnos a tener “Un millón de amigos”, llevando nuestro canto a quien lo pudiera necesitar. En su favor puede alegarse que en el corazón, ciertamente no existen límites para recibir a todos aquellos que quieran compartir ese bello sentimiento que es la amistad.

Se le acusa de sembrar en nuestros corazones la capacidad de soñar cuando, al igual que él, a través de “La Ventana” de nuestro cuarto, siendo unos adolescentes, podíamos ver la libertad de un camino y nuestro pensamiento podía volar libre en sueños, lejos de donde estábamos.

Se le acusa de darnos el permiso de reír de nosotros mismos y de ver lo bueno de cada circunstancia, como cuando había que batallar con “La Carcachita” que algunos teníamos en casa.

Se le acusa además de hacernos reflexionar en cosas tan profundas como el entender que “El Progreso” verdadero solo se lograría si pudiéramos ser civilizados como los animales.

Pero en donde verdaderamente cometió “delitos graves”, que podrían ameritarle una cadena perpetua, fue en las recónditas habitaciones que tiene el corazón, ésas que nos llevan a buscar una persona para compartir los sueños, ésas que nos llevan a buscar una pareja.

Aprendimos, al son de tiernas y suaves notas, que “Detalles” tan pequeños de los dos eran cosas muy grandes para olvidar. Que el amor crece como el fuego, y que una “Amada Amante” lo da todo por amor. Que cuando un amor se pierde, muchas veces surge la pregunta “¿Qué será de ti?”. Y que “La Distancia” no era suficiente para olvidar un verdadero amor.

Aprendimos que “Un gato en la oscuridad” podía ponerse triste y azul cuando un amor se alejaba. Otras veces soñamos con “La Propuesta” que nos gustaría hacerle a nuestra amada. Comprendimos que un hombre y una mujer pueden ser el uno para el otro con la misma perfección y sincronía de un “Cóncavo y Convexo”. Y muchos hombres soñamos con el día en que una mujer estuviera esperando un bebé, fruto del amor de ambos, para decirle tiernamente, “Estás tan linda”.

Hablando de manera personal, muchas veces me emocioné al ver reflejada en una de las canciones del acusado mi propia relación con aquel que me trajo al mundo: “Esos tus cabellos blancos, bonitos. Ese hablar cansado, profundo, que me lee todo lo escrito, que me enseña tanto del mundo. Esos pasos lentos de ahora caminando siempre conmigo, ya corrieron tanto en la vida, mi querido, mi viejo, mi amigo”. Así mi padre me habló, me leyó, me enseñó y me acompañó.

También de joven soñé, para después volverlo realidad siendo ya un adulto, que “Mi fin de semana” perfecto sería como el que hermosamente describía su canción, con todos mis hijos juntos armando un lío tremendo y divirtiéndome con todo el estruendo en un hermoso día de sol. Sólo me faltó el perro que, feliz, me saludara poniendo sus patas sobre mi camisa tan blanca.

Finalmente, también hablando de manera personal (y probablemente muchos más también se identifiquen), me he visto reflejado en otra canción, entendiendo que el tiempo es relativo, y que en cierta forma soy como “El joven viejo”: “Yo soy un libro abierto sin historias, un sueño incierto sin memorias, yo soy un puerto amigo sin navíos, un mar abierto a muchos ríos, yo soy apenas lo que soy. Yo soy un joven viejo que ya vivió mucho, y ya sufrió todo, y ya murió lejos. Yo soy un viejo joven que no vivió lejos, que no sufrió mucho, que no murió todo”. El acusado me ha ayudado a comprender que así de complicada, o así de fácil es la vida, según como se quiera ver.

Así que, por haber “contaminado” gravemente a varias generaciones con el virus del amor. Por haber “infectado” irremediablemente nuestros corazones con el germen de los grandes sueños. Por habernos “manipulado” para que aprendiéramos a ver la belleza del mundo y de la vida. Por todo esos “agravios” y muchos más, se condena al acusado, con carácter de irrevocable, a recibir de todos nosotros, los “afectados”, un millón de gracias y un montón de bendiciones. Que se cumpla la sentencia.

jesus_tarrega@yahoo.com.mx

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